Un problema que ha afectado desde hace varios años a la platería, ha sido el alto precio del oro. La primera elevación significativa fue en 1968; desde entonces ha seguido subiendo. Entre 1968 y 1980 subió en 2924 por ciento.
En los poblados rurales, el alza del precio del oro ha provocado que los artesanos dejen de fabricar alhajas, ya que no tienen dinero suficiente como para comprar el material. Solo elaboran piezas cuando el cliente da un adelanto que les permite comprar el oro. La mayoría de los talleres se dedican a hacer reparaciones y compran oro en pequeñas cantidades para hacerlas. Muchos talleres definitivamente han cerrado y sus dueños se han orientado hacia otras actividades. El problema es que no solamente el oro ha subido, sino que ha bajado el poder adquisitivo del dinero y por eso mucha gente no puede consumirlo.
En Mérida y en Valladolid el sistema ha permitido que subsistan varios talleres, ya que los comerciantes ricos tienen el capital suficiente para comprar la materia prima y entregarla a quienes saben trabajarla. En este sentido, el sistema de maquila ha sido beneficioso al ofrecer trabajo a esa mano de obra especializada que son los plateros y también porque de ese modo se ha conservado el trabajo tradicional.
El efecto negativo de este sistema es que crea condiciones para acrecentar desigualdades al favorecer el enriquecimiento excesivo de los comerciantes a costa del trabajo de los artesanos. De hecho, el comerciante es el patrón del artesano. Pero como oficialmente no lo es, eso lo exime de una serie de gastos que recaen sobre las espaldas del productor. Por ejemplo, el impuesto. Quienes producen tienen que pagar un impuesto. Como el artesano es el que aparece como dueño de un taller, sobre él recae la obligación de pagarlo. En realidad, el comerciante debería pagarlo, ya que él es el patrón real del taller. También se ahorra gastos de luz, renta del local, desgaste de herramienta seguridad social y sueldo mínimo, gastos que tendría que hacer si los productores trabajaran en un taller de su propiedad. Los gastos que evade el artesano son los impuestos, la seguridad social y el pago del salario mínimo, ya sea que esté completamente imposibilitado para hacerlos, considerando que la ganancia que obtiene apenas le alcanza para reproducir su existencia y la de su familia. Es así como el ahorro del comerciante se traduce en gasto del productor.
La diferencia de ingresos entre ambos, se refleja en sus condiciones de existencia. Mientras que los comerciantes han logrado acumular poco o mucho capital, reproducirlo y ampliarlo y multiplicarlo al crear nuevos comercios, al construir casas nuevas, al comprar auto, etcétera , los artesanos, que llevan años de trabajar a veces más de 50 años- lo único que han logrado, es reproducir su existencia sin ninguna mejoría, ya que lo ganan por su trabajo no les ha permitido ahorrar.
Otro problema para la obtención del oro, aparte de su alto costo, es el relacionado con el impuesto.
Para poder comprar oro en el blanco, se requiere presentar su registro en hacienda. Los artesanos no se registran porque el pago de un impuesto, por pequeño que sea, es gravoso por su raquítica económica. Por otro lado, es muy poco el oro que ellos compran: en Mérida, los productores maquiladores compran oro para la mezcla de soldadura, y en los pueblos compran oro para reparaciones, para hacer una que otra pieza de vez en vez par pasta de soldadura. En cualquier caso, es muy poco lo que se compra. Por eso prefieren comprar el oro en las casas de cambio y a los reventeros, aunque lo compren más caro (generalmente son N$3.00 en la onza de oro), ya que de todas formas les conviene.
Los plateros se quejan mucho de la obligación que tienen de pagar seguro social sus empleados, porque como no pueden hacerlo, tienen que estar ocultando el hecho de tener taller o empleados. Dicen que, además, ha repercutido negativamente en el sistema de aprendizaje. Nadie quiere pagar seguro a gente que no les rinde. Pero tal problema es secundario frente al alza del oro, pues es evidente que el seguro no les paga ni siquiera a los empleados experimentados, y de no existir un problema como el de alza del oro, la cuestión del seguro no sería un obstáculo para la continuación del oficio.
Al mencionar el alza del oro, dijimos que ha repercutido en la restricción del mercado, debido a que se combina con el descenso del poder adquisitivo de la moneda. Esto hace que solo sectores con mayores ingresos, puedan consumir oro, mientras que los sectores con mayores ingresos, puedan consumir oro, mientras que los sectores más bajos restringen o suprimen su consumo.
Otro factor que ha repercutido en la reducción del mercado de alhajas tradicionales, es la introducción de maquinaria en elaboración de joyas, que permite que tradicionales, es la introducción de maquinaria en la elaboración de joyas, que permite que se fabriquen en menos tiempo que las joyas tradicionales elaboradas mayormente a mano.
Eso hace que las alhajas tradicionales tiendan a ser más caras y menos accesibles al público. Por último, esto se agudiza si se toma en cuenta el factor social moda, ya que la gente prefiere el consumo de diseños modernos. En Yucatán, en realidad, son los campesinos el mercado principal de lo tradicional y, por lo tanto, los que han sostenido el trabajo.
En la filigrana, la finura del trabajo depende de la finura del hilo y del corchado. Un trabajo fino es más caro porque involucra más trabajo (hilo debe de pasarse más veces por la hilera y el rellenado cuesta más trabajo porque el hilo es más fino y lleva más hojas). Sin embargo, en la actualidad son poco los plateros que lo trabajan fino, porque como se les paga por gramo, los trabajos ”pesados” los pueden cobrar mejor, esto, repercute negativamente en la calidad.
Otro aspecto es que ha bajado el quilataje del oro con el que se trabaja. Los comerciantes les exigen a los artesanos cierto número de piezas por cierta cantidad de oro que les entregan. Los plateros, para poder completar ese número de piezas, tienen que rebajar mucho la liga. En la actualidad, son muchas las piezas que se hacen en ocho quilates -lo cual ya no es oro, desde el punto de vista de los plateros- y se venden en las tiendas como si fueran de un quilataje mayor. Esto último es posible debido a que muchos plateros les dan color a las piezas con pantasol.
Otro factor que ha obligado a rebajar las ligas, es que muchos comerciantes no quieren pagar la merma. Según los plateros, la elaboración de filigrana se llega a perder entre 8 y 10 gramos, necesariamente. Aun siendo muy cuidadosos y recogiendo lo más que se pueda de limadura, en cada paso del proceso, se pierde material. Dicen los artesanos que actualmente los comerciantes ya no quieren tomar en cuenta esa merma, y eso repercute en la calidad de la pieza.