Resumen y conclusiones

Bordado Xmanicte, Yucatán

El bordado parece ser tan antiguo como la cultura Maya. Su historia, siendo muy dinámica, ya que ha habido modificaciones, introducciones, desapariciones y cambios, refleja también una estabilidad y continuidad en la existencia actual de puntadas como el chuy kab o el xmanikté, que son de origen prehispánico. El punto de cruz, de introducción hispana, es la puntada que mayor reconocimiento tiene en el Yucatán de hoy.

El bordado en Yucatán ha sido factor central de identidad, tanto para la cultura campesina maya endógena, como para las clases dominantes de tradición exógena, por lo cual es un símbolo identificatorio de toda la sociedad, lo que no es común en un territorio marcado por la ruptura de la Conquista.

El bordado ha sido parte indisoluble de la economía milpera de autoconsumo y ha jugado un papel cultural y simbólico en la vida cotidiana y ritual de los y las mayas de Yucatán. Su venta, siendo eventual en la economía campesina, se ha realizado con fines de ahorro, sin una valoración de la mano de obra y, por lo tanto, reflejando una transferencia de valor permanente en su realización comercial.

Sin embargo, a raíz de la crisis agrícola que aqueja al estado desde los años setenta, el lugar del bordado se ha ido transformando, porque de ser valor de uso se ha ido transformando en valor de cambio, debido a la necesidad creciente de ingresos monetarios que las familias campesinas enfrentan.

Durante el primer impulso comercial que recibió el bordado yucateco, su producción dispersa, organizada por intermediarios comunitarios o por organismos oficiales como el Banrural, no fue un obstáculo para su expansión comercial. Por un lado, porque la producción -formada por el hipil tradicional urbanizado y por la ropa “típica”- estaba dirigida sobre todo a cubrir la demanda de segmentos regionales del bordado, en particular de las clases medias urbanas, poco exigentes en lo que a calidad se refiere y copartícipes del gusto regional tradicional adaptado que reflejaron las ropas de ese tiempo. Por otro lado, porque como este tipo de producción no exigía de modificaciones importantes en telas, colores, diseños y calidad, su elaboración no implicaba tampoco, modificaciones importantes en la organización del trabajo.

Este proceso, que afecta también a otras actividades desarrolladas por las mujeres, como la elaboración de hamacas, de tejidos de henequén, de cría de animales o cultivo de hortalizas, dio lugar al nacimiento de múltiples organismos de mujeres campesinas que se han visto en la necesidad de organizarse para la obtención de financiamientos para producir. Sin embargo, la inmensa movilización femenina que ha implicado la búsqueda de dinero para la producción, no se ha reflejado en una autonomía significativa de las mujeres. Esto se debe, principalmente, a que su actividad sigue desempeñándose principalmente en el ámbito doméstico, privado, invisible y dirigido por cada esposo de cada casa, sin favorecer el trabajo en grupo, en un espacio colectivo, público y visible, dirigido por el grupo de mujeres.

La culminación del proceso inicial de impulso a la comercialización fue un abarrotamiento del mercado de prendas tradicionales y de ropa “típica’’ de mala calidad y de un gusto demasiado regional, que no satisface las necesidades de los nuevos y dinámicos mercados modernos urbanos, nacionales e internacionales.

Ante esta realidad, el proyecto “Maya Chuy: el Renacimiento del Bordado en Yucatán” inició, hace casi siete años, un proceso dirigido a mejorar la calidad de los productos bordados y a diversificar la producción, renovando y recreando el diseño bordado y aplicándolo a artículos de consumo moderno para, a través de la capacitación a las bordadoras, lograr que el bordado pudiera cumplir con la función de dar el empleo y el ingreso que esperan las miles de mujeres mayas que día a día se incorporan a las filas del bordado comercial.

En este periodo de trabajo se ha logrado impulsar el diseño, aplicando el dibujo tradicional a prendas modernas, recreándolo con más de 1,000 dibujos inspirados en la iconografía maya y en la flora, fauna y cultura regionales, y hemos generado 50 prototipos. Se ha avanzado en la capacitación de trece grupos que involucran a 300 bordadoras y se han contabilizado los tiempos de trabajo invertidos en el bordado de manera que las bordadoras ya recuperan, por lo menos, el salario mínimo por su trabajo. Se ha sistematizado la organización de la producción, particularmente del bordado de mano y se han comercializado los productos.

Quizás el logro más importante ha sido darnos cuenta de que la transformación del diseño involucra la entrada en los mercados globales, que se rigen por exigencias que sólo pueden ser cumplidas desde una organización de la producción concentrada y colectiva. Ahora tenemos que trabajar arduamente, junto con las bordadoras, para transformar la actividad del bordado atomizada y dispersa, en un verdadero oficio artesanal. En lo económico, la transformación en oficio permite una organización eficiente y competitiva, por la concentración de los recursos y la organización colectiva de los mismos.

La repercusión de esta organización en el plano social y de género es muy importante ya que, al hacer público, visible y colectivo el oficio, favorecerá un empoderamiento de las mujeres, ausente e n la producción dispersa y de mando masculino que predomina actualmente. Esto involucra el desarrollo de un concepto integral de los talleres, que permita verlos no sólo como lugares de trabajo y de exhibición de los productos, sino como lugares de capacitación técnica y social, y también como lugares de reflexión colectiva, sobre todo acerca de las relaciones de género.

Pero esta forma de organización de la producción involucra el impulso paralelo a varios procesos que favorezcan el desarrollo de la actividad a todos los niveles que se requiere para que florezca plenamente.

Por un lado, se requiere que el trabajo de diseño se institucionalice en un verdadero Laboratorio de Diseño de Bordado en donde permanentemente se generen nuevos prototipos y que brinde servicio no sólo a los talleres de las bordadoras sino a quien sea que lo requiera.

También se necesita una estructura técnica y académica que apoye la profesionalización de la actividad. Los elementos que ahora vislumbramos, que pudieran conformar esta estructura son Centros de Capacitación de nivel medio que permanentemente estén favoreciendo el mejoramiento del nivel de la población rural de bordadoras. La Escuela de Bordado posibilitaría una especialización profesional en la actividad muy necesaria para su desarrollo. Un apoyo necesario sería un Centro de Investigación del Bordado que permita la investigación permanente a niveles teóricos y técnicos. Adicionalmente, un Museo del Bordado Regional sería la mejor expresión de una estructura de difusión, cambien necesaria para el florecimiento del bordado. Desde un museo se podrían registrar y acoger colecciones tanto antiguas como nuevas y exhibirlas adecuadamente. Publicaciones de todo tipo: técnico, histórico, social, cultural, también permitirían el fortalecimiento y desarrollo de la actividad.

Los procesos que involucra la transformación del bordado de autoconsumo en un oficio artesanal comercial son semejantes a los que requieren otras actividades artesanales de Yucatán, del país, de otras regiones de América Latina y, quizás, de regiones de otros continentes. En este sentido la experiencia que estamos construyendo en Yucatán con el proyecto “Maya Chuy: el Renacimiento del Bordado en Yucatán” la consideramos muy valiosa y con posibilidades de ser replicada no sólo en otras regiones de bordado, sino artesanales en general.

Una de las virtudes más relevantes del impulso a estos procesos es que, estando la mayoría de las artesanías en manos femeninas, su desarrollo implica un empoderamiento necesario de las mujeres. Otra ventaja es que representa un desarrollo propio que fortalece las culturas regionales, generando empleos rurales, frenando la migración a las urbes y creando trabajo en actividades que no pesan sobre los cada vez más escasos recursos naturales. Finalmente, ya subrayamos que las artesanías crecen a base de dar empleo, lo cual resulta una gran virtud, en un mundo que se mecaniza y que desplaza más y más la mano de obra humana. En pocas palabras, el impulso a la transformación de las artesanías en oficios, favorece un desarrollo sustentable y favorable a la equidad social y de género.

Sin embargo, tales procesos no son fáciles de impulsar, pues por su dimensión requieren, para ser empujados, de claridad acerca de su necesidad e importancia, además de constancia.

La claridad de su necesidad e importancia, aunque es fácil tenerla si conocemos nuestras raíces y tenemos cariño y compromiso con nuestro pueblo, resulta un ingrediente poco usual entre quienes deciden los destinos de nuestro territorio, herederos del desprecio colonial hacia los procesos productivos provenientes de nuestras etnias, y carentes de cariño y compromiso con la gente de nuestro país.

Pero tenemos el compromiso de ser fieles a lo que creemos a pesar de los obstáculos que históricamente han frenado un desarrollo más equitativo no sólo en nuestro país, sino en el planeta. Reforzar las redes sociales, buscar la equidad y la justicia en todos los terrenos de la vida, eliminar lo que está de más y aumentar lo que está de menos. Estos son nuestros retos.

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