Menú

Política artesanal nacional y estatal

La política del estado mexicano hacia las artesanías ha variado históricamente de acuerdo al desarrollo regional y nacional de las mismas. Becerril (s.f.) nos informa que la constitución de 1857 no consideró a los artesanos y que la de 1917 hace referencia a ellos sólo desde una óptica industrial. Finalmente agrega que en los años veinte lo artesanal y el arte popular fueron objeto de gran atención, pero con un carácter marcadamente estético.

La no consideración de los artesanos en la Constitución de 1857 seguramente se debió a que el fenómeno artesanal, tal como lo conocemos ahora, no existía en ese entonces. Por un lado, en la Colonia fueron introducidas una serie de artesanías traídas de España, como la orfebrería o la talabartería, que se deben de haber constituido en oficios artesanales desde la Edad Media en Europa. Por otro lado, en Mesoamérica existían una serie de artesanías que fueron verdaderas especialidades, como el tallado de piedras duras o la escultura en barro, mismas que desaparecieron o fueron desplazadas y/o sustituidas por las artesanías de los conquistadores.

Así que en 1857 las artesanías mesoamericanas no existían como tales y las hispanas seguramente se consideraban en la Constitución en el ramo de los oficios. La referencia a las artesanías desde un enfoque industrial en la Constitución de 1917, puede deberse a que sólo se tomaban en cuenta aquellas actividades realizadas en el marco urbano. Finalmente, la atención que pudieron haber recibido las artesanías en su carácter de arte popular en los años veinte, seguramente estuvo relacionada con el movimiento revolucionario y con la revaloración de la cultura campesina e indígena que dicho movimiento impulsó, misma que se reflejó sobre todo en el arte pictórico mexicano y en el movimiento muralista.

La mayoría de las artesanías actuales fueron en su origen actividades campesinas realizadas para producir valores de uso; esto es fabricación de satisfactores de autoconsumo familiar, que luego se transforman en actividades para la producción comercial, en la medida en que los campesinos ven constreñido su autosustento y requieren dinero para complementarlo.

No fue sino hasta los años setenta cuando se creó el Fideicomiso para el Fomento de las Artesanías que representa una política más claramente definida y más amplia hacia la producción artesanal. Esto no es casual, pues coincide con la crisis agrícola del país y con la creciente demanda de dinero en las economías campesinas, que encuentran una manera de obtenerlo a través de la venta de productos artesanales.

Esto no significa que en épocas anteriores no hubiera habido políticas al respecto. Lo que ocurre es que las políticas previas no tuvieron un carácter ni integral, ni nacional. En los años veinte, en concordancia con la necesidad de afianzar una política cultural propia, se revaloraron el arte popular y la artesanía, y por eso se destacó el aspecto estético en las discusiones y en las acciones. Más tarde, hacia 1940, se comenzó a reflexionar sobre los aspectos sociales y económicos, pero con base en acciones atomizadas, porque sólo algunas regiones como Michoacán, Guadalajara o Santa María, en las que ya existían artesanías consolidadas comercialmente, se planteaba la necesidad de un fomento artesanal impulsado por el Estado. En 1955, en Oaxaca, el Banco Nacional de Comercio Exterior, incorporó la perspectiva económica en los programas artesanales porque la economía estatal así lo exigía.

A partir de 1970, la crisis nacional obligó a la elaboración de una política artesanal nacional, definida integralmente, que procuraba resolver problemas de materias primas, de calidad en la producción, de promoción a través de exposiciones y de comercialización.

En esta década también comenzaron a formarse las primeras Casas de las Artesanías estatales y -aunque Becerril arguye que dichas instituciones fomentarían la desarticulación con el Gobierno Federal- nosotros creemos que su impulso fue un acierto porque la regionalización es una parte importante de la política, ya que las realidades artesanales son múltiples y diversas.

No obstante del reconocimiento de la diversidad de los problemas en torno a la producción artesanal y a sabiendas de que es necesario valorar y preservar, pero también transformar, aún no se tiene claridad sobre el papel potencial y estratégico de la producción artesanal como generador de empleos rurales y de cultura a nivel nacional, como tampoco se ha cobrado conciencia de que las artesanías campesinas no han estado organizadas como oficios, dado que tradicionalmente no han sido producidas con fines comerciales y porque dicha transformación es una tarea muy grande que involucra el conocimiento profundo de cada actividad que demanda una acción planificada y constante para conducirla a una profesionalización que propicie un crecimiento sólido, amplio y digno.

En Yucatán la crisis nacional se reflejó en el deterioro de las economías henequenera y maicera, y en concordancia con la tendencia nacional de impulso a la artesanía fue creado el Departamento de Artesanías del Gobierno del Estado en 1970, que a partir de entonces ha sido el instrumento principal de fomento artesanal en esa entidad. Sin embargo, ya desde mediados de la década anterior se realizaron ferias artesanales en algunos parques de Mérida y en los bajos del Palacio de Gobierno. El Programa de Diversificación Agropecuaria y el impulso a las artesanías fueron impulsados con el fin de ofrecer alternativas de empleo a los campesinos, amortiguar la migración a las ciudades y contrarrestar conflictos sociales (Villanueva, 1966: 44-45).

Brazo importante del Departamento de Artesanías ha sido la Casa de las Artesanías, pues desde allí se ha apoyado la comercialización. La tienda ha pasado por sus altas y bajas, pero en los últimos años se ha ido avanzando en la definición de una imagen que favorece la presentación de los productos. Además, se ha trabajado en el costeo de los artículos artesanales con el fin de estimular a los artesanos a ser más competitivos.

Se ha coordinado con instituciones como FONART (Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías), para organizar concursos y exposiciones, motivando con ello la creatividad y el mejoramiento de la calidad. En la última década se ha abierto un espacio para nuevos diseños que fomenta, además, la diversificación artesanal. También se ha incidido en la producción a través de la realización de capacitaciones técnicas en algunos ramos artesanales y trabajando con recomendaciones en el diseño.

En los años setenta, uno de los aspectos de la política estatal que más destaca fue la organización de artesanos y el fomento de cooperativas. Con esto se buscaba convertirlos en sujetos de crédito, reducir los costos de producción al favorecer compras al mayoreo de las materias primas con los créditos obtenidos y eliminar intermediarios. Hoy sabemos que, aunque organizados puedan obtener créditos, frecuentemente a los y las artesanas no les conviene obtenerlos, porque aún no son lo suficientemente competitivos y los intereses los rebasan.

Aunque las compras al mayoreo ayuden a disminuir el costo de las materias primas, el punto crítico de los costos altos en la producción artesanal sigue siendo el valor de la mano de obra, porque la tecnología sencilla y la organización atomizada de la producción lo elevan. Incorporar alta tecnología contradice al ser artesanal, pero concentrar su producción en talleres para transformarla, lo beneficia y le permite realizar su actividad como oficio. Finalmente, el papel del comerciante que compra los productos al artesano es muy importante e imposible de eliminar, sobre todo en una economía de mercado. No es posible que todos los artesanos vendan directamente a los consumidores, ya que esto sólo es factible cuando la ubicación de las comunidades productoras de artesanías lo permite.

Otra articulación importante ha sido la realizada con las instancias de turismo para promover paralelamente la actividad turística y las artesanías mediante exposiciones y ventas en el extranjero.

Aunque la política hacia la producción artesanal ha sido importante y ha repercutido favorablemente al ampliar la demanda, las filas del artesanado comercial han aumentado a un ritmo mayor. Creemos que el gobierno todavía no ha evaluado adecuadamente el crecimiento del sector y su papel potencial como generador de autoempleo entre los campesinos. Así como los retos que esto requiere enfrentar. Por ejemplo, la capacitación en las distintas ramas no se imparte de manera sistemática, ni con base en diagnósticos que permitan definir con precisión las necesidades que se requiere satisfacer con la capacitación, dadas las especificidades de los procesos de los grupos productivos. Tampoco se ha trabajado en la producción sobre la base de diagnósticos y con la sistematicidad que el caso requiere, para ir construyendo los aspectos técnicos que en la producción y en la organización de la producción de cada rama artesanal se necesitan, para apoyar a los y las artesanas en la organización de su actividad de una manera más eficiente y con mayor capacidad autogestiva para responder a las necesidades de los crecientes y complejos mercados actuales.

Entre quienes producen artesanías destacan las artesanas, dado que muchas de las actividades que las mujeres realizaban para fines de consumo familiar se han ido transformando en artesanías comerciales, de modo que la incorporación creciente de la mujer en trabajos productivos ha sido un fenómeno nacional que, también desde los años setenta, dio lugar a la intervención creciente del Estado en el sector femenino, a través del fomento a organizaciones de mujeres y créditos para las mujeres.

Más Capítulos