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Jinetes del cielo maya

Dioses y diosas de la lluvia

Jinetes del cielo maya, dioses y diosas de la lluvia

Es ampliamente aceptado que los códices mayenses que han sobrevivido, fueron pintados y escritos por escribas artistas que vivieron en la parte norte de Yucatán (Thompson, 1993: 43), zona correspondiente a la región donde se encuentra Xocén. Se piensa que el Códice Dresden proviene de alguna parte cercana a Chichén Itzá, ciudad tan cercana a Xocén que dicen que sus cenotes están conectados. Hay historias que dan fe de esta conexión[1]. Por eso, las relaciones que establecemos entre los dioses del Xocén de hoy y los de los códices, pueden considerarse válidas al provenir de la misma región.

Varias ideas nos surgieron al mirar los códices a través de los interesantes datos que arrojan los rezos y oraciones del Ch’a Cháak de Xocén. Creemos que la metodología sugerida podría ayudar a iluminar el pasado. Cada representación podría ser identificada para determinar a qué dios particular se está aludiendo, cruzando los datos como sugerimos. No hemos profundizado mucho acerca de las interpretaciones que aquí sugerimos debido a que no es nuestra especialidad. Esperamos que la información de este libro pueda contribuir a la realización puntual de dicha identificación y este capítulo constituye un ensayo inicial de dicho ejercicio.

El dios B

En el Códice Dresden se han identificado 141 representaciones de dioses de la lluvia, según el mayista Schellas (mencionado en Thompson, 1987:309), debido a que ellos eran los aliados celestiales más importantes para asegurar el pan de cada día. Cháak es el dios más representado en el Códice y ha sido nombrado por arqueólogos y mayistas, siguiendo a Schellas, con el nombre poco alentador pero práctico, de “dios B”.

Mercedes de la Garza describe al dios B con estas palabras:

 “Chaak, el dios B de los códices, se representa con larga nariz colgante, sobre la cual hay un elemento en forma de voluta curvada hacia arriba, tiene ojo serpentino con pupila en forma de espiral y bajo el párpado inferior lleva otra voluta semejante a la de la nariz que se prolonga sobre la sien, un colmillo curvo serpentino sale de la comisura de la boca. En la mano porta a veces un hacha que simboliza el rayo, y en otras lleva una antorcha, símbolo de la sequía, ya que de él dependía que lloviera o no. Aparece también en pinturas y esculturas.

La deidad claramente deriva de la serpiente, símbolo por excelencia de agua y energía vital, lo cual se corrobora en imágenes donde una serpiente ondulante con símbolos acuáticos en el cuerpo y que se levanta en medio del agua, lleva la cabeza del dios B.

Chaac es una de las deidades cuádruples de los mayas yucatecos, asociadas con los cuatro colores de los rumbos cósmicos (negro, blanco, rojo y amarillo) y en otros grupos mayances tiene equivalentes, relacionados sobre todo con los relámpagos. En obras clásicas de la península de Yucatán, pertenecientes a los estilos Rio Bec, Chenes y Puuc, Chaac aparece como un gran mascarón geométrico hecho de mosaico de piedra, que decora buena parte de los edificios de estos estilos. Los mascarones tienen claros rasgos serpentinos, y una larga “nariz” que puede levantarse o descender, adornada a veces con círculos acuáticos, y que simboliza la fauce superior alargada de la serpiente”. (Schmidt et al., 1999:238-239)

Aunque Schellas (1904:18) y otros autores identificaron al dios B con Kukulkan[2], Taube (1992:17) plantea que está ampliamente aceptado que el dios B es Chac, el dios de la lluvia y del relámpago. Al ser un dios cuádruple, sus partes se asocian con cuatro colores y puntos cardinales, como lo destaca De la Garza en el párrafo anterior. Como su nombre glífico lleva a veces el prefijo yax, que representa el verde y el centro, se sugiere que debió haber un quinto chac para el centro. Más adelante nos referimos con más amplitud respecto a este punto.

A la luz de los datos etnográficos de Xocén, pensamos que, efectivamente, bajo el nombre de dios B se representa a los cuatro (o cinco) Cháako’ob, quienes rigen las lluvias de las cuatro direcciones. Sin embargo, considerando que hay mucho más chaques, además de los cuatro o cinco principales —de acuerdo con datos etnográficos precedentes a este libro (Redfield y Villa Rojas; 1967 y Villa Rojas, 1978) y a información de Xocén, planteada en publicaciones previas (Rasmussen, 1993; Terán y Rasmussen, 1994), así como a la vertida en este libro—, cabe la posibilidad de que las deidades agrupadas bajo el nombre del dios B en la iconografía maya sean más de los cuatro o cinco  dioses regentes y representen a más dioses[3].

Aunque lo propuesto por Thompson de que “los muchos nombres de los Chacs parecen reflejar la costumbre maya de aplicar muchos apelativos a una sola divinidad o un grupo de divinidades, principalmente para poner de relieve sus funciones…” (Thompson, 1987: 312), es cierto en algunos casos, en otros pareciera no ser así.

La investigación realizada en Xocén, nos permite suponer que muchas funciones disgregadas son realizadas por dioses diferentes, sobre todo en el caso de los dioses de la lluvia. También parece ser que varios de ellos descienden en línea directa de los dioses prehispánicos y, por lo tanto, habría que cruzar los datos etnográficos con la iconografía de códices, vasos, esculturas y pinturas, para definir cuántas identidades particulares se ocultan detrás de las mútiples representaciones agrupadas bajo el apelativo de ‘dios B’. Es probable que los atributos que definen a los múltiples dioses que se conocen como ‘dios B’, sean más identificatorios de un grupo o ‘familia’ de dioses, como se deriva de nuestros datos recogidos en Xocén.

Reflexionemos ahora sobre algunos aspectos e identidades que han sido definidas por autores anteriores y que pueden reconsiderarse a la luz de los datos de Xocén.

El apelativo chac xib chac y su significado

En información otorgada y discutida por Taube (1992:17); en observaciones de Landa (1982: 62-63) y datos en etnográficos (Redfield y Villa, 1967:115), se presenta el apelativo chac xib chac.

Desconocemos las representaciones, pero a la luz de los datos obtenidos en Xocén, nos atrevemos a sugerir que las representaciones asociadas con el apelativo, podrían estar enlazadas directamente con el ‘dios rojo de la lluvia’ —el Chak Papa’atun Cháak de Xocén (ver R.42)— que, de acuerdo con los informantes de Landa (1982:62) y con Villa Rojas (1978:292), es el más poderoso de los chaques, pues es el que rige las lluvias provenientes del oriente[1].

De acuerdo con Landa (1982:62), en Yucatán existían cuatro regentes de años: Kan, Muluc, Ix y Cauac. El primero era bueno porque anunciaba buenos años y lluvias, el segundo era mejor todavía, porque pronosticaba abundancia, en cambio los últimos dos eran malos. En el mejor año, que empezaba con el signo Muluc —correspondiente al oriente—, uno de los nombres del Bacab[2] regente era Chac xib chak, el mismo apelativo consignado en ciertos platos y representaciones, y que podrían corresponder, como sugerimos, al poderoso dios rojo de la lluvia.

La palabra xib, afirma Thompson (1987:307), puede ser un término que significara ‘dispersar’ (aunque señala que también significa ‘hombre’). El término ‘dispersar’ o ‘esparcir’ asociado a chac xib chac, que menciona Thompson, no aparece en los diccionarios mayas más antiguos, en cambio en el de Motul, que es el más antiguo, xib significa ‘varón’ (Barrera et al., 1980: 941). Esto coincide con la traducción que Redfield y Villa le dan al término xib que traducen como ‘hombre’.

Creemos que si la lectura del mencionado apelativo fuese chak xib ch’á ak, con el significado ‘rojo-varón-lluvia’, el primer término estaría aludiendo a la dirección de la cual viene la lluvia, el segundo término al sexo del dios y el tercero, al dios de la lluvia. La especificación del género en el apelativo del dios, adquiere sentido con los datos arrojados por Xocén ya que en las imploraciones se dirigen no sólo a dioses varones, sino a diosas de la lluvia, esposas de los primeros que, seguramente, lo son desde la época prehispánica. Actualmente, la distinción genérica se realiza al dirigirse a las diosas con el término X’ko’olebil, que significa literalmente ‘señora’, pero se traduce como ‘virgen’, mientras que los dioses varones son llamados Yum o Taata, o los dos.  Hay que aclarar que tanto Landa[1], como Redfield y Villa Rojas, no solo aluden al ‘chac xib chac’. También hablan de: ek-xib-chac, zac-xib-chac y kanxib-chac, lo cual refuerza nuestra interpretación.

Por otro lado, aunque es posible que en algunas de las imágenes prehispánicas aparezca representado Cháak, como ‘dador de la lluvia’, en una acepción general, nos inclinamos a pensar que es más frecuente que las representaciones se refieran a algún Cháak particular, aún siendo estas advocaciones de un dios Cháak único.

Yax Ha Cháak.

El dios del agua verde (o azul) de la lluvia, dios de la lluvia de la dirección central y su compañera Kalan Ooxlajun Munial

También existe el apelativo de un yaxha chac, que nosotros creemos que es el quinto chac, que corresponde al quinto punto cardinal, que es la dirección central. También sugerimos que su esposa puede ser una de las diosas que se mencionan en los rezos de Xocén.

Taube (1992:19) nos informa que en el periodo Clásico Tardío aparece un apelativo de chac compuesto del prefijo yax, seguido del signo lirio de agua, que termina con el signo zoomórfico de Chac, según el cual, David Stuart, en comunicación personal de 1986, le comentó que el lirio de agua T501 puede tener el valor fonético de ha que significa ‘agua’, de modo que la frase YaxImix-Chac, que aparece en el templo bajo de los jaguares de Chichén Itzá, puede ser leída como Yaxha chac, que significaría ‘chac o lluvia verde (o azul) agua’.

La interpretación que puede ser la alusión al quinto Chac, la sugerimos con base en datos de Xocén.

En una oración invocan, entre otras, a la diosa X’ko’olebil Kalan Ooxlajun Munial, que significa ‘Diosa Cuidadora 13 Nube’, quien es nada menos que la Cuidadora de la Mayor Fuente de Agua Celestial (ver R. 12). A pregunta expresa, nos informaron que el esposo de esta diosa es Yum Kalan Papa’atun Cháak, que significa el ‘Dios Cuidador Papa’atun de la Lluvia’. Este dios no es nombrado en el rezo, pero resulta interesante que tenga el apelativo Papa’atun, que sólo se usa para los grandes chaques, los que están en las esquinas del mundo, en los puntos cardinales; los que, de acuerdo con nuestra interpretación, fueron, como su nombre lo indica, sostenedores del mundo (ver el apartado sobre el dios N).

Eso nos lleva a pensar que esta pareja de dioses es quizá la que aparece en la página 30a del Códice Madrid, y que utilizamos como portada del libro. Los dioses aparecen regando juntos, parados sobre una serpiente. Los elementos para suponer lo que afirmamos son que él aparece pintado de azul y ella tiene el signo de ‘nube’ en su tocado —la S acostada— formando parte de su nombre Munial, y el numeral 13 de su nombre —Ooxlajun—, aparece cuatro veces en la escena.

La no aparición de este dios en el rezo, puede deberse a que su función terminó con la conquista, al desaparecer la dirección que el representa —que es el centro—, ya que en la cultura española no existe. Como la importancia de la función de su esposa continuó —al ser la Guardiana de la Mayor Fuente de Agua Celestial—, es a ella a quien se invoca.[1] Él pudo haber quedado sólo como un recuerdo. Al respecto, hay que hacer notar que en Tusik, Quintana Roo, en un rezo de la ceremonia del Okotbatam  —que es la ceremonia equivalente al Ch’a Cháak de Xocén—, se menciona a un PapaTun Verde o YaxpapaTun, pero no se ofrecen más datos al respecto ni se analiza su papel o importancia (Villa Rojas, 1978:456). Es más, en el texto, Villa Rojas sólo alude a cuatro grandes chaques y no hace mención del quinto Chac que aparece en el rezo que el mismo transcribe como anexo.

Ek Papa’atun Cháak.

El dios negro de la lluvia y su compañera Sak Paal Ka’an Cháak

En la página 74b del Códice Dresden (Lee, 1985: 77) aparece un Cháak negro, probablemente el que en Xocén es conocido como Ek Papa’atun Cháak, aunque también puede ser algún otro Cháak proveniente del punto cardinal regido por el mencionado dios[1]. En la misma escena en la que se encuentra este Cháak negro, hay una diosa que podría ser su compañera, llamada Sak

Paal Ka’an Cháak por los xocenenses, y no Ixchel como se ha sugirido a través del tiempo11.

En el Códice Madrid, en la página 33a (M33a), hay un Cháak negro que creemos podría ser el mismo personaje que los milperos de Xocén mencionan. Según la interpretación brindada por Gabrielle Vail (Almanac: 33a-33a Frame 1), está en posición de ataque hacia el dios del maíz. Esto no sería extraño, interpretado a la luz de los datos de los campesinos  de Xocén, quienes dicen que cuando entran las lluvias del noroeste, que son las que trae el Chac negro, ‘fuera de su tiempo’12, matan al maíz, al ennegrecer sus hojas —boxlei— o al quemarlas —toklei —.

Sak Papa’atun Cháak.

¿El dios blanco de la lluvia?

Siguiendo en la misma línea de interpretaciones, en la página 10b-1 del Códice Madrid, vemos una representación que, según el texto que ofrece Vail, es el dios de la lluvia, bajo la lluvia, y con un palo sembrador. En el texto asociado tiene un glifo que se traduce como ‘dios blanco’ por lo que pensamos que podría ser el dios Papatun Blanco de la Lluvia —Sak Papa’atun Cháak— de Xocén. Recordemos, de acuerdo con lo que referimos en la nota 8 p. 310, que las lluvias que caen en su tiempo, son buenas. Las lluvias blancas, que riega el dios blanco proveniente del sureste, son las que corresponden a la época de siembras de los cultivos de ciclo largo y, por lo tanto, las mejores siembras. Es probable que el dios blanco, sembrando y bajo lluvia, represente la mejor época para la siembra, que es junio, mes en el que al comenzar las lluvias blancas, se siembran los cultivos de variantes grandes de maíz, calabaza y fríjol.

Los Cháako’ob escribanos

En Xocén, entre los dioses de la lluvia se menciona a una pareja de dioses que son escribanos (denominados Yiiba’an Ka’an Cháak) y que son los que registran las ofrendas que ofrecen los hombres a los dioses.

Pudiera ser que el dios masculino sea el descendiente del dios que aparece en el Código Madrid en M73b y que su compañera sea una diosa que ha sido identificada por García Q. y Terán en el mural 1 de Tulum, estructura 16.

 


[1] Alfonso Dzib y Fulgencio Noh de Xocén comentaron sobre una mujer que perdió un anillo en el cenote de Xocén, el cual fue encontrado en Chichén Itzá.

[2] Otros autores que concuerdan con Schellas, en considerar al dios B como versión de Quetzalcóatl, son: Fewkes, Förstemann, Thomas y Dieseldorff; pero el propio Schellas también menciona a Brasseur de Boubourg y a Seler como autores que interpretan al dios B como Chac. Schellas (1904:18) también informa que algunos autores —sin mencionar cuales—, consideran que el dios B es Itzamná.

[3] También existe la posibilidad de que todos los chaques que están al mando de un Chac regente, sean variaciones o advocaciones del mismo Chac.

[4] Esto no concuerda con los informes de Xocén, como se discute más adelante.

[5] El Bacab era un portador del mundo. Ver la información acerca del Dios N.

[6] Landa escribre los términos en una sola palabra: Kanxibchac, Chacxichac, Zacxibchac y Ekxibchac (1982: 62-63).

[7] En la versión que aparece en Internet de la imagen, dada por Gabrielle Vail (Almanac, 30a), dice que la diosa es Chac Chel. Nosotros nos inclinamos a pensar que más bien es la versión antigua de X’Kolebil Kalan Ooxlajun Munial (para más elementos ver la discusión en el apartado sobre la diosa O).

[8] Landa (1982:62) y Villa Rojas (1978:292) ubican en el oeste al o a los chaques negros, pero en Xocén lo ubican al noroeste (ver el apartado sobre los Cháako’ob y los puntos cardinales en este libro).

[9] Aunque también podría ser Ko’olebil Ooxlajun Taan E’ele Munial (ver la discusión sobre las diosas, más adelante).

[10] El ‘tiempo de las lluvias’ (después del cuadro en el apartado sobre las Diosas de la lluvia) del Chac negro es a partir de octubre. El tiempo de las lluvias blancas y amarillas es de mayo a septiembre. Las lluvias negras o rojas pueden entrar ‘antes de tiempo’ por órdenes de Dios, como castigo y, en ese caso, perjudican al maíz. Por eso los dioses de la lluvia tienen ese doble aspecto benéfico y maléfico, ya que lo bueno o malo de sus aguas, depende del tiempo en el que las realicen.

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