El servicio sexual, generalmente prestado por mujeres a hombres, siempre ha existido, existe y existirá en el mundo. Sabía que obviamente también en Yucatán, pero no le había prestado atención.
Casi siempre he comprado mis hamacas en “El Aguacate”, situado en la calle 58 de Mérida. Una vez que acababa de leer una noticia en el muy “santo” Diario de Yucatán sobre esta lacra que es la prostitución, sobre todo en la calle 58, llevé a un “gringo” a comprar su “cama tropical” en “El Aguacate”. Y fue cuando observé que, efectivamente, el tramo de la calle 58 entre la 71 y la 73 estaba lleno de mujeres ofreciendo sus servicios sexuales a quien los quisiera.
Decidí averiguar quiénes eran las mujeres que trabajaban en ese negocio, cómo y por qué. Empecé, honestamente, con cierta timidez a acercarme a las mujeres, pensando que me podían robar o ser golpeado por un padrote. ¡Pero nada de eso! Pude grabar sus historias con gran tranquilidad, a la manera de un trabajo de antropología urbana. Luego, y sin problemas, morbo o timidez, pude sacar fotos de ellas, con y sin ropa, siempre con la condición y en el entendido de que las fotos no serían vistas en Internet. Mi interés por sacar las fotos, lo admito, surgió en parte por mi gran fascinación por el cuerpo humano, sobre todo el femenino. Pero también por tratar de romper con la estilización del cuerpo femenino y las mujeres en el arte y la fotografía al presentarlas delgadas y en eterna juventud, sin arrugas, ni marcas de los nacimientos de sus hijos. O sea, quise ver y presentar el cuerpo como es, transformado por el paso del tiempo y los duros trabajos.
En total fueron 22 entrevistas. Dos de las mujeres son travestis (biológicamente hombres), pero lo que a mí me importa es que se sienten y trabajan como mujeres. Considerando que las entrevistas se efectuaron en horas de trabajo, le pagué a cada mujer como si se tratara de “un servicio”.
Independientemente de cómo se les llame, putas, “prostis” o sexo-servidoras, son mujeres que han encontrado una solución a sus problemas económicos. Se ofrecen y venden un servicio tan dignamente como cualquier otro negocio de compra/venta, y en el que por lo común no mezclan los criterios comerciales con los de índole moral.
Al no ser aceptada socialmente la prostitución, las sexoservidoras viven una doble vida. Como mamás y esposas en unos momentos y como prostitutas en otros. Como en lo blanco y lo negro, el lado obscuro lo tienen que ocultar. Quizás esta doble apariencia de vida es lo más duro que tienen que enfrentar en la profesión, por la vergüenza de ser descubiertas, sobre todo por sus hijos. Ellos son demasiado pequeños para entender por qué su mamá es “una puta”. Quizás algún día, pero hoy todavía no pueden entender que las mamás lo hacen “por sus propios hijos’.
A las mujeres les expliqué que mi idea era hacer un libro. Quise dar voz y rostro a un grupo de mujeres que ejercen un trabajo muy difícil y arriesgado. El libro se hizo, pero, ¿cómo ilustrarlo, sin revelar la identidad de las mujeres? La solución fue pedir al pintor yucateco, Gabriel Ramírez, hacer dibujos a base de mis fotos. Él tiene gran experiencia por sus artículos sobre personajes del arte, el cine y la literatura que siempre acompaña con dibujos de viejas fotografías o pinturas.
La bordadora, artista yucateca, Elena Martínez, cuando vio mis fotos se entusiasmó mucho por hacer retratos bordados de las mujeres. Hicimos una feliz trinidad y salió un libro muy satisfactorio.
Teniendo ya el libro, vimos la posibilidad de convertirlo en una exposición usando los dibujos y bordados en combinación con las entrevistas. La propuesta fue bien vista por la dirección del Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (MACAY), y en enero de 2012 se abrió la exposición Las mujeres decentes de la 58 – ¡Por nuestros hijos!
El título Las mujeres decentes, lo escogí por considerar a estas mujeres tan decentes como las y los demás que transitan por la misma calle. La decencia no se refleja en el tipo de trabajo, sino en la actitud de las personas. Y así las vi al convivir con ellas: decentes y merecedoras del mayor respeto. No cualquier mujer se atreve a lo que ellas hacen.
Todos los que organizamos la exposición lamen-tamos no poder exponer mis fotos. No por morbo, sino por su belleza. ¡Pero no lo hicimos por el compromiso contraído con las mujeres! O quizás dentro de 10-20-30 años cuando ya nadie se acuerde, como ocurrió con las fotografías de las prostitutas de New Orleans tomadas por E. J. Bellocq.
Pero, afortunadamente, una ventana se abrió. Y valiosamente una de las mujeres, Rosario, se dejó ver y manifestó: “Sí, así me ven, soy puta, pero, recuérdalo, yo no busco a los hombres, ellos vienen a mí. Y lo que hago, es por mis hijos”.
¡Y allá quedó su retrato de cuerpo entero! Para mí, la más bella foto de todas las que saqué de las damas decentes de la 58.
Por tener las imágenes bordadas de Elena Martínez se dio la oportunidad de llevar la exposición al ‘Museo Textil de Oaxaca’ en 2013. Fue gracias a ‘un mano’ de mi paisana, la tejedora de tapetes Trine Ellitsgaard, que, junto con su esposo, el pintor Francisco Toledo, ha hecho mucho para impulsar la cultura en Oaxaca.
Gran fue mi sorpresa cuando me llego una invitación para presentar la exposición en el museo ‘Mi Museo Universitario De La Salle (MIM)’ en León, Guanajuato, 2014. El museo tiene una basa católica, pero ya lo vimos, con una visión y aceptación tan amplio que abriera sus puertas a una exposición de este tipo. La universidad lleva muy en alto la bandera de la sensibilización humana en todas sus variantes. No juzgan, averiguan y tratan de comprender y hacer empatía con la problemática. Por lo tanto, a la inauguración se invitó, además de los artistas, a la prostituta Lorena, nombre de trabajo, para explicar a los estudiantes de lo duro que es trabajar y ser estigmatizada como ‘puta’. Otro que tomó la palabra en la inauguración fue el rector de la universidad, el hermano Andrés Govela Gutiérrez. El explicó con gran emoción y una y otra lágrima en los ojos, que su primera experiencia como hermano la tuve con niños de madres sexoservidoras en la Ciudad de México.
En el otoño de 2016 las mujeres fueron llevadas al museo KunstCentret Silkeborg Bad con la participación de Elena Martínez.
Como una curiosidad puedo mencionar que la exposición, las voces y los cuadros de las mujeres decente dieron inspiración a la compañía de danza moderna ‘Ashville Contemporary Dance Theater’ dirigido por Susan y Giles Collard, de producir un ballet/danza sobre el tema, con música del compositor yucateco Alejandro Basulto. Fue presentado en Mérida, primero para un grupo de sexo servidoras, y luego para el público en general en Mérida, en la Ciudad de México y en Estados Unidos.
Más que dar mi bendición para usar el material, no tuve injerencia en la producción. Pero me gustó mucho y pienso que fue un buena forma de crear empatía para las mujeres de un oficio tan difícil.