La Huasteca fue y sigue siendo una zona pobre con grandes desigualdades sociales y poco desarrollo económico, lo que naturalmente ha dado lugar a enfrentamientos sociales y políticos.
Cuando trabajé en la zona en 1974-1976, muchos a quienes entrevisté me afirmaron que las promesas de la Revolución Mexicana de “tierra y libertad” aún no eran una realidad. Y contra toda promesa, fueron muchos de los considerados héroes revolucionarios quienes habían acaparado las mayores extensiones de tierra para sí mismos, como fue el caso de González, N. Santos. No sólo se apropió de grandes extensiones de tierra, sino que, para honrar al dizque héroe, la ciudad de Tancanhuitz fue rebautizada con su nombre. Afortunadamente después recuperó su nombre indígena original.
Estudiantes y profesores a menudo participaban activamente para ayudar y organizar a los campesinos. Lo que a veces les costó la vida. En el camino que sale al norte de Aquismón se podía apreciar una sencilla cruz hecha de cemento en memoria de un campesino asesinado en 1914.
Cuando yo vivía en Aquismón, un grupo de campesinos ligados a la organización campesina “Tierra y Libertad” ocuparon una extensión de tierra que, según decían, unos comerciantes de Aquismón se la habían despojado a una comunidad indígena. Puede ser que la tierra hubiera sido dada en garantía de un préstamo que nunca fue pagado, pero lo cierto es que el origen del despojo nunca quedó claro. Era la palabra de unos contra la de los otros. El terreno no era muy grande, por lo que la acción tenía más bien un valor simbólico con el que los indígenas midieron fuerzas contra las autori-dades y terratenientes. “Que se acabe la explotación de los campesinos” rezaba el texto de algunas pancartas desplegadas en la ocupación que ejecutaron unos doscientos campesinos indígenas, hombres, mujeres y niños, que simbólicamente comenzaron a cultivar pequeñas parcelas. Ocurrió a principios de noviembre, durante la conmemoración de los muertos, por lo que en la acción también se montaron altares con velas encendidas y rezos por los difuntos. Pero no tardaron en llegar los soldados del Ejército, así como el delegado de la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA). Para llegar a un arreglo era necesario entablar pláticas, pero los campesinos tenían miedo de salir del terreno ocupado y las autoridades tenían miedo de entrar en él. Para remontar este “punto muerto” alguien se acordó de que en el pueblo había un antropólogo y, a pesar de ser un ‘gringo’ (danés), pensaron que él podría ser un intermediario neutral. ¿Por qué no?, pensé yo. Al fin y al cabo, era mi oportunidad de hacer un trabajo útil y no meramente teórico.
Así que actué entra las dos partes como mediador, y finalmente todo se resolvió en paz. El terreno fue devuelto a los campesinos y los comerciantes obtuvieron la promesa de recibir, por parte de la SRA, un terreno más grande con riego en otra parte de la región. Con ese desenlace se podría decir que los comerciantes ganaron económicamente, pero los campesinos triunfaron moralmente.
Un final menos feliz ocurrió en el pequeño pueblo Argentina. Aquí la población indígena vivía en chozas miserables construidas en pequeñas parcelas, ubicadas entre un camino polvoriento y las fincas de los ganaderos. Trabajaban como jornaleros para estos últimos y las parcelas no les pertenecían, sino que sólo podían disponer de ellas durante el tiempo que trabajaran en los ranchos de los hacendados.
Una de las chozas prestadas por un ganadero había sido habilitada como escuela. Pero entonces los indígenas comenzaron a organizarse y quejarse de sus lamentables condiciones de trabajo, salario y miserables condiciones de vida. Estas acciones y reclamos llegaron a oídos de algunos hacendados, quienes estaban convencidos de que las protestas eran resultado de las ideas que habían aprendido del maestro de la escuela. Por lo tanto, trataron de convencer al dueño ganadero del local que funcionaba como escuela que solicitara se lo devolvieran. Como éste no accedía y el tiempo pasaba, algunos hacendados reaccionarios decidieron resolver el problema y de plano una noche quemaron la escuela, para así, según ellos, erradicar desde sus raíces esas ideas revoltosas. ¡Pero afortunada-mente se equivocaron! Con financiamiento del INI fue construida una nueva y moderna escuela.