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II. Marco socioeconómico, cultural y político del bordado yucateco

Olga Silvia Terán y Contreras

Desde la época de los Mayas Antiguos, el bordado ha sido parte integral de la economía milpera. La milpa ha sido el eje de un sistema productivo que va más allá de la mera agricultura.
En las fiestas patronales, los profusos bordados que decoran los hipiles de las mujeres, los estandartes y pabellones que identifican a los gremios religiosos, los ternos y pañuelos de las vaqueras, y la mantelería de los altares eclesiásticos y domésticos, inundan de flores de hilo el paisaje de las comunidades yucatecas.
En todas las comunidades y grupos productivos existen bordadoras que realizan sus labores con gran habilidad. Asimismo, hay otras que destacan por su inventiva y creatividad, y a veces reúnen ambas cualidades.
En las ciudades, el antiguo terno que usaron las mujeres mestizas para definir su identidad fue paulatinamente sustituido por el vestido occidental.
La crisis agrícola ha obligado a las familias campesinas a reorientar el papel relativo de sus estrategias, aunque éstas no hayan cambiado en esencia, pues siguen siendo diversas, integrales y familiares. Este proceso adaptativo se ha realizado de diferentes formas en las distintas regiones productivas del estado.
Aunque siempre ha existido cierto grado de comercialización del bordado tradicional yucateco, su transformación en producto predominantemente comercial comenzó en la década de los años setenta, a raíz de la crisis agrícola que afectó a las zonas henequenera y maicera.