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Crisis del bordado tradicional y de la ropa “típica”

Entre las jóvenes mayas la sustitución del hipil por ropa juvenil a la moda de las grandes urbes ha disminuido la demanda de esta prenda en las comunidades, pues sólo las mujeres adultas visten hipil Así se presenta una paradójica situación en la que el hipil se produce cada vez más para consumo de sectores externos a la comunidad y a la cultura de origen, que para consumo de la cultura maya.

Limitaciones del hipil comercial y de la ropa “típica”

Pese a la disminución de la demanda de hipiles en los pueblos, dado que eso es lo que se sabe bordar en todos ellos, cada nueva mujer que se incorpora a las filas de las que buscan ingreso monetario produce dichas prendas. Así, el mercado se encuentra saturado lo que deriva en un pago muy bajo por las prendas, el cual las bordadoras tratan de compensar con una disminución de la calidad que, a su vez, repercute en el deterioro progresivo de los precios y genera un círculo vicioso que conduce al abandono de la actividad y su sustitución por otra mejor remunerada como es el servicio doméstico.

La saturación del mercado de hipiles se debe, en parte, a que, aunque existe una demanda en los medios urbanos regionales, ésta se restringe a mujeres adultas de clase media y alta que son las que los consumen. Las jóvenes, que conforman un gran mercado, no consumen hipiles, y los turistas, que son un mercado creciente e importante, consumen poco porque en el clima de la mayoría de las regiones del país y en el norte templado del mundo, que es de donde vienen más turistas, un hipil resulta poco conveniente.

Los hipiles son de muy “mala calidad” desde la óptica del mercado al que se dirigen, tanto por las telas que se usan, por lo “mal hecho” del bordado (puntadas disparejas y poco tupidas) y lo “mal acabados” (costuras fruncidas, reveses deshilachados, orillas mal picadas y costuras sobre los bordados). Además, las bordadoras desconocen los sistemas de tallas y hacen los hipiles en tallas definidas al “tanteo” de modo que un buen número de ventas potenciales se frustran porque las clientas no encuentran hipiles de su talla. Finalmente, otro obstáculo son los dibujos casi iguales en todos lados. Estos aspectos profundizan los efectos de la saturación pues, pese a la sobreoferta, es evidente que los hipiles “bien hechos” siempre se venden, así como aquellos que tienen diseños novedosos. El mercado de mujeres de clase media y alta urbana todavía resulta restringido porque los hipiles son poco atractivos.

La “ropa típica” ya no es una alternativa comercial importante pues presenta los mismos problemas de la ropa tradicional: saturación del mercado, baja calidad, colores y diseños poco atractivos.

La producción de hipiles bajo estas condiciones sólo es sostenible en dos situaciones: 1) si la bordadora forma parte de una unidad productiva en la que el dinero juega un papel secundario y basta con recuperar el valor de las materias primas que se invirtieron en un hipil, aunque no se recupere el valor de la fuerza de trabajo porque su elaboración se constituye en ahorro; y 2) cuando la bordadora forma parte de un grupo que recibe subsidio del gobierno como parte de su política clientelista.

Consecuencias de la crisis del bordado tradicional comercial

En la mayoría de los casos de bordadoras, acentuándose en el bordado de mano, los tiempos de producción son prolongados y la mano de obra es mal pagada o no se paga. Esto se debe a varios factores:

  1. Los productos se producen bajo una lógica productiva de autoconsumo elevando los costos.
  2. El abaratamiento de la mano de obra debido a la saturación del mercado y la baja calidad de los productos.
  3. Dificultad en la recuperación del valor real del producto.

Los factores antes mencionados obligan a las mujeres a abandonar el bordado y dedicarse a otras actividades mejor remuneradas como son el trabajo doméstico en Mérida, la venta de frutas y otros productos, y el trabajo como meseras y similares. Esto provoca otros problemas ya que, al salir a trabajar a otras comunidades o ciudades, las mujeres dejan a sus hijos provocando inestabilidad familiar. Además, dejar de bordar para trabajar como empleada doméstica implica una descalificación de la mano de obra porque el bordado implica cierta especialización.

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