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Del bordado sin valor al valor del bordado

Silvia Terán y Contreras

Introducción

Este trabajo presenta la sistematización de la experiencia que ha impulsado con bordadoras maya-yucatecas, el proyecto “Maya Chuy: el renacimiento del bordado en Yucatán”, de la Fundación Tun Ben Kin A.C., considerando el contexto histórico, cultural, económico y social en el que se han desenvuelto las bordadoras y su actividad.

El proyecto se originó en 1992 para ayudar a dar respuesta a las necesidades que reflejaba el bordado, tomando en cuenta que es la artesanía más importante de Yucatán por la gran cantidad de mujeres que la practican y que crecientemente buscan en su realización una fuente de ingresos; por su antigüedad, que se remonta a tiempos prehispánicos; por tener la mayor riqueza técnica entre las artesanías yucatecas; y por ser practicada por jóvenes y, de 20 años a la fecha, hasta por varones de algunas comunidades.

A pesar de este potencial, las bordadoras yucatecas han abarrotado los mercados con prendas tradicionales semejantes y no siempre de buena calidad, profundizando con ello el deterioro creciente del valor de la mano de obra y de la calidad de los productos, y provocando que el bordado cumpla cada vez menos con la expectativa de generar ingresos dignos a los hogares campesinos.

Con la intención de colaborar a la reversión de dicha tendencia y así transformar al bordado en la fuente de ingresos dignos que las bordadoras yucatecas esperan que sea, el proyecto Maya Chuy comenzó a trabajar para hacer competitivos los productos, mediante la mejoría de la calidad del bordado, la ampliación de los motivos existentes al incorporar elementos de la fauna, flora y cultura regionales, la aplicación de dibujos tradicionales a productos de consumo moderno y la capacitación a las bordadoras en la elaboración de los mismos, con buenos acabados y con insumos de buena calidad.

Muy pronto la realidad nos enseñó que no bastaba con la elevación de la calidad de los productos y la diversificación del diseño. Tuvimos que involucrarnos, a pesar nuestro -porque no teníamos ni la experiencia, ni la intención inicial de hacerlo-en la producción y en la comercialización. Así nos dimos cuenta que la soñada autogestión de los grupos de bordadoras no se lograría tan rápido, porque nos enfrentábamos a una tarea mucho mayor que la que habíamos imaginado: la de apoyar la transformación de una actividad que se había desarrollado por siglos para el autoconsumo en una actividad comercial.

Al reflexionar al respecto cobramos conciencia de que en nuestro país, desde la conquista hispana, existen dos tradiciones artesanales: por un lado, la que importaron los españoles -ya organizada como oficio desde la edad media europea, que desde que se introdujo se estructuraba en talleres que producían mercancías y que abarcaba actividades como la orfebrería, la herrería, la talabartería o la cerámica-; y por el otro, la tradición mesoamericana, articulada con las actividades campesinas, productora de valores de uso para el consumo familiar y, lógicamente, sin taller, ni organización colectiva en oficio.

Para enfrentarnos al reto que involucra dicha transformación -que en la Europa medieval duró siglos, mientras que en nuestro territorio tenemos que llevarla a cabo en el menor tiempo posible-  en Tun Ben Kin hemos tenido que aprender a trabajar en varios terrenos, a partir de la propia experiencia que vamos generando, porque no existen antecedentes de trabajo similar al nuestro, al menos en el mundo que conocemos.

Así, hemos aprendido a hacer diseño para bordado de mano, punto de cruz y máquina, mejorando las técnicas tradicionales, los procesos de dibujo y pintado de telas, sistematizando los pasos de su realización y organizando los elementos que intervienen, para agilizar los procesos productivos.

En la capacitación hemos ido definiendo los niveles y los conocimientos especializados -teóricos, técnicos e informativos- que se requieren para diferentes grupos de bordadoras.

En trabajar inmersos en la producción para conocer los límites y las posibilidades que cada técnica de bordado impone a los productos, para costear con precisión la mano de obra y las materias primas, y para controlar los procesos productivos, favoreciendo así una mayor eficiencia en el trabajo dirigida a la producción de alto volumen.

La comercialización es el terreno que menos hemos explorado de manera sistemática, aunque hemos vendido regularmente y con éxito los productos.

Trasmitir a las bordadoras lo que hemos aprendido en el taller de Tun Ben Kin para organizar la producción eficiente y regular de volúmenes crecientes de productos, es ahora prioritario para favorecer el crecimiento y autonomía productiva de los grupos. Sin embargo, la operación organizada en colectivo no puede darse en el marco de la producción individual y fragmentada de la tradición del bordado doméstico para el autoconsumo y es necesario que se organice en espacios propios de las mujeres, para que puedan prosperar. Para nosotros ha llegado la hora de construir Talleres Integrales en donde las mujeres, además de trabajar en grupo, aprendan a cuidar a sus hijos pequeños en colectivo y a resolver actividades domésticas como el lavado de la ropa de manera menos costosa en esfuerzo y de forma organizada. Esto, por supuesto, no podrá realizarse si no se construye, simultáneamente, la equidad de género.

Esta conclusión, a la que habíamos llegado a través de la experiencia de siete años de trabajo práctico, se ha visto reforzada por la reflexión a que nos ha empujado la realización de este trabajo. La sistematización nos ha permitido precisar que el reto que hoy enfrenta el bordado maya yucateco de transformarse de actividad productora de valores de uso a productora de valores de cambio, no es exclusivo del mismo, sino que lo enfrentan la mayoría de las artesanías mesoamericanas y del mundo, que tienen su origen en el ámbito campesino. En este sentido, la experiencia que generamos es aplicable, con las adaptaciones consecuentes, no sólo a otras áreas de bordado tradicional del país y de nuestro continente, si no también a otras artesanías.

Actualmente, la mayoría de las artesanías de autoconsumo se han ido transformando en artesanías comerciales debido a la crisis agrícola permanente -provocada por la disminución de los recursos naturales disponibles, el aumento poblacional y las políticas económicas que favorecen el desarrollo urbano e industrial-, a la falta de empleos y a la necesidad creciente de dinero de las economías campesinas, entre otras causas.

Sin embargo, la organización atomizada y dispersa de la mayoría de las actividades artesanales de origen campesino no favorece la producción de escala y con los niveles de eficiencia que demandan los mercados de hoy, competitivos y globales, y sí favorece, en cambio, la sobreexplotación de la mano de obra, ya que desde la producción de la economía doméstica campesina -que no está pensada para producción de mercancías, es prácticamente imposible ser competitivos a menos que se regale el trabajo. Esta sobreexplotación, tolerable en la economía campesina tradicional cuando es autosustentable, por el papel secundario que juega el dinero, se vuelve intolerable cuando crece su papel relativo, como ocurre actualmente. Esta es, por cierto, una de las conclusiones básicas a que nos permitió llegar la presente sistematización.

Quienes queremos impulsar a las artesanas y artesanos mexicanos tenemos que colaborar, desde las distintas posiciones en que estamos situados, a transformar en oficios las artesanías que aún no lo son, si deseamos que las y los artesanos dejen de regalar su trabajo y transformen su actividad en una fuente digna y eficiente de ingresos propios.

Además de impedir que se regale el trabajo, el trabajo en taller, al menos en el caso del bordado de mano, favorece otros procesos que son también importantes.

Al trasladar la actividad del espacio doméstico e individual a un espacio público y social, la visibiliza y la valora ante los ojos de la comunidad y de las propias bordadoras, impulsando con ello procesos de empoderamiento femenino y de equidad de género, importantes para la transformación que el mundo está buscando al borde del nuevo milenio. Además, se promueve la identidad grupal de las mujeres y el trabajo colectivo, que es una de las bases de la construcción de la autogestión y del fortalecimiento de los tejidos sociales tan necesarios en estos tiempos en los que todos los procesos sociales y económicos tienden a romper con los mismos.

Los Talleres, al ser comunitarios, representan una opción de empleo en el propio pueblo, amortiguando la emigración a las urbes, con todos los problemas económicos, sociales y culturales que acarrea tanto para las ciudades como para las comunidades.

Ahora bien, para que los Talleres puedan crecer, desarrollarse y florecer es necesario satisfacer otras necesidades, como la de profesionalizar, en el amplio sentido de la palabra, el bordado. Así como existen profesionales y técnicos de la agricultura, de la ganadería, de la apicultura, debe haber profesionales y técnicas del bordado. No es suficiente que las bordadoras perfeccionen su trabajo y puedan ser autogestivas y eficientes en sus talleres. Es necesario que la sociedad les brinde la posibilidad permanente de desarrollar su actividad y por eso, junto con los Talleres, debe de impulsarse una capacitación permanente en los aspectos técnicos y organizativos del bordado a través del establecimiento de Centros de Capacitación de Bordado (donde se trasmitan conocimientos técnicos del bordado, de la organización productiva, contable, administrativa y comercial e información histórica y cultural del bordado maya, mesoamericano y del mundo, así como aspectos relacionados con la economía y el diseño).

En un futuro no muy lejano, dichos Centros de Capacitación de nivel medio, para ser dinámicos, deben de sustentarse en un desarrollo profesional, académico, cultural y experimental de la actividad, logrados a través de una Escuela de Bordado, un Centro de Investigación del Bordado Maya-Yucateco (que incluya investigación del tema, histórica, simbólica, genérica, social, cultural, económica y técnica), un Museo del Bordado Maya-Yucateco y un Laboratorio de Diseño para Bordado (que involucre la elaboración de dibujos adaptados a técnicas y productos, así como el diseño de prendas de vestir, accesorios, mantelería, forro de muebles, etcétera) vinculado a los Talleres, a los Centros de Capacitación y a los distintos segmentos del mercado.

Si se logra el impulso de estos procesos y su institucionalización, también podremos asistir a la transformación del bordado en expresión artística y a su florecimiento a todos los niveles, lo que daría un fuerte empuje a la cultura regional y nacional.

El compromiso que hemos adquirido con la tarea que realizamos nos ha permitido conocer la actividad del bordado desde sus entrañas para poder transformarla. Creemos que se trata de una experiencia valiosa y que puede ser replicable, como experiencia general, para otras artesanías, aunque cada artesanía debe de sistematizar los aspectos que involucra su proceso técnico de trabajo y construir la proyección que le convenga. Bien vale la pena hacerlo en un país donde los campesinos han sido despojados de sus recursos naturales y han sido empujados a vivir en la miseria permanente. Este experimento intenta recuperar un recurso cultural para transformarlo en una dirección que pueda ser apropiada por quienes lo han creado y reproducido por milenios para su propio desarrollo.

En este sentido, el bordado de mano tiene una gran desventaja que también constituye su gran fuerza: se trata de una actividad limitada drásticamente, en lo técnico, por una aguja de coser. Esa barrera es insalvable porque introducir la máquina implica traicionar la naturaleza misma de la actividad. Así que, para traerla al siglo XXI y hacerla una actividad competitiva, el único camino es revolucionar la actividad a través de la organización del trabajo. Sólo dividiendo el trabajo y las tareas y concentrando los recursos productivos que son las bordadoras con sus manos y sus ojos y sus materias primas, podrá lograrse que puedan vender recuperando el valor de su trabajo y no regalándolo como normalmente ha ocurrido. Siendo una actividad cuyo crecimiento y expansión dependen de la mano de obra y de la organización, obviamente no resulta una actividad atractiva para quienes han impulsado el desarrollo en el planeta, interesados en sustituir a las personas por las máquinas y en hacer crecer el desempleo, y es aquí donde radica la fuerza de la actividad porque lo que se necesita en las áreas rurales, es trabajo y el bordado lo impulsa.

El texto que presentamos tiene un carácter muy técnico porque como nos hemos acercado a la actividad para modificarla, la realidad nos ha exigido, en primera instancia, un entendimiento muy preciso de la organización técnica de la misma. Más adelante, y sobre la base de la necesidad que ahora se nos plantea, de trabajar para transformar la organización de la producción, será posible conocer las entrañas de los aspectos sociales y genéricos que implica la organización de las bordadoras y que en este texto apenas se dibujan.

La exposición arranca con un pequeño apartado de Antecedentes Históricos que nos permite ubicar la profundidad temporal de la actividad y el potencial que de ella se deriva.

El segundo apartado ofrece el Marco Socioeconómico, Cultural y Político del Bordado Yucateco, nos permite dimensionar la importancia que reviste la actividad, en función del papel que juega en la economía, la sociedad y la cultura, así como los problemas a que se enfrenta para poder desarrollarse.

Una vez situados los aspectos históricos, socioeconómicos y culturales, registramos la experiencia del proyecto “Maya Chuy: El renacimiento del bordado en Yucatán”, de nuestra ONG, que es la Fundación Tun Ben Kin A.C., planteando, primero, la perspectiva de quienes impulsamos el proyecto, luego, la de las bordadoras que han sido influenciadas por el proyecto, para finalmente, exponer la posición de ONG, gobierno y de gentes que conocen el proyecto.

En el texto, la mirada de las bordadoras no es tan fuerte, porque el peso de la experiencia central en esta etapa, ha recaído sobre la Fundación Tun Ben Kin A.C. En la medida que se traslade la experiencia de organización de la producción hacia los Talleres y estos vayan siendo autogestivos, la voz de las mujeres irá cobrando fuerza y llegará a ser más relevante que la voz de los otros interlocutores.

Finalmente se presenta un apartado con un resumen y conclusiones en el que, sobre la base del contexto en el que se desarrolla el bordado maya yucateco y de la experiencia que se ha vivido, se propone el Programa de la Fundación Tun Ben Kin A.C. que, en resumen, propone la transformación de la actividad del bordado de mano, ahora doméstico, individual, invisible, sobreexplotado, ineficiente para el mercado y dirigido por los hombres, en un oficio femenino social y público, visible, colectivo, autogestivo, valorado, digno y eficiente.

Para ello, además de la organización de la actividad en Talleres dirigidos por las mujeres, se propone la creación de una red de espacios institucionales articulados a la educación media y superior, de espacios académicos, culturales y técnicos, que favorezcan la profesionalización de la actividad y una dinámica que propicie el crecimiento y recreación permanente del oficio, no sólo para impulsar su función básica como generador de empleo e ingresos femeninos y, por lo mismo, que colabore a disminuir la migración laboral y a crear fuentes de trabajo que no pesen sobre los recursos naturales, sino para que la actividad impulse el empoderamiento de las mujeres, la construcción de la equidad genérica, la cultura étnica y el conocimiento con relación a un campo que ha jugado un papel importante en la identidad y cultura regionales.

I. Importancia del bordado

II. Marco socioeconómico, cultural y político del bordado yucateco

III. La acción estatal en las artesanías

Resumen y conclusiones

El bordado parece ser tan antiguo como la cultura Maya. Su historia, siendo muy dinámica, ya que ha habido modificaciones, introducciones, desapariciones y cambios, refleja también una estabilidad y continuidad en la existencia actual de puntadas como el chuy kab o el xmanikté, que son de origen prehispánico. El punto de cruz, de introducción hispana, es la puntada que mayor reconocimiento tiene en el Yucatán de hoy.

El bordado en Yucatán ha sido factor central de identidad, tanto para la cultura campesina maya endógena, como para las clases dominantes de tradición exógena, por lo cual es un símbolo identificatorio de toda la sociedad, lo que no es común en un territorio marcado por la ruptura de la Conquista.

El bordado ha sido parte indisoluble de la economía milpera de autoconsumo y ha jugado un papel cultural y simbólico en la vida cotidiana y ritual de los y las mayas de Yucatán. Su venta, siendo eventual en la economía campesina, se ha realizado con fines de ahorro, sin una valoración de la mano de obra y, por lo tanto, reflejando una transferencia de valor permanente en su realización comercial.

Sin embargo, a raíz de la crisis agrícola que aqueja al estado desde los años setenta, el lugar del bordado se ha ido transformando, porque de ser valor de uso se ha ido transformando en valor de cambio, debido a la necesidad creciente de ingresos monetarios que las familias campesinas enfrentan.

Durante el primer impulso comercial que recibió el bordado yucateco, su producción dispersa, organizada por intermediarios comunitarios o por organismos oficiales como el Banrural, no fue un obstáculo para su expansión comercial. Por un lado, porque la producción -formada por el hipil tradicional urbanizado y por la ropa “típica”- estaba dirigida sobre todo a cubrir la demanda de segmentos regionales del bordado, en particular de las clases medias urbanas, poco exigentes en lo que a calidad se refiere y copartícipes del gusto regional tradicional adaptado que reflejaron las ropas de ese tiempo. Por otro lado, porque como este tipo de producción no exigía de modificaciones importantes en telas, colores, diseños y calidad, su elaboración no implicaba tampoco, modificaciones importantes en la organización del trabajo.

Este proceso, que afecta también a otras actividades desarrolladas por las mujeres, como la elaboración de hamacas, de tejidos de henequén, de cría de animales o cultivo de hortalizas, dio lugar al nacimiento de múltiples organismos de mujeres campesinas que se han visto en la necesidad de organizarse para la obtención de financiamientos para producir. Sin embargo, la inmensa movilización femenina que ha implicado la búsqueda de dinero para la producción, no se ha reflejado en una autonomía significativa de las mujeres. Esto se debe, principalmente, a que su actividad sigue desempeñándose principalmente en el ámbito doméstico, privado, invisible y dirigido por cada esposo de cada casa, sin favorecer el trabajo en grupo, en un espacio colectivo, público y visible, dirigido por el grupo de mujeres.

La culminación del proceso inicial de impulso a la comercialización fue un abarrotamiento del mercado de prendas tradicionales y de ropa “típica’’ de mala calidad y de un gusto demasiado regional, que no satisface las necesidades de los nuevos y dinámicos mercados modernos urbanos, nacionales e internacionales.

Ante esta realidad, el proyecto “Maya Chuy: el Renacimiento del Bordado en Yucatán” inició, hace casi siete años, un proceso dirigido a mejorar la calidad de los productos bordados y a diversificar la producción, renovando y recreando el diseño bordado y aplicándolo a artículos de consumo moderno para, a través de la capacitación a las bordadoras, lograr que el bordado pudiera cumplir con la función de dar el empleo y el ingreso que esperan las miles de mujeres mayas que día a día se incorporan a las filas del bordado comercial.

En este periodo de trabajo se ha logrado impulsar el diseño, aplicando el dibujo tradicional a prendas modernas, recreándolo con más de 1,000 dibujos inspirados en la iconografía maya y en la flora, fauna y cultura regionales, y hemos generado 50 prototipos. Se ha avanzado en la capacitación de trece grupos que involucran a 300 bordadoras y se han contabilizado los tiempos de trabajo invertidos en el bordado de manera que las bordadoras ya recuperan, por lo menos, el salario mínimo por su trabajo. Se ha sistematizado la organización de la producción, particularmente del bordado de mano y se han comercializado los productos.

Quizás el logro más importante ha sido darnos cuenta de que la transformación del diseño involucra la entrada en los mercados globales, que se rigen por exigencias que sólo pueden ser cumplidas desde una organización de la producción concentrada y colectiva. Ahora tenemos que trabajar arduamente, junto con las bordadoras, para transformar la actividad del bordado atomizada y dispersa, en un verdadero oficio artesanal. En lo económico, la transformación en oficio permite una organización eficiente y competitiva, por la concentración de los recursos y la organización colectiva de los mismos.

La repercusión de esta organización en el plano social y de género es muy importante ya que, al hacer público, visible y colectivo el oficio, favorecerá un empoderamiento de las mujeres, ausente e n la producción dispersa y de mando masculino que predomina actualmente. Esto involucra el desarrollo de un concepto integral de los talleres, que permita verlos no sólo como lugares de trabajo y de exhibición de los productos, sino como lugares de capacitación técnica y social, y también como lugares de reflexión colectiva, sobre todo acerca de las relaciones de género.

Pero esta forma de organización de la producción involucra el impulso paralelo a varios procesos que favorezcan el desarrollo de la actividad a todos los niveles que se requiere para que florezca plenamente.

Por un lado, se requiere que el trabajo de diseño se institucionalice en un verdadero Laboratorio de Diseño de Bordado en donde permanentemente se generen nuevos prototipos y que brinde servicio no sólo a los talleres de las bordadoras sino a quien sea que lo requiera.

También se necesita una estructura técnica y académica que apoye la profesionalización de la actividad. Los elementos que ahora vislumbramos, que pudieran conformar esta estructura son Centros de Capacitación de nivel medio que permanentemente estén favoreciendo el mejoramiento del nivel de la población rural de bordadoras. La Escuela de Bordado posibilitaría una especialización profesional en la actividad muy necesaria para su desarrollo. Un apoyo necesario sería un Centro de Investigación del Bordado que permita la investigación permanente a niveles teóricos y técnicos. Adicionalmente, un Museo del Bordado Regional sería la mejor expresión de una estructura de difusión, cambien necesaria para el florecimiento del bordado. Desde un museo se podrían registrar y acoger colecciones tanto antiguas como nuevas y exhibirlas adecuadamente. Publicaciones de todo tipo: técnico, histórico, social, cultural, también permitirían el fortalecimiento y desarrollo de la actividad.

Los procesos que involucra la transformación del bordado de autoconsumo en un oficio artesanal comercial son semejantes a los que requieren otras actividades artesanales de Yucatán, del país, de otras regiones de América Latina y, quizás, de regiones de otros continentes. En este sentido la experiencia que estamos construyendo en Yucatán con el proyecto “Maya Chuy: el Renacimiento del Bordado en Yucatán” la consideramos muy valiosa y con posibilidades de ser replicada no sólo en otras regiones de bordado, sino artesanales en general.

Una de las virtudes más relevantes del impulso a estos procesos es que, estando la mayoría de las artesanías en manos femeninas, su desarrollo implica un empoderamiento necesario de las mujeres. Otra ventaja es que representa un desarrollo propio que fortalece las culturas regionales, generando empleos rurales, frenando la migración a las urbes y creando trabajo en actividades que no pesan sobre los cada vez más escasos recursos naturales. Finalmente, ya subrayamos que las artesanías crecen a base de dar empleo, lo cual resulta una gran virtud, en un mundo que se mecaniza y que desplaza más y más la mano de obra humana. En pocas palabras, el impulso a la transformación de las artesanías en oficios, favorece un desarrollo sustentable y favorable a la equidad social y de género.

Sin embargo, tales procesos no son fáciles de impulsar, pues por su dimensión requieren, para ser empujados, de claridad acerca de su necesidad e importancia, además de constancia.

La claridad de su necesidad e importancia, aunque es fácil tenerla si conocemos nuestras raíces y tenemos cariño y compromiso con nuestro pueblo, resulta un ingrediente poco usual entre quienes deciden los destinos de nuestro territorio, herederos del desprecio colonial hacia los procesos productivos provenientes de nuestras etnias, y carentes de cariño y compromiso con la gente de nuestro país.

Pero tenemos el compromiso de ser fieles a lo que creemos a pesar de los obstáculos que históricamente han frenado un desarrollo más equitativo no sólo en nuestro país, sino en el planeta. Reforzar las redes sociales, buscar la equidad y la justicia en todos los terrenos de la vida, eliminar lo que está de más y aumentar lo que está de menos. Estos son nuestros retos.

Agradecimiento

Queremos agradecer a PEMSA-GIMTRAP la beca recibida  para financiar la siste­matización del proyecto  «Maya Chuy, bordado maya: el renacimiento del bordado en Yucatán»,  porque la reflexión desarrollada alrededor de la misma  nos ha permi­tido esclarecer procesos pasados y definir nuestra acción hacia el futuro, así como sistematizar la experiencia para que pueda ser utilizada por  otros  que  anden por nuestros mismos caminos.

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