Escrito por Gaspar Canul
Una vez, cuando salió su esposo a tomar, se molestó mucho su señora. Y después que pasaron muchas horas, se decía: ¿Por qué no viene?, ¿por qué no viene?, voy a joder mi esposo.
Esperó a que durmieran sus hijos, y salió a buscarlo. Cuando salió a la calle, ya era muy de no-
Para que sepan que es cierto que existen los wáay chivo, les voy a contar pareja.
Era una pareja que tenían poco tiempo de casados. El muchacho no s
che, y vio a un señor caminando; era su marido. “¡Puta!”, exclamó ella, y enseguida se convirtió en
una lechona, y empezó a perseguir al borracho. Quiso hasta morderlo. El señor no sabía que era su
esposa, y trataba de asustarla diciendo:
–¡Hueputa, lechona!, qué chingao andas haciendo en la calle a estas horas, te voy a matar.
Pero la lechona contestó:
–Eh, eeeh, eejé –y le seguía con más ganas, tratando de morderlo.
Tenía valor el señor, pero al mismo tiempo asustado. Agarraba unas piedras, pero como estaba
borracho no lograba pegarle.
wáay. Un día que habían ido al baile a un rancho, se les hizo tarde el regre
caminando y ya estaban cansados, la muchacha le dijo a su marido:
–Espérate, conozco una manera de ir más rápido.
–Pero, ¿cómo? –contestó el pendejo.
–Agáchate, para que yo suba a tu lomo.
El muchacho se agachó, subió su esposa, y ella empezó a brincar y a ha
convertir en chivo a su esposo.
En un momento, el muchacho se convirtió en chivo y la muchacha en u
El señor sabía que su esposa era wáay, porque ella se lo había contado a una de sus sobrinas, y
ésta se lo dijo a su tío. Por eso lo sabe. No quiso hacerle daño a la lechona.
Después, el señor le dijo a su sobrina:
–Vámonos –dijo ella–, pero rápido. Sólo nos falta cruzar el pueblo, pe
perros, y muy bravos. Dale duro, no te quedes atrás, sígame.
Se veían raros, porque sus cabezas son de humanos pero sus cuerpos s
–¡Ay, chingado!, ayer estuve borracho y me persiguió una lechona.
–Eeya, pero tú sabes que fue tu esposa –contestó la sobrina.
Pero la señora no decía nada. Por eso es cierto que hay wáay chivos aquí, en Xocén.
Corrieron rápido, pero quién sabe qué pasó que en la última casa del p
por los perros, no pudo correr tan duro como su chamaca. Ella escapó, per
por los perros que lo empezaron a morder. Y cuando quiso gritar, expresó: