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Feliciana | Las mujeres decentes de la 58

Feliciana

Me llamo Feliciana, es mi nombre de bautizo. Nací en el pueblo de Cholul, aquí cerquita [de Mérida]… sigo viviendo en Cholul. Tengo 39 años. ¿Me veo más joven? Sí, pero es porque es de noche. Sí, la piel queda vieja, pero el corazón no.

Tengo ocho años trabajando aquí, empecé a venir aquí por una cuestión económica. Mi ma-rido ganaba poco y tomaba mucho… y me daba poco dinero. Mis hijos estaban chicos, estu-diaban y ellos piden y no entienden porqué no hay. Tengo dos hijos. Me casé cuando yo tenía 17 años y él iba a cumplir 15. Sí éramos muy jóvenes, pero usted sabe cómo son las cosas. Nos casamos para poder tener relaciones, y yo me quedé embarazada con mi hija. Él me llevo a vivir en la casa con su abuela… está muy pobre, muy chica la casa de él, de su mamá, y por eso me llevó a la casa de su abuela que tenía mucho espacio. Cuando di a luz me llevó a la casa de su mamá para que ella me pudiera atender. Mi hija ya tenía cuatro años cuando nació mi [otro] hijo. Teníamos buena relación y nos llevamos muy bien. Él viajaba mucho a Playa del Carmen donde trabaja como albañil y me dejaba sola… regresaba como cada tres o cuatro semanas. Yo empecé a trabajar el trabajo doméstico… porque ese trabajo [servidora sexual] todavía no hacía. Pero se gana poquito con ese trabajo… y como mis hijos estaban creciendo, ya no me alcanzaba el dinero. Pero un día, vino mi cuñada a decirme, vámonos, vámonos… pero yo no quería venir [a la calle 58], porque me daba pena estar con otro hombre. Pero un día, cuando ya no me alcanzaba para nada mi dinero, me volvió a decir, vámonos… y me decidí a venir. Es como empecé, con pena y miedo. Mi cuñada, la hermana de mi marido, sí está todavía aquí, como yo.

En un principio casi no venía aquí, porque estaba con mi marido. Pero un día descubrí que me engañaba, yo no sabía, pero él vivía con otra mujer.. y no venía y no venía. Tenía yo como 14 años viviendo con mi marido cuando lo dejé… salí de su casa y ahorita estoy rentando donde vivo. Entonces yo me enamoré del señor con quien estoy viviendo ahora. Él es más grande que yo, me lleva seis años.

Tengo una hija que tiene 20 años… ella ya se casó y tiene una niña de tres años. Y mi hijo de 16 años tuvo su novia y se juntó con ella. Ellos terminaron su secundaria y aunque yo insistí que siguieran sus estudios, ya sabes cómo son los hijos, ellos no quisieron… y entonces yo me quedé sola. El señor con quien vivo ahora tiene cirrosis, le duele sus pies, su riñón, tiene úlcera y gastritis… él sufre de todo. Se presentó [la enfermedad] hace tres años, pero él no lo veía, no quiso ver… y ahorita tiene de todo. Vivo con él, pero no tenemos relaciones ni nada de eso… como tiene diabetes, ya no puede.

Yo tengo deudas, porque con lo que yo gano aquí compré un terrenito, y lo tengo que pagar poco a poquito, semanalmente. Pago la renta de mi casa, 600 pesos mensuales. Y todo lo que gano lo uso para pagar mi terrenito y comprar material para hacer mi casa. Como mi marido fue albañil, aunque ya no trabaja, me dice: ‘Aunque sea lo último que haga en mi vida, te voy a hacer tu casa’. Y sí la está construyendo, poco a poquito. Porque ya sabes cómo están las cosas ahorita, están caros todos los materiales. Pago casi 3,000 pesos semanales de pago del terreno y material para la construcción. Y por estos pagos, a veces no tengo para comprar otras cosas. Además, a veces tengo que ayudar a mis hijos si tienen problemas… y si no lo hago, ¿quién va a ver por mí más adelante? Mis hijos sí saben lo que hago, pero no me dicen nada, me respetan… nos llevamos bien.

Mi familia saben que estoy trabajando aquí. En un principio no, pero sabían por una cuñada que venía conmigo… poco a poquito se enteraron. Al principio no me hablaban, y claro, está difícil porque da pena. Pero ahora nadie dice nada, como dicen, la tormenta ya pasó, ya estuvo. Lo único que me dicen ya es ¡cuídate!

Yo estoy todos los días aquí… bueno, uno o dos días de la semana no vengo, porque me pongo a lavar o descansar. A veces vengo un rato en la mañana y a veces en la tarde un rato… puedo venir cuando quiera. Donde trabajamos no pagamos nada al dueño del hotel, el cliente es el que paga 50 pesos por 10 minutos, es el tiempo de un servicio. Si quiere quedarse un poquito más, paga más. Es el tiempo que cobramos, una hora es a 300 o 400 de mínimo, o si se retrasan, como 500 pesos. Pero no todos lo pagan, porque a veces no tienen dinero, y ni nos ponemos tanto el brinco ni tan suave, hay que entender.

Me llevo bien con mis compañeras, no soy de pleito. A veces discutimos, pero hay que llevar las cosas con calma. Y gracias a Dios, tengo 8 años en ese trabajo y no he tenido problemas. Antes los policías nos llevaban si nos veían paradas en la calle, pero a mí nunca me han llevado. Por eso estamos sentadas en las escaleras del hotel, y los que quieren un servicio, entran. A veces somos 5 o 10 aquí y al lado hay otro hotel… creo que en total somos unas 20, 30 mujeres que trabajamos aquí, aunque no al mismo tiempo. Hay otros lugares donde se puede trabajar en la 58, pero yo ya me acostumbré acá, y lo que cae es bienvenido. Tú sabes, primeramente Dios y lo que caiga… lo que ganes es bueno.

¿Cuántos servicios doy en un día de trabajo… como hoy domingo? Para decirte la verdad, no me acuerdo, pero no hice muchos hoy, porque llegaron unas nuevas y los clientes prefieren lo nuevo… y así nos quitan la chamba. No es que me dé pena decirte, pero no hice mucho, unos ocho servicios hice. Por cada servicio cobro 100 pesos. Los días que me va bien son los sábados y domingos. Para que me vaya bien tengo que venir tempranito, como a las 7, 8 y salgo a las 10, 11 de la noche. Es cuando saco como 2,000… 2,500, pero es todo el día y toda la noche… y hay que servir a borrachitos y a todos hay que soportar. Pero también hay sábados que solamente hago 3 servicios, y hay días que gano 500… y hay días que no gano nada.

Hasta ahora no he tenido malas experiencias como que me golpeen o no quieran pagar… porque todo pago es por anticipado. Tampoco he tenido enfermedades, pero me cuido, sola-mente lo hago con condón. Si es sin condón, no lo toco. Tomo unos productos que limpian y curan por adentro y quitan malestares… por eso no apesta por adentro, son suplementos alimenticios.

No, no me he checado de sida… y es que mi parte íntima no apesta, no tengo nada, no apesta me dicen los clientes. A otras sí, pero a mí no, porque yo sé cómo cuidarme. Hay clientes que me quieren enamorar, y me dicen que les gusta mi manera de ser, porque no soy como las demás. Porque yo no apuro a mis clientes, diciendo, dale, dale, ya pasaron 10 minutos. Yo los dejo terminar: ‘Termina, está bien’. Y además no quiero tener pleitos con los clientes, porque tengo miedo si un día me ahorcan o me jalan. Yo tengo que hacer mi trabajo y es satisfacer al cliente… cada trabajo tiene su manera de trabajar y yo ya sé el mío. Yo solamente bajo mis calzones, pero si me pagan más me quito toda la ropa, me pagan hasta 400-450 pesos. Hay muchos que pagan poquito y quieren todo, pero así no funciona. Servicio normal es 100 pesos… y si quieren así con posiciones [‘perrito’], te pagan 50 más… y si quieren oral, a 200-250… y anal, cobramos hasta 500-650. Pero no todos tienen tanto dinero para pagar.

¿Que si me gusta mi trabajo? Que me guste, que me encante… claro que no. Pero como digo, el dinero no está demás. Y que me enamore de un cliente, claro que no, además yo ya tengo mi marido y nos llevamos bien. Antes íbamos al baile, pero se enfermó y entró en la iglesia [protestante]… yo lo acompaño al templo, pero allá en la iglesia escondo mi trabajo porque es como una sola familia y me da pena… y ellos no saben qué es mi trabajo. Allá tengo que ir decente… antes de ir me quito mi faldita y mi strapples.

Antes yo tomaba mucho y descuidé a mis hijos, pero desde que me junté con el señor con quien vivo ahora, hace 6 años, bueno, no digo que no tomo, pero solamente una o dos cervezas de vez en cuando, y no me emborracho.

Sí, en la calle donde trabajamos somos ‘putas’, pero yo no soy grosera, no insulto, no hago pleito y me llevo bien y tranquila con mis compañeras. Bueno, antes un poco más [pleitista], pero como mi marido va a un templo, Iglesia de Cristo se llama, ya no. Yo solamente voy de vez en cuando a la iglesia… por mi trabajo aquí, pero él me ha enseñado que no es bueno insultar y buscar pleito. No es que soy santa y sí puedo contestar a los clientes aquí, pero a mis hijos, no. A todos hay que tratar con respeto.

Mire, si quiere saber más de mí, o si quiere hablar con [a casa de] mi suegra, me puede llamar. Te voy a dar mi teléfono… ¿te digo?, es 9991 XXXXXX, allá me puede ‘ver’. Mi nombre es Feliciana, y en el hotel me conocen como La China… por mis ojos ‘chinos’.

¡Ay, ya viene mi camión! Que le vaya bien, adiós… ¡ah me habla!