Escrito por Gaspar Canul
Las personas que han hecho un trato con el diablo tienen la capacidad de poder convertirse en animal durante la noche. Las personas que han hecho ese pacto pueden convertirse en wáay, y
Dicen que nuestros antepasados buscaron la forma de estudiar para ser w
ñores eran muy pobres y nadie les daba apoyo, no tenían presidente ni
pueden tomar la forma de cabra, de gato, de perro o de cualquier otro animal.
La gente de aquí está convencida de que algunas personas son brujas y se transforman en wáay
durante la noche. Las actividades de los wáayo’ob tienen múltiples fines. Pueden salir sólo a robar,
vivían en su casa en el monte, no tenían dinero para comprar lo que nece
carencias.
Una vez, uno de ellos abandonó su pueblo, porque no tenía nada que c
pueden salir para tener relaciones sexuales con mujeres, o vengarse de sus enemigos, y hasta ma-
tar a ciertas personas.
Cuando una persona sale de su casa en la noche convertida en wáay, tiene que dejar su cabeza
en algún lugar, porque está bautizado, y se pone la cabeza de un animal.
Un wáay solamente sale en la noche y es indispensable que a su regreso encuentre su cabeza
para poder tomar su forma humana otra vez, antes que salga el sol. Si no llega a tiempo o no en-
cuentra su cabeza, esa persona queda convertido en el animal como había salido, por lo menos
durante ese día o, en el peor de los casos, para siempre.
La persona para transformarse en wáay hace unos brincos como danza y reza al diablo, y cuan-
do quiere volverse humano, repite los mismos brincos y rezos.
Un wáay, cuando le conviene, puede convertirse también en aire, pero un mal aire. Lo hace para
moverse más rápido de un lado al otro o para escapar cuando son sorprendidos, como les pasó a
dos señoras que salieron a robar en forma de wáay.
Para combatir y protegerse de las malas acciones de los wáayo’ob, se usa la sal. Así lo hizo un
esposo cuya mujer había ido de wáay. Para comprobarlo, untó sal en su cabeza que había dejado
bajo; llegó a un pueblo y habló en una casa a pedir trabajo. Era una casa lle
el dueño y le preguntó:
–¿Qué buscas por acá, buen hombre?
–Ando buscando trabajo, porque soy pobre.
El dueño de la casa le regaló comida, y después le dijo:
–Lu’umkab*, no tienes necesidad de buscar trabajo, porque aquí no h
mos en este pueblo, todos somos wáay póop, y podemos ir lejos a quitar
con eso vivimos.
El pobre le preguntó al dueño de la casa:
–Señor, si puedes enseñarme, me quedo con usted para que aprenda a porque estoy muy pobre y en mi casa estamos muriendo de hambre.
Después, el señor le dijo:
–Para que lo aprendas, tienes que quedarte una semana.
El pobre aceptó y se quedó.
Como a las diez de la noche, el señor dijo:
cuando salió. Logró constatar que su esposa sí era wáay, y la condenó, porque no pudo juntar su
cuerpo con su cabeza a su regreso.
El ajo también protege contra los vientos malos que traen consigo los wáayo’ob. Si uno va al
–Caminante, vamos a preparar nuestras herramientas para ir al viaje, se
Fueron lejos de la casa donde no les puedan ver las mujeres, porque
perder el trabajo.
cementerio, es muy aconsejable que lleve un diente de ajo.
Llegaron al lugar donde el señor tenía puesto como medio mecate d