Yo había visitado muchas veces la catedral de Mérida y en cada ocasión indagaba sobre algún libro o folleto que me pudiera explicar algo sobre la historia de la iglesia y un poco de la vida y méritos de todos los santos que para los no muy cristianos son un misterio. Siempre me pregunté por qué ningún yucateco, creyente o ateo, o algún historiador extranjero no había aceptado ese reto. En todo caso, la catedral de Mérida no es cualquier catedral, pues se precia de ser la primera catedral terminada en el continente americano en 1598. Los años pasaron y la catedral se acercaba a cumplir el aniversario de sus 400 años en 1998, y aún no había un libro. Bueno, pensé entonces que si nadie más se animaba a hacerlo, podía tocarme a mí hacerlo, aunque no soy historiador de arte ni tengo conocimientos sobre la Iglesia Católica.
Presenté la idea de un libro al entonces Arzobispo de Yucatán, Mons. Emilio Carlos Berlié Belaunzarán, y me dio luz verde. Nos habíamos conocido unos años antes en la clausura de un curso en la Escuela de Agricultura Ecológica y Campesina de Maní – U Yits Ka’an. Hicimos buena amistad a pesar de tener diferentes orientaciones en materia de fe y vocación. Él se ocupaba en mantener y propagar la fe católica y limpiarla de impurezas paganas, y yo trataba de comprender las creencias preservadas de los antiguos mayas antes de que fueran convertidos, a la fuerza, a la fe católica.
Comencé a tomar fotos de la catedral de arriba a abajo y del interior al exterior. No dejé un rincón o santo sin su correspondiente fotografía. Sostenido con una sola mano, me colgué del campanario para poder fotografiar una inscripción en una de las campanas más antiguas. Y para sacar las fotos de las pinturas que estaban colocadas abajo del techo, tuve que armar un andamio de unos 6-7 metros de altura y poner las lámparas y el tripié sobre dos tablas, mientras me cuidaba de no caer sobre una señora en pleno rezo.
No sé si hay un santo para los fotógrafos, pero todo salió bien y no dudo que fue porque Dios vio con buenos ojos y bendijo el trabajo de retratar su casa.
Como ya he dicho, soy un fotógrafo voyer y no me sentí capaz de escribir un texto sobre la iglesia. Pero para eso salió al rescate el padre Juan Castro. Como director del archivo parroquial, él sabía todo sobre la catedral y su inventario. Para contextuar la catedral en la historia general de la Iglesia católica y de la arquitectura y el arte eclesiástico recurrí a Kate Howe, de Estados Unidos, a quien había conocido cuando hizo su tesis doctoral sobre el Convento de Sisal en Valladolid. Cual si fuéramos una “santa” trinidad, terminamos el libro que salió tanto en español como en inglés. Fue por un tiempo el mejor libro sobre la catedral por la sencilla razón de que era el único, hasta que Miguel Bretos publicó el suyo en 2014.
No quedé del todo satisfecho con la impresión de las imágenes, ya que al haber sido reproducidas a partir de impresiones provisionales y no de los negativos, aparecen un poco borrosas.
Si de por sí implica un gran trabajo hacer un libro, a veces distribuirlo y venderlo entraña otra ardua tarea. Lo mismo pasó con nuestro libro. Los vendedores que se colocan delante de la entrada principal de la catedral y ofrecen tarjetas postales a los turistas e imágenes a los fieles, no quisieron vender el libro; y la librería Dante, la más grande de Mérida, con cierto desprecio rechazó venderlo —yo creo que porque no lo habían editado ellos. Pero hasta ese momento seguía siendo el “mejor” libro sobre la Catedral de Mérida. Y yo me conformé con que “Dios me lo pague”.
El Sr. Arzobispo y yo presentamos el libro en la propia catedral antes de una misa de Pascua. Como buen pagano, medio ateo, luterano protestante y miembro de la Iglesia nacional danesa, Dios me encomendó la tarea de hacer un registro de la primera catedral católica en las Américas, la Catedral de Yucatán. ¡Los caminos de Dios son inescrutables! Y gracias a ello me cayó del cielo una tarea celestial.