Para no hacer servicio militar, que era obligatorio para los hombres en aquel tiempo en Dinamarca, existía la posibilidad de hacer servicio civil en alguna institución pública. Yo hice mis dos años de servicio civil en el Centret for Udviklingsforskning (Centro de Investigaciones para el Desarrollo) en Dinamarca, organizando un seminario sobre América Latina, que en esa época, con la Revolución Cubana, el Che Guevara y la experiencia de Allende en Chile, suscitaba un gran interés entre los estudiantes críticos e inquietos. Gerrit Huizer había sido invitado a México y me contó que el entonces Instituto Nacional Indigenista (INI), hoy Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), estaba ofreciendo becas de investigación para estudiantes extranjeros. En aquel tiempo el INI era dirigido por el doctor Aguirre Beltrán, pero el trabajo práctico estaba a cargo del subdirector, el antropólogo Salomón Nahmad.
Hice el contacto y me dijeron que sí. Pero la beca que ofrecían no era suficiente para que yo pudiera llevar a mi esposa Margarita y mi hija Annika. Conseguí entonces el apoyo de la agencia gubernamental danesa DANIDA (Danish International Development Agency), entidad enfocada en apoyar el desarrollo en los entonces llamados países del tercer mundo. El contrato con DANIDA especificaba que me mandaban a trabajar a México en el INI como experto. ¡Uau! Como “experto”, cuando en realidad mi experiencia era bastante limitada, pero era tal mi deseo de llegar a México que estaba dispuesto a hacer cualquier esfuerzo para ganarme ese título. Y si uno no empieza, nunca gana experiencia. ¡Estaba feliz!
Con todo el papeleo arreglado, un contrato para dos años y un inmenso entusiasmo, tomé en abril de 1974 el avión hacia México. Nunca imaginé que que sería forever. Salí además con más equipaje de mano que el registrado: máquina de escribir, un equipo completo de fotografía, dos cámaras de Nikormat con lentes de 105 mm y 35 mm, latas de acero para revelar y además una ampliadora Durst. Y muchas cosas más. Esos eran los buenos tiempos en los que se podía viajar con sobrepeso de equipaje. Hoy, con sólo una maletita de mano y tantas revisiones, imposible.