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Mariguana y cocaina

¿Quién toma?

Según las propias empresas cerveceras y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi), la producción de cerveza en México aumentó de 2013 a 2019 en un 6.7 %.

A nivel nacional, el consume a diario/en exceso* es:

  • entre hombres, 3.9 % / 35.5 %
  • entre mujeres, 0.3 % / 23.5 %

Claramente se ve que el alcohol y el alcoholismo son costumbre e irresponsabilidad preponderantemente de los hombres. Pero son las mujeres y niños quienes sufren más las consecuencias.

El alcohol y otras formas de drogarse han sido una constante en la mayoría de las sociedades humanas, tanto para lo bueno como para lo malo:

  • Tomamos para festejar.
  • Tomamos para olvidar.
  • Tomamos para esperar que ‘algo’ pase.
  • Tomamos para contactar o protegernos de fuerzas sobrehumanas.

Yucatán no es la excepción. Y esta práctica tiene raíces ancestrales. El primer cronista de las costumbres mayas, fray Diego de Landa, observaba en el siglo xvi:
Que los indios eran muy disolutos en beber y emborracharse, de lo cual les seguían muchos males como matarse unos a otros (…)
Y cuando la borrachera era general y de sacrificios, contribuían todos para ello, porque cuando era particular hacía el gasto el que la hacía con ayuda de sus parientes. Y que hacen el vino de miel y agua y cierta raíz de un árbol [balché], que para esto criaban, con lo cual se hacía el vino fuerte y muy hediondo.
(…) y las mujeres tenían mucha cuenta de volver borrachos a casa sus maridos.
(Relación de las Cosas de Yucatán, Cap. XXII)
Es algo parecido lo que podemos observar hoy en los pueblos.
En los pueblos mayas de Yucatán los rezadores, sacerdotes y jmeenes mayas beben alcohol para protegerse del diablo y de los malos vientos que les pueden causar daños y enfermedades. Toman con los dioses/entes mayas como ofrenda para agradecer cosechas y protección familiar y del solar.
Las familias establecen relaciones con otras familias por medio del intercambio y entrega de alcohol. Para confirmar los nuevos lazos entre las dos familias, la familia del novio entrega ceremonialmente alcohol a la familia de la novia. En las bodas, los sepelios y las buenas convivencias sociales, toman. El alcohol es un aceite que aglutina y beneficia las relaciones sociales. Pero, como se lee en las botellas de cervezas, vinos y licores: “El abuso en el consumo de este producto es nocivo para la salud”. También se lee “Toma con medida”. Pero, ahí está el problema. Desgraciadamente, mucha gente no lo hace.
El abuso genera dolorosos sufrimientos familiares y se efectúa a costa de la economía familiar. Es causa de accidentes y genera grandes gastos para las familias involucradas así como costos astronómicos a la sociedad para remendar los daños causados por el alcohol.
El consumo de alcohol está aumentando en México. De 2012 a 2018 aumentó del 54 % al 64 %.* A nivel nacional, 15.8 % de los hombres y 3.5 % de las mujeres toman consuetudinariamente.
¿Cuál es el panorama en Yucatán? No muy alentador.
19.0 % de los hombres y 5.8 % de las mujeres toman diariamente.**
Conclusión: los yucatecos toman frecuentemente, pero poco. Los demás mexicanos toman con menos frecuencia, pero en mayor cantidad.
Como hay de alcohólicos a alcohólicos, hasta llegar al extremo de los “teporochos”, evidentemente existen personas que toman más que el promedio. Para saber quiénes son, tenemos números exactos de personas hospitalizadas por intoxicación aguda a causa de haber ingerido alcohol, el cual puede ser de distintos tipos: en Yucatán en 2020 ocurrieron 2 444 casos (2 309 hombres y 135 mujeres), lo cual equivale al 11 % de los casos registrados nacionalmente. “Alarmante el consumo de alcohol en Yucatán”, advierte una nota del 20 de enero de 2021 del periódico Novedades, con información de la Secretaria de Salud.
En conclusión, hay personas que toman fuertemente hasta caerse. De ellos unos pocos se salvan al ingresar al hospital. Es probable que la mayoría de los casos reales nunca fueron reportados y los bebedores languidecieron en las calles y tuvieron como destino una temprana muerte.
Hay poca información estadística acerca de los problemas sociales generados por el alcohol en el campo yucateco. Pero los testimonios abundan.
Lo que presentamos son 48 testimonios de hombres y mujeres que hemos recabado en el pueblo de Chebal y que nos hablan acerca de los costos emocionales y los golpes físicos vividos y sufridos por mujeres, esposas, niños y, por qué no, los mismos hombres alcohólicos.
Fueron entrevistados en Chebal, uno de los cientos de pueblos del campo yucateco. El nombre del pueblo es ficticio al igual que los nombres propios, con el fin de respetar la privacidad y anonimato de los 20 hombres (de 15 hasta 58 años) y 28 mujeres (de 17 hasta 84 años) entrevistados. Las entrevistas se presentan en dos grupos, por género, porque hay claras diferencias entre los testimonios de hombres y mujeres.
Las entrevistas son en sí una lectura dramática de sufrimiento y aguante a causa de los problemas del alcohol. Contienen además una rica información sobre tradiciones, costumbres y creencias relacionadas con la práctica de tomar.

* Consumo excesivo de alcohol: el abuso de alcohol entre los adultos se definió, en el caso de los hombres, como el consumo de cinco copas o más por ocasión y en el caso de las mujeres, cuatro copas o más por ocasión. Fuente: Cuadro 5.5.1 Consumo de alcohol. Población de 20 años o más. México, Ensanut 2018-19.
* Encuesta Nacional de Salud y Nutrición
** www.cij.gob.mx/ebco2018-2024/9931/9931CD.html

Testimonios

Mujeres que viven con alcohol

Las citas de los testimonios se presentan sin especificar al autor de los mismos. La señora de mayor edad de las entrevistadas -de 84 años- habla de costumbres muy diferentes de las que rigen hoy. En su juventud las muchachas se quedaban en la casa:

En mis tiempos, nuestros papás no nos dejaban ir a la escuela. Eran muy estrictos, que una debe permanecer dentro del hogar, nada de salir porque había muchos quehaceres; había desde molcajete, molinos de mano, en fin, todo manual para que las mujeres no salgan.

Buscar novio para casarse era asunto de los papás:

Los papás se ponían de acuerdo con otros papás para que sus hijos se casaran, o sea, ellos nos buscaban marido. En el caso de los hombres, igual tienen que aceptar a la esposa que les escoja
el papá.

Tenía 17 años cuando mi papá me buscó marido, él tenía 20 años. Nosotros sólo decimos sí a todo.

La boda en aquel entonces no costaba nada, sólo firmaban y ya. Se hace un pequeño convivio con unas cuantas cervezas.

Hasta años recientes todavía seguía siendo una norma que el destino de las mujeres era casarse para encargarse del hogar, y por ello no necesitaban estudiar. De la generación de muchachas que terminaron su secundaria en 2007 ninguna siguió estudios superiores.
Tampoco ninguno de los hombres siguió estudios, sino que salieron a trabajar fuera de la comunidad, considerando que el trabajo y los ingresos de la milpa eran poco atractivos.

Mis papás decían que estudiar no servía para nada, y era verdad porque apenas pudieron me casaron porque así lo decidieron. Yo no sabía ni lo que era enamorarse, sólo un día vinieron los papás de mi marido a la “pedida de mano” que se dice, y mis papás dijeron que yo me tengo que casar.

Por falta de estudios las mujeres tienen pocas posibilidades de encontrar trabajo si quieren separarse de un esposo alcohólico y violento:

Pero por decisiones apresuradas es que muchas mujeres tienen que soportar vivir infelices y no poder hacer nada, más que apechugar y aguantar, porque aquí no hacen valer la palabra de una mujer. Todas lloramos en silencio, nos secamos las lágrimas y decimos que aquí no pasa nada, la vida sigue.

Desde el tiempo de los abuelos hasta hoy las formas de buscar esposo han cambiado. Hoy predomina el “por amor”, y bien sabemos que “el amor es ciego”. Si los padres cuestionan la elección de sus hijos para pareja, en muchos casos ellas o ellos aceptan escapar con su novio o novia para vivir por un tiempo en unión libre. Y ni modo, los padres tienen que aceptar. Luego pueden regresar, embarazadas o ya con una criatura, lo que siempre suaviza a los ya abuelos.

El sueño de un gran amor fue lo que motivó a las mujeres entrevistadas a juntarse con un hombre, aún sabiendo que él tomaba. Se casaron con la ilusión de que su hombre/pareja va a dejar de tomar:

Mi esposo es muy guapo y me enamoré de él y me casé, es por eso que no me importó que él tomara mucho.

Y si no cambia a la primera, esperan que sí ocurra con la llegada de un hijo:

Mi suegra me decía que si me casaba con su hijo él iba a cambiar porque así iba a ser un hombre con mucha responsabilidad y no le sobraría dinero para malgastar en el alcohol.

La realidad para muchas fue muy diferente:

Pero mi error fue enamorarme de un tipo alcohólico, porque me llevó a la ruina.

El alcohol siempre ha sido un ingrediente importante en las comunidades mayas. En tiempos de los abuelos los hombres tomaban hasta caer, en las fiestas familiares, de los santos, o ceremonias. Pero acabando las fiestas se acababa el tomar, porque no había más alcohol o dinero. Esta situación ha cambiado en los últimos 20 o 30 años.

Hoy muchos jóvenes no ven un futuro en el trabajo de cultivar la milpa. Esa labor es dura y la cosecha no es siempre segura. Por ello prefieren buscar trabajo asalariado fuera de la comunidad. Con el desarrollo de la zona turística en la llamada Riviera Maya encuentran más posibilidades de encontrar trabajo. Para muchos allá empiezan los problemas con el alcohol. Los que se van rentan cuartos con otros compañeros, y después de trabajar ya no tienen nada que hacer… más que tomar. Ahí es donde muchos jóvenes inician su carrera de alcohólicos. Cuando regresan a sus pueblos, muchos llegan tomados y ya han gastado el dinero destinado para su familia. En los pueblos chicos generalmente no hay cantinas, pero en muchos abundan los bares clandestinos, y si no, se bebe en las calles. Y con la apertura de los expendios denominados “Six”, los tragos siempre están a mano en los pueblos.

Regresaba cada quince días, llegaba borracho y me insultaba y me pegaba. Según él, alguien le dijo que otro hombre viene a dormir conmigo y que apenas supo que venía él, se fue.

En una nota del INEGI, de 2020, el 46 % de los entrevistados en Yucatán se quejan del consumo de alcohol en las calles.

Las mujeres tienen pocas maneras de controlar a un esposo borracho y violento y menos de escapar o divorciarse.

Por el miedo que le tengo es que no lo denuncio. Mientras, no sé qué hacer, estoy desesperada, como atrapada sin salida.

De las mujeres entrevistadas solamente tres han dejado a su esposo alcohólico. Una:

Pero gracias a Dios tuve el valor para dejarlo y vivir sola y tranquila con mis dos hijos. Al separarme de él, me dolió mucho, pero con el tiempo me di cuenta de que fue lo mejor, pues ahora con mi sueldo de camarista me alcanza y hasta me sobra.

Otra:

Dejé a mi esposo, me fui con una de mis hijas ‘en’ Cancún.

Una tercera:

Hasta hoy vivo sola con mi hijo de cinco años y feliz. No me ha hecho falta un hombre a mi lado.

Las demás aguantan. Su promesa a sí mismas y, en particular, la realizada ante Dios en el altar les dan fuerzas para aguantar.

Aunque él me trata mal, estaré a su lado hasta que la muerte nos separe, así lo prometí ante Dios y lo voy a cumplir. Cada una es responsable de su vida y cuando una se casa, le vaya bien o mal, deberá estar ahí siempre al lado del marido.

Vivir con un alcohólico es vivir cargando una cruz pesada. La esperanza de las mujeres es que sus hijos no sigan los pasos de sus papás:

Gracias a Dios, ninguno de mis hijos salió tan borracho y malo como su padre. Todos se portan bien y ellos dicen que no seguirán los pasos de su padre.

De las 27 mujeres entrevistadas solamente dos manifestaron ser alcohólicas. Una por su trabajo en un restaurante:

Para mí, tomar es mi trabajo, y no lo considero para nada una enfermedad, es sólo un vicio.

Y para la otra:

Y no me considero alcohólica porque no me la paso borracha, nosotros tomamos para acompañar la comida. Para mí los alcohólicos son los que viven y duermen en las calles. Para no gastar tanto en cerveza, compro una botella de vodka y ‘ese’ lo mezclamos.

Los conmovedores testimonios de las mujeres son de una vida denigrante para ellas y sus hijos. Necesitan mucho apoyo y solidaridad. Pero ante todo, son ellas mismas las que tienen que juntar las fuerzas y posibilidades de decir “¡hasta aquí!”.

Quisiera que las mujeres sean tan valientes como yo. Que no se dejen, que no se queden calladas. Todo se puede cuando una quiere.

Hombres que toman, fuman o dejan el vicio

Tomar alcohol es parte de la identidad masculina en los pueblos mayas tradicionales.

Dice que toma porque es hombre, y que tomar no es una enfermedad.

Los “sacerdotes mayas”, los jmeenes, emplean el alcohol en sus trabajos:

Nosotros acostumbramos tomar para protegernos del mal, porque el alcohol es fuerte y no permite que el mal aire te toque. Por eso también lo utilizamos para que el familiar se lo unte en la frente para evitar que se le quede el mal aire. Esto no es algo que se antoje, es más entendible decir que tomo por obligación a mi trabajo.

Los “maestros cantores” pertenecen a una vieja tradición de rezadores que surgieron en los pueblos durante la época colonial debido a la carencia de sacerdotes católicos. Para aguantar, como dicen, toman alcohol:

Soy maestro de novenas para velorios, novenas en la iglesia y novenas para recordar a los difuntos. Antes nuestro trabajo nos lo pagaban sólo con comida, luego con unos pesos y ahora hasta cartones de cerveza dan, o hay unos que no tienen mucho dinero y sólo compran una botella de dos litros de alcohol adulterado y, mientras, mucha gente se va acostumbrando a eso y se ven obligados a dar lo mismo.

Toman aprendiendo de sus papás

Los alcohólicos entrevistados casi siempre bebieron alcohol siguiendo el ejemplo de sus papás:

Yo empecé a tomar cuando tenía 13 años, mi papá tomaba mucho y un día que estaba tomando se quedó dormido, dejó la mitad de su caguama. Y yo por curiosidad de saber a qué sabe la cerveza que mi papá tomaba ‘diarios’, tomé lo que quedaba de la botella.

Las mamás, que son las que cargan con las consecuencias del alcoholismo, tratan de salvar a sus hijos de la costumbre de sus papás:

Desde ahí yo empecé a tomar, pero como era un niño aún, mi mamá me pegaba. Ella quería evitar que yo también me envicie, pero mi papá se molestaba con mi mamá por eso, decía que si yo ya tomaba era porque ya soy un hombre.

Como he mencionado, muchos jóvenes empiezan a tomar, impulsados por compañeros de trabajo, cuando buscan trabajo en la zona hotelera en Quintana Roo. Y regresan a su pueblo ya alcoholizados. Con el tiempo la tomadera se vuelve un vicio que difícilmente pueden dejar:

…escuchaba voces que me decían “toma una cerveza”, y otras que me decían que me suicidara.

Cuando dejan de tomar viene no solamente la cruda, sino también la mala conciencia:

Cuando dejo de tomar, me pongo a llorar y a rezar porque me siento muy arrepentido y siempre digo que no lo volveré a hacer, pues mi familia me necesita y no se merecen lo que yo les estoy
haciendo. Me siento atrapado en el vicio, y sí reconozco que soy un alcohólico. Y lo peor es que yo no le veo la solución.

Dejar un vicio no es fácil. Entre los hombres entrevistados dos trataron de buscar ayuda. Y los dos fallaron:

Por amor a ella y a mi hija, le hice caso, me fui en ‘los’ Alcohólicos Anónimos. Había uno que quedaba cerca del cuarto, por eso acepté ir, para que mi esposa vea que en verdad intento dejar de tomar. Pero no me ayudaron para nada. En ese lugar para mí no había ayuda porque no había motivación ni buenas palabras, les repartían café para tomar mientras se daba las pláticas, pero todo el rato era de insultos, se referían a uno a insultos. Y se repartía cigarros y que con la ayuda del cigarro uno va a dejar de tomar. Pero eso es otro vicio, igual o peor que el alcohol.

Muchos hombres toman después de un día largo de trabajo pesado y no crean “gran” problema en la casa:

…para el cansancio y para poder dormir tranquilo. Cuando llego tomado, yo no hablo a nadie, simplemente me voy a mi hamaca a descansar.

Mariguana y cocaina

En los últimos años la mariguana y la cocaína han empezado, poco a poco, a entrar en las comunidades mayas. La fuente es la zona hotelera en Quintana Roo:

Yo también tomo cerveza y desde que estudiaba en Cancún mis amigos y yo nos drogábamos.

Los jóvenes que van a trabajar allí agarran el hábito y lo llevan consigo a las comunidades:

Lo hacíamos antes de entrar a la escuela, para mantenernos alegres en todas las horas de la clase, ya que a varios nos parece aburrida la clase.

¿Cerveza o droga?

Yo veo que esto de fumar marihuana no es tan grave. En cambio, las ‘chelas’ ‘provoca’ pleitos, disgustos y peleas.

Dejar el vicio es más difícil que agarrarlo:

Yo ya me quedé muy adicto a la cocaína. Si paso un día sin consumirlo, no podré dormir por la noche, siento mucha desesperación y hasta el hambre se me quita.

Compañeras y compañeros de escuela. Generación 2007

Como hemos mencionado, es casi imposible calcular exactamente cuántos alcohólicos y familias afectadas existen en Chebal. Los alcohólicos son los primeros en cuestionar que lo son.

Para apreciar la situación general en Chebal se entrevistó a integrantes de la generación de alumnos que se graduaron de la escuela secundaria en 2007. Fueron 30 en total, y de ellos se logró contactar a
17 hombres y 10 mujeres. Es una generación joven, con mayor educación y nuevas ideas de convivencia, diferentes a las de sus papás o abuelos.

Al leer sus testimonios nos enteramos de la muy agradable información de que solamente tres hombres confirmaron tener un problema personal o con familiares/esposo por el alcohol. El resto vive felizmente
sin alcohol.

El destino que les tocó se puede leer en el capítulo “Compañeros de Secundaria 2007”.