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A diferencia de las formas mercantiles tradicionales, las formas comerciales recientes se han originado y/o extendido en los últimos años. Se usa el término comercial, en lugar de mercantil, para subrayar que la lógica del mercado comienza a ser más importante que la lógica productiva, imponiéndole sus reglas. En el panorama de la producción y comercialización rural del bordado maya yucateco aparecen las siguientes formas comerciales:

  1. La venta individual por encargo para consumo comercial es de origen tradicional. En ésta la producción del bordado tradicional se eslabona con la producción comercial y, en cierto modo, constituye la punta de lanza de las nuevas formas comerciales.
    Las mujeres “solas”, que producen por encargo para consumidoras o comerciantes, comprometen cada vez más su tiempo en la producción comercial a través de diversos caminos: venta de productos realizados por ellas, encargos de comerciantes de la comunidad o externos, o bien la maquila de su trabajo. En el caso de la maquila hay varias modalidades: puede ser que quien encarga aporte la tela, los hilos y los diseños, o aporte sólo alguno de dichos elementos y la bordadora ponga los demás. La maquila puede incluir sólo el bordado o también incluir el pintado y el armado de las piezas, de tal manera que cada prenda tiene un valor que sólo pagan los maquiladores más modernos.
  2. La venta colectiva por encargo para consumo comercial se realiza por grupos de bordadoras y está dirigida a comerciantes y/o maquiladores externos o internos que incluyen a las propias presidentas de los grupos. Las prendas se consideran mercancía si las bordadoras aportan todos los insumos y se consideran maquila si sólo se les paga la mano de obra. En este caso también existen variantes que incluyen el pago de alguna o todas las materias primas.
  3. La venta colectiva directa a consumidoras o comerciantes se realiza con los productos hechos por las socias de los grupos de bordadoras a través de la venta directa a consumidoras o comerciantes sin encargo previo. La venta se realiza al ofrecer los productos y la persona encargada de dicha actividad no recibe ganancia alguna. Esta forma de venta es poco frecuente.
  4. La venta individual de bordadoras que pertenecen a grupos se realiza sin la mediación del grupo. Este tipo de venta es frecuente cuando el gobierno o los candidatos de los partidos otorgan insumos que son repartidos entre las bordadoras. La responsabilidad del “crédito” es individual.
  5. La venta de la fuerza de trabajo es realizada por las bordadoras que trabajan para algún taller a cambio de un salario o por maquila.

Al considerar la organización social de la producción, se presentan dos situaciones:

  1. Bordadoras que trabajan por su cuenta.
  2. Bordadoras que pertenecen a grupos.

Las bordadoras que trabajan por su cuenta son las que no pertenecen a un grupo. En este segmento entran las bordadoras de autoconsumo, las que trabajan en sus diferentes variantes (incluyendo que les den o no las materias primas) para maquiladores comunitarios o externos (incluyendo a las que venden a consumidoras o comerciantes, ya sea por encargo o por venta de productos propios).

Muchas bordadoras de este sector son mujeres casadas que no quieren o pueden pertenecer a los grupos y que no requieren tampoco de un ingreso regular, más accesible dentro de un grupo. En el otro extremo están las mujeres sin problemas de financiamiento al tener clientes seguros.

En este rubro caben también las bordadoras que son intermediarias y compran o encargan bordado en su comunidad o en otras, y luego lo venden.

Las bordadoras que pertenecen a grupos se organizan para obtener un financiamiento, requisito establecido por algunas agencias.

Las formas de organización más frecuentes son UAIM (Unidad Agrícola Industrial de la Mujer), SSS (Sociedad de Solidaridad Social) y S. de R.L. (Sociedad de Riesgo Limitado); y en menor medida están las cooperativas. Con el término de ‘cooperativa’ ocurre lo mismo que con el de ‘microempresa’: se usan sin rigor, como sinónimo de grupo organizado en un caso y de grupo productivo en el otro.

A partir de la organización técnica de la producción tenemos las siguientes situaciones:

  1. Bordadoras que realizan el proceso productivo en su totalidad.
  2. Proceso realizado con división del trabajo.

Las bordadoras que realizan todo el proceso productivo pintan, bordan y arman. Este tipo de organización puede darse en bordadoras por su cuenta y en bordadoras de grupos. La división del trabajo depende del volumen y/o del tipo de prendas: la confección de muchas prendas introduce la necesidad de una división del trabajo, y también sucede así con la presencia de prendas no tradicionales que involucran cortes, costuras, diseños y distribución de los bordados diferentes a los de los hipiles.

La división del trabajo da lugar a las siguientes especializaciones: cortadoras, dibujantes, pintadoras, bordadoras y armadoras, en el caso del bordado de máquina.

La distinción entre dibujantes y pintadoras radica en que las primeras son quienes elaboran dibujos y las segundas son quienes pintan las telas y no necesariamente coinciden, cuestión que no ha sido registrada ni por Rejón (1994), ni por Etcharren (1994), quienes funden ambas actividades en una sola.

Tanto las dibujantes como las pintadoras forman parte de la producción tradicional sólo que en ello se especializan. Cuando predomina la producción tradicional de autoconsumo, tanto las dibujantes como las pintadoras suelen ser también bordadoras.

Al desarrollarse el bordado comercial las primeras actividades que se separan del bordado son el dibujo y el pintado, entonces aparecen las dibujantes y pintadoras especializadas que, normalmente, dejan de bordar por falta de tiempo.

El corte y el armado de hipiles suele derivarse de las bordadoras “solas” por encargo quienes, al ver crecer la demanda, aprenden a cortar y armar y dejan de bordar para encargar el bordado a otras. Su disponibilidad de tiempo y libertad, aunada a su necesidad de ingresos, las impulsa en esa dirección que, en muchos casos, las lleva a dedicarse también al comercio. Estas mujeres suelen organizar, desde sus hogares, a otras bordadoras y a veces son ellas quienes impulsan la formación de grupos.

Las bordadoras generalmente son mujeres casadas que tienen múltiples obligaciones domésticas y que, entre una actividad y otra, toman tiempos para dedicarse al bordado y obtener algún ingreso.

El encargo de prendas diferentes ha acrecentado la necesidad de especialización. Frecuentemente cuando los encargos provienen de comerciantes del exterior ni los dibujos, ni el pintado, ni el corte, ni el armado de los productos se realiza en la comunidad.

Si se toma como criterio el lugar donde se trabaja, las situaciones registradas en las bordadoras yucatecas son las siguientes:

  1. Bordadoras que trabajan en el hogar.
  2. Bordadoras que trabajan en un taller familiar propio.
  3. Bordadoras que trabajan en un taller ajeno dentro o fuera de la comunidad.
  4. Bordadoras que trabajan en un taller grupal propio.

La gran mayoría de las bordadoras mayas yucatecas, ya sea trabajando por su cuenta o en grupos, realizan el bordado en su hogar entremezclado con sus múltiples actividades y rodeadas de familiares y niños.

Algunas bordadoras de pueblos como Kimbilá tienen talleres familiares y trabajan en ellos. Dichos talleres están adaptados en sus casas y son pocos los que existen en el estado. Se trata de talleres usualmente con máquinas industriales.

La contraparte de las bordadoras que trabajan en estos talleres son aquellas que trabajan como asalariadas en un taller ajeno, como los existentes en Mérida, Valladolid y otras ciudades grandes del estado.

Finalmente, existe un taller en Santa María Akú, municipio de Halachó, que pertenece a un grupo de bordadoras que se reúnen a trabajar, aunque hace muchos años que no lo hacen en colectivo sino de manera individual. Se trata de un caso aislado en Yucatán. Tienen máquinas industriales y aunque se encuentran en un espacio colectivo cada una es dueña de su propia máquina.

Sólo cuando la producción se organiza en talleres la actividad se desarrolla hasta la categoría de oficio, pero en la gran mayoría de las situaciones esto no ocurre.

A partir del criterio del financiamiento las situaciones observadas son las siguientes:

  1. Bordadoras con financiamiento propio.
  2. Bordadoras con subsidio.
  3. Bordadoras con crédito.
  4. Bordadoras con ganancias.

El financiamiento propio puede provenir de la venta de un cochino, de una gallina o de una alhaja y permite comprar tela e hilos para bordar. Se recurre a éste en el marco tradicional, tanto por las bordadoras de autoconsumo como por aquellas de “oficio”.

El financiamiento por subsidio proviene de los candidatos a puestos de elección o del gobierno y sólo se otorga a grupos organizados.

El crédito lo otorgan las instituciones oficiales a grupos “organizados” aunque no se manejan colectivamente. Es frecuente que los créditos acaben siendo subsidios porque caen en cartera vencida y los grupos no los pagan.

Las ganancias provienen de las ventas comerciales voluminosas y constantes y por lo tanto sólo los comerciantes, los maquiladores de las comunidades, los grupos de bordadoras y los comerciantes externos tienen acceso a ellas.

En las distintas regiones la dinámica socioeconómica, cultural y técnica ha favorecido la presencia de diversas situaciones. Por ejemplo, la zona milpera ha propiciado la formación de muchos grupos de bordadoras de máquina de pedal que trabajan en sus hogares, con presidentas intermediarias, maquiladoras y comerciantes que alguna vez fueron bordadoras de oficio y quienes reciben créditos. La zona ex-henequenera presenta menos grupos, ya que en amplias regiones el bordado de hilo contado ha predominado y es más difícil organizarlo grupalmente. Estos grupos también reciben subsidios, pero tienden a trabajar de forma dispersa. Los talleres se han concentrado en pueblos como Kimbilá, Tekit y Teabo.

Se ha aludido a situaciones tradicionales y a situaciones nuevas. Sin embargo, a excepción de los talleres mecanizados y en los que se realiza trabajo asalariado, no se pueden definir las nuevas situaciones en relación con la lógica tradicional.

A pesar de que cada día se recurre más al dinero, como es la familia y no los individuos la unidad desde la que se construye la estrategia de supervivencia, las nuevas situaciones por muy impregnadas de dinero que se encuentren, no parecen subordinarse todavía a la lógica del mercado. Las relaciones comerciales recientes, aunque parecen modernas, miradas más de cerca parecen haber sido absorbidas por una lógica tradicional regida fuertemente por las relaciones familiares, comunitarias y hasta caciquiles. Lo mismo ocurre con las relaciones al interior de los grupos y las relaciones que se dan entre éstos y el gobierno. En la base de esto se encuentra una estructura productiva que ha determinado esta situación.

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