Finalmente, reflexionemos sobre el cristianismo y su significado en Xocén, porque se trata de un aspecto crucial para comprender el carácter sagrado de este pueblo.
Si bien es interesante descubrir los elementos de la religión maya prehispánica que han estado presentes en la cosmovisión xocenense, creemos que resulta aún más llamativa la forma en que el cristianismo se ha, no sólo mayanizado, sino también xocenizado, si se nos permite la expresión.
En los textos que en este libro se presentan, es fascinante ver la metamorfosis que han sufrido varios relatos bíblicos, en los que claramente se plantea que Jesús estuvo en Xocén y que la cruz del Centro del Mundo es ni más ni menos que la cruz de Jesús. Aunque ya sabemos que la cruz es de origen maya y desciende de la ceiba y/o del maíz, y en ese sentido la cruz cristiana es posterior y se ensambla, por así decirlo, sobre ese símbolo previo, resulta increíble que los xocenenses se hayan apropiado de la cruz, a tal grado que su cruz, de origen maya, se ha transformado en la cruz de Jesús.
Si Jesucristo eligió Xocén como pueblo de sus andanzas, habiendo bendecido milpas, formado cenotes y dejado su testamento y su cruz –como se verá en los relatos aquí incluidos–, eso explica en gran medida por qué Xocén es un pueblo sagrado, no sólo según ellos, sino según otros pueblos de la llamada zona maya de Quintana Roo. El antropólogo mexicano Alfonso Villa Rojas (1897-1998) cuenta que en el centro de Tixcacal Guardia se reconocía la existencia de cuatro esquinas que aludían a cuatro sitios sagrados, siendo estos Belén kaaj, Paraíso kaaj, Jerusalén kaaj y Xocén kaaj (kaaj es la palabra maya para pueblo). Es altamente probable que si Xocén se concibe al nivel de Belén, Jerusalén y el Paraíso entre los mayas de la zona maya, es porque comparten la idea existente en Xocén de que Cristo estuvo allí.
Por eso es que el cristianismo de Xocén es algo especial, ya que se trata del pueblo de Cristo, y esto significa que el cristianismo se xocenizó.