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Como ya mencionamos, cuando Banrural otorgaba créditos a las bordadoras, el propio banco se encargaba de la comercialización. En la actualidad, cuando se les otorgan los créditos a los grupos no se establecen compromisos de comercialización con las bordadoras y son ellas mismas las que se quedan con las prendas que no pueden vender, lo cual es bastante frecuente porque no producen con calidad, porque han abarrotado el mercado con hipiles y “ropa típica” que ya no es atractiva para los nuevos mercados, y porque no tienen condiciones para comercializar debido a que sus compromisos domésticos se los impiden, porque es difícil la comunicación desde sus pueblos y muchas mujeres no saben leer ni escribir. En los casos más extremos ni siquiera elaboran prendas bordadas, sino que simplemente venden la materia prima a quienes sí bordan.

En el oriente, las organizaciones de artesanas que se han organizado con dinero del Fondo Regional de Valladolid, impulsado por el INI, salen a vender a la plaza central de Valladolid a los turistas que viajan por la ruta Mérida-Chichén Itzá-Cancún. Sin embargo, enfrentan problemas de abarrotamiento de mercado a causa de que sólo producen la ropa tradicional y la “típica”, de mala calidad y en la que la ausencia de manejo de tallas, limita aún más la venta. Por otra parte, la mayoría de las bordadoras que forman parte de estos grupos entregan sus prendas a las presidentas, que en realidad son intermediarias.

En Mérida, varias tiendas del centro y las ventas que se promueven los domingos por parte del Ayuntamiento, son para estimular a los artesanos. En el caso del bordado, apenas comienzan a aparecer en el monótono paisaje del bordado típico y tradicional algunos productos nuevos como los que se han impulsado en nuestro proyecto.

La Casa de las Artesanías ha jugado un papel muy importante desde que se creó, en 1976, ya que ha sido uno de los principales compradores de artesanías. En los últimos siete años se ha trabajado mucho para impulsar la calidad y la renovación del diseño. Actualmente vende en el centro de Mérida, en el aeropuerto y en Uxmal, y este año tiene intenciones de abrir una tienda en el norte de Mérida y otra en Chichén Itzá. En este último sitio existe un mercado enorme porque confluyen allí prácticamente todos los turistas que visitan Yucatán o Quintana Roo. Sin embargo, las artesanías que allí se venden son, en su mayoría, de otras partes de la república y de muy mala calidad.

Las tiendas artesanales se han multiplicado por todo el estado al calor del desarrollo turístico, pero al igual que en Chichén, muchas veces no se venden las artesanías yucatecas debido al estancamiento que reflejaron por mucho tiempo.

Actualmente se están recreando los diseños, se están generando otros nuevos y se están aplicando a productos de consumo moderno. Sin embargo, no ha resultado fácil encontrar los segmentos adecuados del mercado para muchos de los nuevos productos artesanales.

Cuando se ha elevado la calidad de algunos productos y, por lo tanto, suben los precios, mucha gente que tradicionalmente consumía artesanías deja de comprarlas porque tienen el prejuicio de que la artesanía por definición es barata; es decir, por provenir de grupos étnicos discriminados socialmente se espera que regalen su trabajo. Pero el hecho de que se continúe dirigiendo los productos de diseño renovado exclusivamente a los mercados turísticos, cuando en realidad deben dirigirse a otros segmentos del mercado, también ha influido para que los artículos renovados no se vendan tan fácilmente, porque se trata de productos que, al rediseñarse, quedan preparados para ser consumidos por otros sectores sociales nacionales o internacionales con mayor poder adquisitivo.

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