Pasé un tiempo maravilloso en el INAH, desde donde pude lograr muchos proyectos interesantes, tanto los que me encargaron como parte de mi trabajo, como también algunos de mi propia iniciativa. Siempre tuve el apoyo de los tres directores que tuvo la institución durante el tiempo que trabajé en ella: Raúl Murguía, José Luis Sierra y Jorge Bolio Osés. Tampoco puedo olvidar la solidaridad que nos brindaron cuando nuestra hija Maya se accidentó y tuvo una hemorragia cerebral grave, pues con la colecta espontánea que organizaron pudimos pagar parte de los gastos hospitalarios.
Como he mencionado, como fotógrafo yo pertenecía al equipo técnico. Con eso no tuve problemas, pero cuando de repente se ordenó la norma para los técnicos —y no para el personal académico— de checar entrada y salida, aun cuando no hubiera nada que hacer, sentí que había terminado mi tiempo en el INAH. Y aun con plaza federal y pensión garantizada, renuncié. Mejor ser libre que “checar nalgas” el resto de mi vida.