En 1978, el plan del director, Rodolfo Stavenhagen, sobre el trabajo de la Dirección General de Culturas Populares en Yucatán, comprendía iniciar varios programas de investigación y promoción de la cultura popular, sobre todo la indígena maya, para cuyos fines se abriría un centro en Mérida. Hubo negociaciones con la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y se adaptaron varias oficinas en el edificio de la calle 78 que en aquel tiempo albergaba a la Escuela de Antropología de la UADY. Pero la distribución de los cubículos generó un severo conflicto acerca de quiénes deberían ocuparlos. Los antropólogos yucatecos consideraban que por derecho de antigüedad les correspondía a ellos su ocupación y nos veían como los huaches del centro del país que “siempre” se imponen en los asuntos de “los yucatecos”.
Para no complicar más las relaciones, Silvia (la huacha) y yo (el danés) nos retiramos para dejarles las flamantes oficinas. A estas alturas de la globalización, me parece un poco “discriminatorio” dividir el mundo en esta forma. Pero el asunto no merecía una guerra.