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Héctor Herrera, Cholo

Héctor Herrera ”Cholo”

Actor y director de teatro (1935-2011)
Aún es tiempo de conservar las buenas tradiciones yucatecas, de saludar, de respetar a la gente, de vestirse bien, si se puede. A mí me tocó conservar una tradición yucateca que es el teatro regional.

Cuando yo salgo a ese escenario, el público hace el 60% de lo que yo voy a hacer. Yo nomás pongo el 40%. El cariño que me da el público a mí, no me lo dan en ninguna otra parte. Aquí el público me quiere y me respeta.

Yo interpreto al yucateco como creo que es el yucateco. Sabe todo, y lo que no sabe lo inventa. Conoce a todo el mundo, y como buen mexicano se burla de todo, de la política, del amor y de la muerte. Pero el yucateco por encima de otros mexicanos tiene el sentido del humor, y es donde yo soy un yucateco distinto. Donde yo nací se hacía humor, no se hacían muebles, ni ropa, ni peines, ni cuadros, ni fotos, ni entrevistas. Donde yo nací hacían humor, teatro de humor. Desde los 7 años, cuando yo salía, la gente se reía de mis palabras y las de mis padres. Tuve la suerte de nacer en la familia de artistas que ya eran respetados y queridos: la familia Herrera.

Vuelvo a insistir, por eso mi caso es diferente, yo estoy obligado con Yucatán. Y lo quiero porque la gente me quiere a mí más que a cualquier otro señalado. Me distinguen. Yo puedo entrar a un restaurante y me atienden primero, voy a pagar un recibo y me ceden su lugar en la cola. Pido un taxi y viene más pronto, voy a arreglar mi carro y el mecánico me atiende bien. Entro a un súper y todo el mundo me saluda. Es algo como ser rey, pero no me creo, porque yo vivo una vida muy sencilla. Pero para la gente yo soy un rey del humor.

Ellos no saben de las penas que tengo, porque ellos vienen a reírse. Yo siempre cuento la anécdota que cuando existía aquí enfrente el Registro Civil, un día llegó un matrimonio que ya llevaba más de 10 años de casados y vinieron a divorciarse. Pero como no los pudieron atender, ella dijo a su esposo: si quieres me puedes invitar a ver a Cholo por última vez antes que nos separemos. Compraron los boletos y entraron a ver la función, y cuando salían se habían reído tanto que no volvieron a hablar del divorcio. Y después vinieron a agradecerme. Eso puede sonar ridículo y cursi, pero es cierto, ocurrió. Y lo mismo ocurrió cuando en una ocasión vino un señor y me dijo: “yo ya no lo vendré a ver, porque hasta hace tiempo yo traía a mi padre enfermo, en una silla de ruedas, a ver todas las funciones. Y todavía 8 días antes de morir, lo traje porque me lo pidió y se rió por última vez con usted. Y ya no vengo a verlo porque sufro mucho”.

El público cree que soy eterno, me dicen: “Oye, Cholo, por qué tienes canas, por qué estás gordo. Creen que Cholo no debe envejecer nunca. Es una posición preciosa, pero difícil a la vez. Desde luego, yo no puedo hacer algo malo en la calle.

Es muy bonito ser yucateco, como es muy bonito ser dinamarqués o ser campechano o tapatío.

El valor que tenemos los yucatecos es que siempre hemos estado unidos, como todos los pueblos que se quieren. Somos un poco como los judíos errantes de los mexicanos.  He estado en Nueva York y el señor que me abrió la puerta era yucateco. Y es cierto, aunque no me tocó verlo, pero dicen que en Venecia hay un gondolero yucateco. Entonces el yucateco se ayuda donde sea. Eso sí me ha tocado. Es un pueblo que se quiere.  Es un pueblo que con la evolución ha perdido un poco sus bellas costumbres, incluyendo la educación. Pero, al fin y al cabo, es la evolución. Cuando yo era niño había un crimen cada 10 años en Mérida o Yucatán, y he leído que en esta semana había tres, ¡en una semana!, y luego suicidios. Entonces la conducta del yucateco ha cambiado. Pero nunca ha perdido el sentido del humor. Es muy importante.

Aparte de eso, me gusta nuestra comida, ¡se nota!, la música, el folclor, las canciones, los compositores y artistas, y sus mujeres. Me encantan sus mujeres, las mujeres yucatecas.

Los yucatecos tenemos más tiempo para disfrutar la vida que los uaches. Pero esto sucede en cualquier provincia. Aquí somos menos formales, desde la forma de hablar y la forma de vestirnos. Aquí no usamos corbata y saco. Cuando yo regresé del DF yo guardé mis corbatas y mi agenda de teléfonos. Aquí vivimos, no sin reloj, pero tenemos más tiempo para vivir. El capitalino vive en un lugar muy difícil. Es una ciudad muy bella, pero el que vive allí tiene su tiempo muy medido. Es más delgado porque es más ágil. Aquí comemos seis tortillas, pero allá no hay tiempo para comer más que una.

En toda la provincia existe el chisme, y el chisme aquí o en cualquier lugar no me gusta. No me gusta la gente chismosa aquí o allá. De los yucatecos no me molesta nada, aunque no me gusta que se pierda la buena educación. Que no se conserve la tradición del don y la doña. Eso se está perdiendo.

Que los uaches vienen a imponerse, no es cierto, absolutamente no. Por lo regular la gente que llega a esta tierra se adapta, como dicen: “a la tierra que fueres haz lo que vieres”. A mí me tocó adaptarme a la vida capitalina, y los capitalinos que vienen aquí se adaptan. Los que no se adaptan se regresan. Los que tienen puestos ejecutivos aprenden a manejar distinto a la gente. Aquí y en toda provincia hablamos más de frente. Tengo muy buenos amigos en la capital, y muy buenos amigos aquí. Y también conozco muy malos capitalinos y muy malos yucatecos.

Aún es tiempo de conservar las buenas tradiciones yucatecas, de saludar, de respetar a la gente, de vestirse bien si se puede. A mí me tocó conservar una tradición yucateca que es el teatro regional. Preservar el teatro no tiene nada que ver con los costos, pero hay que educar y acostumbrar a los jóvenes a ir al teatro.

El problema más grande que tenemos ahora en Yucatán es político. Es la separación de la sociedad. Hay que recuperar la unidad. Si no, nos vamos a hundir. La sociedad meridana. Siempre hemos sido hermanos, y ahora estos hermanos estamos peleados y separados entre nosotros. El problema surge entre el partido oficial y el primer partido de oposición, más el partido que ha venido después. Todos tienen razón. Pero acuérdate que cada fin de siglo vienen los cambios de los gobiernos, y si va a haber un cambio, y así debe ser, debe de ser por el plan tranquilo, por el plan de cordura, de hermandad. Que Mérida y Yucatán toda vuelva a ser el pueblo de hermanos. Nada de eso: voy a ver al fulano, no te vas porque es panista, o no te llevas con éste porque es priista. Eso creo que es el único problema de Yucatán.