Afortunadamente fuimos recibidos con los brazos abiertos y una visión más amplia en el Centro de Estudios Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” (CIR), siempre de la UADY, en el entonces Departamento de Estudios Económicos y Sociales, cuyo director era Jorge Montalvo.
El nombre del centro se puso parar honrar al médico japonés Hideyo Noguchi (1876-1928), quien en la década de 1930, por un tiempo muy corto, estudió la fiebre amarilla en Yucatán. En Japón, el doctor era tan conocido que existe un museo dedicado a su memoria y su retrato aparece en los billetes del yen. Fama que se debe principalmente a sus estudios y descubrimientos sobre la sífilis, pero no entre los yucatecos, ¡bah!
En un pabellón médico del antiguo hospital O’Horán, estaba el Departamento de Estudios Económicos y Sociales, donde no había mucho espacio, pero apretados y con ganas de colaborar podíamos compartir un escritorio. Ahí sí, siempre había espacio para nosotros, y Silvia y yo siempre éramos bienvenidos.
Resulta que yo no era el primer danés que había trabajado allí, según me dijo años después el entonces rector de la universidad, Alberto Rosado G. Cantón, quien incluso había escrito un libro sobre la historia de la Escuela de Medicina donde menciona al médico danés, Harald Seidelin, que entre 1906 y 1910 impulsó el estudio de la medicina en la universidad y avanzó en sus investigaciones sobre la sífilis y la fiebre amarilla.
Por casualidad me encontré un libro en el año de 2012, escrito por el doctor yucateco Efraín Gutiérrez Rivas, titulado ni más ni menos que Dr. Harald Seidelin, publicado en Mérida en 1951, en el que podemos apreciar esta poética flor de gratitud:
A la memoria de Harald Seidelin, cuyo espíritu vivifica nuestra Escuela, como el agua subterránea que corre silenciosa y fertiliza nuestras tierras de aparente sequedad. Vaya a él, la gratitud que le ofrendamos, como el agro en las noches estivales, ofrenda su perfume al sol que le dio vida, y que se ha puesto. [….] la labor docente del maestro Seidelin en Yucatán, tuvo una influencia decisiva en los propósitos perseguidos por nuestra Escuela de Medicina…
Así que tal vez el centro debía llevar el nombre de mi paisano Harald Seidelin. Pero quien sabe, porque a la hora de formar el nuevo centro de estudios superiores se habían olvidado de Harald, y tal vez los japoneses destinaron una suma sustancial en apoyo a la investigación que le mereció al doctor Hideyo Noguchi poner su nombre al Centro. Lo digo por supuesto sin demeritar el trabajo y calidad del doctor japonés.
Frente al edificio del antiguo Hospital O’Horán se encuentra una estatua del Dr. Hideyo Noguchi. De vez en cuando se ve a algunos turistas japoneses que llegan al viejo hospital para tomar fotos de la estatua de su paisano.
¿Qué fue lo que motivó a Harald Seidelin a venir a Yucatán? En su obituario de 1932, encontrado en un periódico danés dedicado a la medicina, se lee lo siguiente:
Una noche, anunció de manera bastante sorprendente que en un futuro cercano tenía la intención de irse y, en todo caso, provisionalmente establecerse en México. Actuaciones en la dirección opuesta se perdió todo, su mente estaba atrapada por la aventura y el deseo de experimentar lo desconocido. Con su propia capacidad de recuperación aprendió a hablar español en el transcurso de tres meses y, junto con su primera esposa, se fue a finales de enero 1905 a la Ciudad de México, donde audazmente se estableció como médico en ejercicio, después de haber superado la prueba en la Escuela Nacional de Medicina. Por supuesto que fue muy superior a los médicos locales en todos los sentidos, y en el tiempo que permaneció allá las autoridades locales lo buscaron para que organizara partes del estudio. Ya en 1906 fue nombrado profesor de Anatomía Patológica, Bacteriología y Química Clínica [en Mérida], probablemente el equivalente más cercano a la Farmacología, donde permaneció hasta 1910. Aparte de algunos de sus colegas jóvenes que expresaron admiración y gratitud por sus trabajos, de otros se decepcionó. Comenzaron a sentir celos por este extranjero que entendía tanto y cómo, con la seguridad en su enseñanza, el trabajo de laboratorio y el cuidado de los numerosos pacientes que le buscaban, salía adelante. Sus cartas enviadas a casa, que se habían caracterizado por el humor ante los problemas inevitables con los que se encontró, fueron adquiriendo un tono de decepción y amargura. Entró en conflicto con varios de los funcionarios destacados de la Escuela de Medicina, algunos de los cuales parecen haber tenido algunas cualidades completamente desconocidas por Seidelin.
Eso ocurrió con el paisano que me precedió en Yucatán. Reconozco los problemas que enfrentó, pero Silvia y yo, con los maestros y estudiantes del DES/CIR Hideyo Noguchi, siempre mantuvimos una buena relación de amigos y de trabajo. Ahí intercambiamos ideas con personas destacadas, como Eric Villanueva, que llegó presidir la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, y Beatriz Zavala que fue Secretaria de Estado en el gabinete federal por un breve periodo. Y también ahí entablamos una larga amistad con Raúl Murguía, Beatriz Castilla, Pedro Echeverría, Alejandra García y muchos más.
Una persona muy importante en el CIR fue el incansable director de la revista Yucatán, Historia y Economía, Francisco Anda, o “El Ganso” como lo conocíamos, en alusión a su aspecto corporal. Sin su entusiasmo, la revista nunca hubiera salido tan puntual, ni se hubieran editado tantos números. Yo colaboré con fotografías en los números 9 al 23 de la revista. Traté de hacer reportajes de la vida cotidiana y de la historia y tradiciones de los yucatecos.
Para la misma revista, Silvia escribió dos artículos importantes en los que evaluó y cuestionó la manera tradicional de hacer investigación en las ciencias sociales. Claro, por sus propios intereses e inquietudes, tarde o temprano se habría topado con los trabajos del físico danés Niels Bohr, pero el hecho de vivir ya con un danés hizo que se interesara aún más en el aspecto científico de Bohr, cuyas ideas sobre la relación entre el objeto estudiado y el estudiante la inspiraron para escribir estos artículos críticos.