Menú

Devota | Las mujeres decentes de la 58

Devota

Las mujeres decentes de la 58

Devota

Yo me llamo Devota. Soy de un pueblo y tengo 32 años. Tengo 4 hijos conmigo. Tengo otros dos con el esposo con quien vivo ahorita, mi segundo marido… viven conmigo también. En total son seis hijos.

Yo empecé mis trabajos porque mi esposo era un drogadicto, un borracho, un ‘bueno para nada’. Entonces yo empecé a trabajar en Chedraui como jefa administradora de abarrotes. De ahí pasé a ser mesera en un bar en Ticul como un año. Luego vine con mi hermana aquí en Mérida a vivir. Mis hijos estaban en la casa de mi mamá… ella siempre me ha apoyado. No está molesta con nada de lo que hago, porque yo ya soy grande y sé lo que hago. Ella me dijo: ‘Si vas a hacer las cosas, piénsalo bien. Solamente no empieces a meterte en nada de drogas, nada de nada’. Yo la obedecí y vine a trabajar. Me llevó una amiga allá a la 58 a trabajar como sexo servidora. Eso que te estoy hablando, es como [hace] ocho años ahorita. No voy diario, solamente de vez en cuando me tiro a trabajar. Lo hago para ayudar a mis hijos, porque lo que más desea una madre para sus hijos, es salir adelante para el bien de sus hijos.

Yo dejé de trabajar [como sexo servidora], pero por unos problemas económicos caí en lo mismo, y he vuelto a regresar aquí a la 58. El muchacho con quien vivo ahorita no está de acuerdo en que he vuelto a trabajar… él tiene 40 años… pero le dije, lo siento, pero lo tienes que aceptar, porque no hay de otra. Así lo dije, y él lo obedece, porque en mi casa yo mando, no él. Bueno -me contestó-, lo tengo que aceptar porque aunque yo te diga que no me gusta, a ti te entra por un oído y te sale por el otro. La razón de que me dedico a ese trabajo, es por el bien de mi hija discapacitada… me ha llevado mucho tiempo y dinero por lo que es terapias y medicamentos. Por eso me dedico a ese trabajo, porque en lugar de estar robando, yo presto mi servicio a la gente como sexo servidora. No lo niego.

Hay clientes que me pagan 300, 400, 500, hasta 1,000 pesos, porque les gusta la forma en que los trato, no los apresuro. Sólo doy servicio ‘normal’. Si un cliente me pide otra cosa, le digo, si no soy perro, y menos puto. Si un cliente me pide sexo oral o por atrás, yo les mando a mis compañeras que sí sé que hacen esas cosas. Cuando yo entro en el cuarto, nomás me quito mis pantaletas y subo mi falda. Es una sola posición por el dinero que me pagan, por 150 o 200 pesos. Las personas con quien trabajo lo hacen con puro condón… personas que no quieren poner su condón, no lo atiendo.

En parte sí me gusta mi trabajo y en parte no. La parte buena es el dinero, puedes contar con él cuando lo necesitas. Y si necesitas el dinero apresuradamente, es la única manera de ganarlo tan fácilmente. Y en parte no me gusta el trabajo, porque yo sé que en esta forma estoy traicionando a mi compañero, mi marido, el muchacho con quien vivo. La verdad es que yo quiero mucho a mi pareja. Gracias a él he salido adelante y en un tiempo me quité de trabajar allá. Me quité por tres años, hasta que volví a caer. Tuve un problema con mi rodilla y mi marido me llevó al médico y él costeó los medicamentos y lo que fue la operación en el hospital O’Horán, por eso le debo mucho a él. Y cuando mi primer marido quiso pelearse conmigo y quitarme a mis hijos, él pagó 4,000 pesos para pagar a un licenciado… y en ese tiempo yo no trabajaba y no me prostituía.

Mi hijo mayor tiene 16 años, luego hay uno de 15 y uno de 13, y mi nené discapacitada va a cumplir 10 años. Vive mi papá y mi mamá, y vive mi hermano que es licenciado judicial… y este desgraciado le dio la potestad de mi hija que va a cumplir 15 años a mi [primer] marido. No he vuelto a verla desde que nació, recién nacida me la quitó. Peleé mucho con mi marido porque tomaba mucho y se drogaba, y eso, me entiendes, no me gustaba, porque yo quería el bien para mis hijos. Y por culpa de él nació discapacitada mi [otra] hija, porque me caí en el baño… me empujó porque yo no quería estar con él cuando él quería. No me puede obligar, yo conozco mis derechos, porque he trabajado en la [organización] ‘No violencia a la Mujer’ y sé mis derechos. Fui secretaria en la ‘No violencia a la Mujer’ en los bajos del Palacio de Gobierno… y la verdad, a mí me gusta ese empleo decente y no lo que hago ahora.

Ahora yo soy promotora de Crediequipo, es del banco HSBC que nos presta dinero y hay que devolverlo puntualmente. Me gusta ese tipo de trabajo, porque me gusta juntarme con la gente y dar pláticas sobre los préstamos de dinero. Pedí un préstamo y tengo que devolver el dinero, y por eso volví a trabajar en la 58. Mi marido sí tenía dinero, pero ahorita se acabó. Él gana lo mínimo, que son unos 600 u 800 pesos a la semana y eso no alcanza para los gastos. Y le dije, aunque te moleste, yo tengo que ganar el dinero y voy a volver a lo mismo, si me quieres, tienes que aceptar que yo trabaje en la 58. Él me ama y yo lo amo y tomamos un acuerdo entre los dos que yo vuelva a trabajar en la 58.

Soy feliz, porque no soy una persona que toma, que se droga, y cuando termina mi trabajo llego a mi casa, y allá también está mi esposo, o a veces él me viene a buscar. Le digo, ven, yo te quiero acá.
Yo me depilo para evitar enfermedades, porque mujeres con mucho pelo en el pubis son más propensas para tener una enfermedad, se genera con el calor. No me duele y me gusta hacerlo, y me siento feliz cuando me estoy depilando. A mi esposo también le gusta… y la verdad, después de depilarme, lo jalo y echamos un ‘palito’.

Al principio mis vecinos en Ticul me ‘comían’. Me decían que yo era una que sirve para nada, pero no me importa lo que digan los vecinos, porque es mi vida y no la vida de ellos. Como dicen, cada quien vive su vida.

Ser sexo servidora es el peor trabajo que hay en la vida, porque cuesta un chorro de trabajo soportar a cualquier cliente, uno por uno… porque no es lo mismo acostarte con un cliente que acostarte con tu pareja. Entre las mujeres, es el trabajo más difícil que uno puede hacer, porque no sabes con qué gran cabrón vas a entrar en el cuarto. Una vez, un cliente me robó mi celular, mi dinero, pero al robarme yo también me puse las pilas y le pregunté, ¿a cuenta de qué me vas a robar, si yo lo he ganado? El cliente quiso taparme mi boca, pero yo lo agarré y le pegué en sus ‘bajos’. Así soltó todas mis cosas, y lo saqué a patadas del cuarto. Pero también he tenido buenos clientes que me pagan bien. Y he ido a trabajar en Cozumel.

Los policías siempre nos quieren correr de la calle, pero yo les contesto, ¿acaso no somos mujeres de la calle?, y así nos tratan…¡Ustedes están ganando para su vida, ¿y nosotros, por qué no?!

Así ha sido mi vida.