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Origen, objetivo y trayectoria

El proyecto Maya Chuy (así lo denominaremos en adelante con fines de simplificación) inició en 1992 en el marco del Centro de Estudios para el Desarrollo Regional A.C. y posteriormente se insertó en la Fundación Tun Ben Kin A.C., que nació un año después, en donde se desarrolla desde entonces.

El proyecto ha tenido como objetivo central transformar el bordado en una fuente de ingresos dignos para las bordadoras maya yucatecas y partió del supuesto de que la punta de lanza de dicha transformación era el trabajo en el diseño para diversificar la producción y elevar la calidad de los productos, ya que sólo productos atractivos, variados y de buena calidad, podrían abrir las puertas de los mercados para que el bordado pudiera generar los ingresos dignamente remunerados que las bordadoras esperan.

Lograr el objetivo central tiene repercusiones importantes: frena la migración laboral femenina hacia las urbes, colaborando a evitar la concentración urbana con todas las consecuencias que implica, al favorecer la permanencia de las mujeres en sus comunidades y cerca de sus hogares reforzando la integración familiar y previniendo así la drogadicción y delincuencia que comienza a perfilarse en el horizonte rural yucateco; impulsa la equidad genérica y la autonomía de las mujeres; amortigua la presión sobre los recursos naturales al favorecer la obtención de ingresos en actividades alternativas; y, finalmente, fortalece y desarrolla la cultura y la identidad regionales.

Con un apoyo de Caritas de Dinamarca, antes de iniciar acciones se realizó un diagnóstico en 33 comunidades, se recopilaron 160 piezas para conocer las técnicas, las prendas y la calidad existentes, se registraron los grupos formales e informales y su trayectoria organizativa y de comercialización. Sobre esa base y con la ayuda de una bordadora profesional danesa, se comenzó a trabajar con tres grupos para mejorar la calidad de su bordado, para aplicar el bordado tradicional a productos de consumo moderno y para aplicar nuevo bordado inspirado en la flora, fauna y cultura regionales y en la iconografía maya. Esta etapa duró dos años (1992-1994) y culminó con una gran exposición que fue montada en el MACAY (Museo de Arte Contemporáneo Ateneo Yucatán) y que, reducida, ha quedado como exhibición permanente en el Museo que está en el centro de Mérida.

Hasta ese momento pensábamos que nuestra labor consistía en generar diseño y capacitar a las bordadoras para mejorar la calidad de sus productos y para aplicar sus bordados tradicionales o los bordados renovados en artículos de consumo moderno, así como impulsar su autogestión. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que el bordado en Yucatán no era un oficio y que su producción se encontraba en una fase doméstica -y por lo mismo muy atomizada- así que la introducción de nuevos productos, nuevos diseños y de una normativa de calidad, además de involucrar cambios importantes en los procesos técnicos de trabajo y en la organización de la producción, también implicaba el ingreso en una dinámica de mercado que ni nosotras ni las bordadoras estábamos preparadas para manejarla adecuadamente. Esto obstaculizaba la posibilidad de autogestión inmediata de los grupos y nos obligó a nosotras a encargarnos de organizar dichos aspectos, pese a no tener experiencia, porque era necesario crearla para que los grupos de bordadoras pudieran crecer y desarrollarse.

Para vender tuvimos que abrir una comercializadora, porque desde una Asociación Civil no se puede “lucrar”. Desgraciadamente, quienes hacen las leyes y la mayoría de la gente, creen que ganancia es sinónimo de lucro y no pueden imaginarse una ganancia que no se apropie para fines particulares, de lucro, sino para fines sociales.

La comercializadora de Tun Ben Kin A.C. es Maya Chuy y, como tal, es una empresa social, porque las “ganancias” no se las apropia ninguna persona particular, sino que se invierten para sostener el trabajo de la propia comercializadora. Además, tenemos que subrayar que las “ganancias” las entrecomillamos porque aún no alcanzamos nuestro punto de equilibrio y, por lo tanto, en el balance final anual, toda vía se opera con pérdidas porque, aunque ya hemos logrado dominar la producción, aún no hemos podido dominar la comercialización.

A partir del momento en que aceptamos el reto de construir con las bordadoras la experiencia que era necesaria para crecer y desarrollarse, se inició una aventura conjunta, en la que juntas hemos ido enfrentando problemas, cometiendo errores y también aprendiendo; ahora nos damos cuenta que hemos formado parte de un proceso que ha involucrado cambios y transformaciones drásticas e importantes. En seguida revisamos los puntos esenciales de nuestro aprendizaje.

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