En los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado, la estructura demográfica de mi país, Dinamarca, cambió por la creciente migración de personas, sobre todo de los países árabes. Sobrevinieron muchos choques culturales. Por un lado, empezó a manifestarse un racismo o xenofobia contra los extranjeros, principalmente contra quienes profesaban la fe musulmana y, por otro, se desató una creciente discusión entre los daneses sobre los valores y tradiciones nacionales.
Dinamarca es uno de los muy pocos países, unos dicen que es el único, donde no hay “minorías”. Se ha dicho que los daneses forman una tribu en la que todos se conocen y rápidamente se entienden por compartir la misma cultura e historia. Pero desde hace unos 20 o 30 años hemos iniciado un lento y no siempre fácil viaje hacia una sociedad multicultural. A consecuencia de lo que está pasando estamos tratando de entender y definir qué es la cultura danesa, o sea, quiénes somos.
Entre tanto he vivido en México por más de 35 años, me siento integrado y convivo plácidamente con la cultura mexicana y yucateca. ¡Pero sigo siendo un danés! (parafraseando a José Alfredo Jiménez, el autor del “himno nacional popular”: “Pero sigo siendo el rey”). Siempre seré un danés que está de “visita” en México. Creo que es importante que el mundo no sea una sola cultura “globalizada”, sino que cada región, etnia, tribu y país conserve su propia cultura, para poder ofrecer a la humanidad y a otros países algo diferente, algo que los otros no tienen.
Así, con estas reflexiones danesas, comencé a darle vueltas al asunto para entender “qué es ser yucateco”, cuál es el “pegamento” yucateco que define y/o une a los yucatecos. Muchos hablan de “lo nuestro”, pero qué es eso en realidad. Para tener respuestas, me dispuse a entrevistar a una serie de yucatecos y yucatecas que de alguna manera habían destacado, principalmente en su trabajo o en actuaciones civiles o políticas. Logré hacer 37 entrevistas y sacar fotos de las y los entre-vistados: políticos, empresarios, pintores, actores y luchadores sociales.
Las fotografías y un resumen de las entrevistas se presentaron en una exposición en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), pero el libro que habíamos planeado no vio la luz.
No recuerdo por qué.
Para difundir las opiniones expresadas se ofreció al Diario de Yucatán publicar las entrevistas. El director aceptó, pero con condiciones. ¿Cuáles? ¡Que no se incluyeran las entrevistas al Sr. Abraham Asís!, el dueño de los supermercados San Francisco de Asís, con quien el periódico estaba en pleito. Pero, ¿y la tolerancia, la libre expresión y la ética de la prensa? ¡Hay excepciones!
Aparte de Asís, como persona non grata para el periódico estaba Dulce María Sauri, me imagino que por pertenecer al Partido Revolucionario Insti-tucional (PRI), pero nunca me expusieron la razón. Es interesante ver que ahora Dulce María Sauri es frecuente columnista en el mismo Diario de Yucatán. ¡Cómo cambian las opiniones! ¿Y la gente? ¡Ojalá que sí, y qué bueno, para la buena convivencia, la democracia y la libre expresión!
Bueno, por mi parte, ¿qué decisión tomar respecto a sacar a la luz sólo las 35 entrevistas “bendecidas”? Pues ni modo, decidí aceptar la censura de la “curia” del Diario de Yucatán.¡Todo por la libre expresión!
¿Y cuáles fueron las conclusiones de las entrevistas? Que “la” cultura yucateca no existe como tal. Que las manifestaciones e idiosincrasias culturales dependen y varían según las clases sociales, las ocupaciones laborales y los niveles de educación. Es como cuando se trata de definir “la” cultura mexicana y se resuelve que solamente las tortillas y la Virgen de Guadalupe unen a “todos”. Y ni así.
¿Y la cultura yucateca? ¡La jarana, el relleno negro, los salbutes, el teatro regional! ¡Pues ni esto une a “todos”! Pero, eso sí, todos los entrevistados sabían y sentían perfectamente lo que es “ser yucateco o yucateca”.