“Toc, toc, toc” –sonó en la vieja puerta de madera. Toqué la elegante y pesada aldaba con la forma de una mano de mujer, adornada con anillo y brazalete
–¿Quién es? –me contestó una voz masculina. –Soy Christian. –Pasa, pasa –me contestó don Roldán Peniche Barrera, abriéndome la puerta– pasa, qué te ofrezco? –Ven, Roldán, te invito a dar un paseo por la Mérida de ayer que vi hace más de 30 años, y que tú conoces mejor. –Te acompaño. ¡Vámonos! Así iniciaron nuestras caminatas por una Mérida que en parte ya no existe, pero que forma parte de nuestra memoria e historia.