Cuando Silvia y yo habíamos terminado nuestro primer libro sobre el pueblo de Xocén, La Milpa de los Mayas (se expone más adelante), ella sintió que ya era tiempo de cambiar sus esfuerzos de hacer “ciencia” por actividades más “prácticas”. Quería dirigirlos hacia algo que pudiera ser de utilidad para las indígenas mayas, para las mestizas, para la sociedad mestiza en sus luchas por obtener mejores ingresos para sus familias.
El caso era que si bien muchas mujeres bordaban, la mayoría seguía haciendo “los mismos” bordados y no siempre de buena calidad. Muchas mujeres/mestizas saben bordar y también bordan su propia ropa, pero no es lo mismo bordar para un mercado que bordar para sí mismas.
Con estas ideas ingenió un proyecto con el fin de mejorar la calidad del bordado tradicional que elaboran las mujeres, y modernizarlo con la creación de nuevos diseños, pensando en mercados alternativos.
Se formó la asociación “Tunbenkinam” y el proyecto de Silvia recibió el apoyo de Cáritas de Dinamarca, con cuyo financiamiento se contrató a una experta bordadora de Dinamarca, Lizzy Damgaard. Su experiencia se basaba en el bordado a mano, pero en Yucatán aprendió que también con las máquinas de pedal o eléctricas se pueden bordar “maravillas”.
Una vez que estuve en Dinamarca, en un periódico dejado en el tren, leí un artículo sobre un programa de computación para tejer con ganchos, que Jubbe Netterstrøm, experto en programas de computación, había desarrollado por “puro amor” a su esposa, la tejedora, también experta, Vivian Høxbro. Leyendo el artículo pensé que el programa también podía ser usado para elaborar diseños y dibujos para bordar. Hice contacto con Vivian y Jubbe, con los que iniciamos una larga amistad y colaboración, así como el diseño de múltiples dibujos de punto de cruz con motivos de Yucatán y la cultura e historia maya, desarrollados por Silvia. Todos los dibujos/motivos para punto de cruz que se bordaban hasta ese momento y eran considerados parte de la identidad y la cultura yucateca se sacaban de revistas europeas y americanas.
Mi participación en el proyecto era fotografiar procesos de trabajo de bordado, tanto a mano como en máquina de coser, así como de dibujos de manteles y vestimentas de las mujeres mestizas —hipiles, justanes, ternos—, además de los nuevos productos que Silvia empezó a producir.
Con el apoyo de Cáritas se había programado presentar los resultados en una “pequeña” exposición. Pero resultó que ya teníamos tanto material de información sobre bordado —foto-grafías, bordados, vestimentas tanto tradicionales como de nuevos diseños— que ameritaba montar una exposición “grande”. La exposición “Bordado Maya – Maya Chuy” se presentó en el marco de la inauguración en 1994 del Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (MACAY), en Mérida. La exposición fue muy visitada, pero también causó ciertos resquemores entre algunos “artistas”. Porque, ¿cómo era posible llenar un museo de “arte” con artesanía y bordado? A lo cual les respondió el director en aquel tiempo, el Lic. Miguel Alfonso Madrid: “La exposición representa las expresiones artísticas de las bordadoras mestizas y, por lo tanto, merecen ser expuestas en un museo de arte”.
Dos años más tarde, en 1996, la exposición, ya con texto en danés, fue llevada al Museo Nacional (Nationalmuseet) de Dinamarca. En ella se incluyó una presentación de la orfebrería tradicional —la “platería” como la llaman en Yucatán. En años siguientes, la exposición fue llevada a 10 museos regionales de Dinamarca, y luego traducida a la lengua de los groenlandeses, el inuit (esquimal). Para estas exposiciones se usó un cartel bordado por Gloria Canché, de Abalá, y Jacinta Noh, de Xocén.
El proyecto de Silvia tuvo otro resultado feliz, y no tan previsto. Un vecino mío de Dinamarca había estudiado teología para convertirse en pastor de las iglesias de Dinamarca. Por cierto, ahí las iglesias son parte del Estado y las o los pastores son funcionarios públicos, pero con bastante autonomía y libertad de expresión religiosa. ¡Una situación sui géneris!, pero que ha funcionado satisfactoriamente por siglos. En su trabajo como pastor, mi amigo Peter Fischer-Møller, ahora obispo en la Catedral de Roskilde, última morada de los reyes de Dinamarca, nos propuso bordar textiles para las iglesias danesas: manteles de altar, tapices, casullas, etcétera.
Este proyecto que da trabajo a bordadoras en varios pueblos yucatecos ha funcionado por unos 20 años. En varias ocasiones las bordadoras han participado en ferias de Dinamarca para demostrar sus habilidades, sobre todo, para bordar hermosamente en máquinas de coser de pedal. Hoy somos los proveedores exclusivos del distintivo bordado en los puños blancos —poignet— que lucen los pastores en las mangas de la sotana.