Llegué a Yucatán en 1979 por la buena acción de mi querida esposa de guerra y de paz, Silvia Terán. Ella había iniciado un censo artesanal y para no seguir viviendo en el Distrito Federal me propuso: “¡Vamos a Yucatán! Mucho calor solar para aguantar y mucho calor humano para convivir”. Y aquí estamos, casi medio siglo después.
El registro, descripción y promoción de las artesanías han sido el eje de nuestra vida laboral en Yucatán, de la cual se han generado varios libros y proyectos comunitarios.