Anteriormente los cestos y canastos usados en las granjas y casas de Dinamarca eran tejidos con las varas del sauce. Eso ya es historia, pero aún a mucha gente en sus tiempos libres le gusta cultivar sauces —buenos también como vallas para demarcar predios— con el fin de tejer todo tipo de cestos. El Museo Moesgaard de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, cada año organiza un festival de “tejidos de sauce”. Para ello se invita a artesanos de diferentes países donde todavía hay producción y fabricación casera o artesanal de fibras naturales. En el año 2000, los organizadores me pidieron que montara una exposición de tejidos mexicanos y que además llevara a tres o cuatro tejedores mexicanos para mostrar el proceso de elaboración.
Para juntar material visité tejedores en Querétaro, Michoacán, México, Puebla, Oaxaca, Campeche y Yucatán. No pude visitar a los seris en Sonora, pero conseguí algunos de sus cestos tan bien tejidos que se usan como cántaros. Y en un pueblo alejado y “abandonado”, Santa María Chigmecatitlán, en la Sierra Mixteca, pude comprar todo un circo con artistas, animales y mariachis tejidos en miniatura de 1-2 cm. Increíbles.
En Mérida encontré a una familia extensa que en las calles, mercados y ferias recolectaba bolsitas de junk food y etiquetas de refrescos. Las lavaban, las cortaban en tiras y las tejían para elaborar monederos y bolsas. Por muchos años, cuando eran los únicos que los elaboraban, logré que se vendiera su pequeña producción en Dinamarca. Pero desde hace unos años, cuando los productos fueron “descubiertos” por los asiáticos, éstos empezaron a produ-cirlos en grandes cantidades e invadieron los mercados de Dinamarca, hasta que finalmente sacaron del mercado los productos de la familia que los elabora en Yucatán. Una lástima, porque no creo que la producción china sea elaborada con materiales reciclados, sino más bien con materia prima hecha para tal efecto.
A la exposición Flet og vidjer fra Mexico (Tejidos y mimbres de México), Silvia y yo llevamos a los tejedores: Juana Bautista Tun Collí, de Halachó, Rita Calam, de Calkiní, Juan Kouoh, de Ebtún y, como urdir una hamaca también es una forma de tejido, a doña Magdalena Pool, de Motul. Tanto para los yucatecos como para los daneses fue una buena experiencia.
Regresando a Yucatán oímos por rumores que unas de las participantes se había quejado de que no les daban de comer. ¿No de comer? Creo que todos habíamos subido un par de kilos por ir de una invitación a otra. Luego entendimos de lo que se quejó era, que no había tortillas, y que tenía que acostumbrarse de usar tenedor en vez de tortilla para llevar su comida a la boca. Si cierto, saliendo de su pueblo, siempre se aprende nuevas y ‘raras’ costumbres.