Escrito por Gaspar Canul
–Sí los vas a encontrar, están bien cuidados, los animales tienen un amo aparte, se llama Juan- tul, es el papá de las reses, pero tú no lo sabes.
El señor aceptó que lo desconocía. El anciano le siguió diciendo:
–Los ganados no se pierden, Juantul los lleva y los trae al corral, si una res se aleja de los demás,
él lo llama: ¡Muuu! ¡muuu!, y enseguida regresa al hato; además, Juantul deja un olor donde pasa.
El dueño de los ganados en cada corral es Juantul, porque antes de Cristo los judíos no tenían Dios,
su dios era el mal. Cuando los hombres malos oyeron que iba a nacer un dios, se convirtieron en
diferentes animales para hacer el mal.
Unos se cambiaron en mula, otros en vacas, otros en monos. Cuando la vaca se acercó a comer
el guano de la casa del niño Dios, una persona que estaba dentro del cuarto le preguntó quién era
y ella dijo:
–Soy una vaca.
Y le dijo:
–Si eres una vaca, ¿dónde están tus cuernos?
Contestó que no tenía, porque sabe que ella no es un animal verdadero, era una persona mala
que se convirtió en wáay, y que luego la descubrieron. Le abrieron la boca y vieron que tenía colmi-
llos, le zafaron los dos y se los clavaron cerca de las orejas, y luego le dijeron:
–Hoy has de saber que puedes seguir viviendo como vaca, y un día de estos mis hombres te van
a matar para que te coman.
Las personas que la sentenciaron son los hijos de Dios, que en maya se les dice chináab. El xchiu
se dio vuelta y se fue con sus cuernos.
Al salir del monte, dijo la oración para que regrese a su estado natural, como hombre judío, pero
no quedó bien, y cuando quiso hablar con el nojoch kisin, sólo mugió, se oyó ruido muy feo, no pudo
hablar, nomás dijo: “¡Muuu!, ¡muuu!”; ya estaba convertida en una vaca.
Llegando toda la gente, hombre o mujer que fueron enviados para que coman el jacal de Dios,
se convirtieron en animales, y, cuando quisieron hablar entre ellos, no pudieron; emitieron sólo
sonidos ininteligibles. Todos los que se acercaron donde está el jacal del Niño Dios, quedaron con-
denados hasta el fin de sus vidas en animales distintos.
Cuando Dios llegó al cielo, nombró el guardián de cada animal: al del ganado le puso nombre de
Juantul, que es el nojoch kisin. Él cuida todos los ganados, son hijos de él. Cuando va todo el ganado
al monte, Juantul va junto con ellos, él sabe que eran hombres, pero que fueron condenados a esa
vida y, siempre que sienten hambre, comen yerba, nunca volvieron a comer sus comidas; dicen los
abuelos que fue el castigo por haber mordido el guano del jacal de Dios.
Al existir los chinabo’ob, hijos de Dios en esta tierra, probaron la carne del ganado y la sintieron
muy sabrosa, y fue cuando comenzaron a matarlos para que les sirva de alimento.
Los buscaron en el monte y los capturaron para domesticar y criarlos en un cerco de madera.
Después de un tiempo, tuvieron muchas reses y empezaron a matar para comer.
Una vez, cierta persona fue a atender a su ganado, y en el camino se encontró con un anciano
que iba apoyado con un bastón, y que le preguntó en maya:
–Tu’ux ka bin Yuum chináab. (¿A dónde vas mortal?)
Le contestó:
–Voy a ver a las reses que están en el monte, pero no sé si las encuentro.
El anciano se rió y le dijo:
Aunque algunos animales se queden, el simple olor los guía hasta al corral.
Continuó instruyendo el viejito, pues le dijo al señor:
–Ocho días antes que mates o vendas un ganado, ciérralo en su corral, porque si no lo haces así,
Juantul lo avisa para que no entren al corral por el peligro que se acerca. Eso es verdad, si uno ob-
serva, ocho o quince días antes de ir un animal al matadero muge, raspando la tierra con sus patas;
quiere decir que Juantul ya dio el avisó.
De último le dijo:
–Cuídate mucho, no te metas entre las reses de noche, puedes encontrarte con Juantul, y te
afecte su mal viento que siempre le acompaña.
En un momento se distrajo el señor por ahuyentar un mosquito que lo molestaba, y cuando se
volteó otra vez ya no vio al anciano, se había desaparecido.
Fue así como se enteró de la existencia de Juantul, el jefe de los ganados. Por eso, hasta ahora,
un descuido ataca el mal viento del corral, porque allá anda Juantul, porque es enemigo del hom-
bre; pero, gracias a los yuum jmeno’ob, que nos curan del mal.