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En las fiestas patronales, los profusos bordados que decoran los hipiles de las mujeres, los estandartes y pabellones que identifican a los gremios religiosos, los ternos y pañuelos de las vaqueras, y la mantelería de los altares eclesiásticos y domésticos, inundan de flores de hilo el paisaje de las comunidades yucatecas. Hasta las vírgenes y las cruces se visten con ternos y sudarios coloridos durante las fiestas religiosas. Algunos investigadores creen que las ropas que visten a las cruces son hipiles y que por lo tanto la cruz es femenina (Reed, 1971; Bricker, 1989). La ropa de la cruz no es en realidad un hipil sino un sudario y así la cruz es masculina, los mayas también la llaman patrón.

Así como el santo más socorrido de los milperos es San Isidro Labrador, el santo protector de las bordadoras es, según las mujeres de algunos pueblos, San Juan Bautista. Las mujeres acostumbran prenderle velas para solicitar sus favores y realizar bien sus trabajos.

Pero así como en las milpas, a la protección de los santos cristianos se suma la de los espíritus sobrenaturales como los chaques (regadores) o los kanaan sayab (cuidadores de cenotes), entre las bordadoras de Xocen, un pueblo muy tradicional, los cuidados de San Juan Bautista se complementan con los de Chuen Chuy. Este ente protege a las mujeres que realizan bordado de mano, punto de cruz y bordado de máquina.

Tal creencia que sólo hemos detectado en Xocen, Yucatán, y que probablemente también exista en la zona maya de Quintana Roo, tiene origen prehispánico aunque muestra transformaciones a través del tiempo. En el Diccionario Cordemex se le llama (Ah) Chuen a un “artífice oficial de algún arte” (Barrera et al., 1980: 11O), o sea, a un oficial artesano; y en el Popol Vuh se le llama así a un dios o diosa asociada con los trabajos manuales. En Xocen el significado del Chuen es más cercano al del Popol Vuh (Sarabia, 1984) ya que se trata de un dios o ente sobrenatural.

Una idea muy generalizada entre las bordadoras yucatecas es que quien toque la piel de una víbora de cascabel puede llegar a ser una gran bordadora de xoc chuy o hilo contado, pero el precio que paga por ello es tenerla en sus sueños constantemente, cosa que a nadie gusta por la asociación que dicho animal tiene con el diablo. Es probable que la creencia tenga un origen anterior a la Conquista y haya estado relacionada con la víbora porque era un símbolo positivo de fertilidad y sabiduría. De hecho, eso es lo que aún se refleja entre las mayas de Quintana Roo, quienes representan en el bordado muchas partes de la víbora de cascabel y de la boa constrictor: después de bordar trece hipiles tienen que bordar el siguiente con algún diseño de serpiente para que estos animales no condenen a las bordadoras (Alonso, 1994: 14-18).

Las bordadoras están convencidas de que sus máquinas tienen voluntad propia y por eso hay máquinas “caprichosas” o “mañosas” que se acostumbran a trabajar cierta técnica y luego ya “no quieren” hacer otra. Las telas también tienen alma y las telas “desobedientes” o “rebeldes” son las que no se dejan pintar fácilmente.

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