Contado por Alfonso Dzib
Los aluxes, como se sabe, son personas de edad avanzada, viejitos que existían antes de la llegada de Cristo. Pues los antiguos crearon esa imagen; sólo pensaron en hacerlo como un dios. Según la creencia de las personas, es un dios porque tenía mucho poder.
Un milpero tuvo mucha creencia en él, y fabricó su mismo alux. Hablaba consigo mismo, y decía:
¿De qué manera podré tener un alux para que cuide mi milpa, la riegue y cuide todas las cosas que
yo siembre? Eso tenía en mente, hasta que un día amaneció y se puso a fabricar un muñeco. Lo dejó
como la forma de una persona, pero, como era un dios, lo puso en un altar. Dios le dio facultad para
que lo fabricara y la forma de hacer para que tuviera vida. Durante catorce noches estuvo orando
para darle vida y espíritu. Después de ese tiempo, se convirtió en el dios Alux. Luego vio que cami-
na, se mueve. Fue entonces cuando habló con él y le dijo:
–Ahora vas a cuidar el monte, la milpa, los sembrados y todas las cosas que se encuentran en mi
tierra. Tienes que enfriar la tierra y hacer que llueva, aunque no sea el mes de lluvias, harás llover
todo el tiempo.
De esta manera quedó el Alux, como una persona muy poderosa, pero convertido en dios que
está al servicio del hombre donde sea que se pronuncie su nombre. El Alux tiene otro nombre que
es K’at; así se le conoce también, es decir, tiene dos nombres.
En realidad, al que le dicen K’at está hecho de barro y es quebradizo. El otro es de piedra y su
tamaño aproximado es de 40 centímetros*. A estas pequeñas figuras que actúan como dios, les
hacen sus utensilios de barro, como son: la taza, el plato, las jícaras, una carabina. Él es como una
persona muy bien acomodada, así lo dicen los señores.
Luego el hombre le dijo:
–Muy bien, Alux, ahora que no es época de lluvia voy a hacer mi milpa y te voy a servir. Pero tú
eres mi santo.
Dicho esto, lo agarró y lo llevó hasta su terreno donde había encontrado una cueva, y allá asen-
tó al Alux, convirtiendo la cueva en un santuario. Cuando llegó el tiempo de tumbar la milpa, agarró
el maíz y lo puso a hervir para hacer el sakab; lo molió y, después, lo llevó a la milpa. Allá deslíe el
sakab y lo ofrece en jicaritas delante del K’at, y le pide:
–Ahora, ayúdame en el trabajo, cuidame para que no me accidente o sucedan cosas malas.
Le cumplieron lo solicitado por el Alux. Así era todos los días. Cuando siente hambre y baja las
jícaras, pero antes le avisa que lo va a bajar, y le pide permiso, así toma la gracia (maíz):
–Ya te serví para ti; ahora voy a tomar también.
Y luego prepara otro pozole para completar su ración y lo toma.
Así era todos los días, hasta que llegó la hora de quemar la milpa, y le dijo:
–Voy a quemar la milpa, luego la dejo en tus manos.
Después de la quema, le dice al K’at:
–Ahora voy a sembrar la milpa, y si no llueve tú vas a encargarte de regarla.
Colocó el sakab como siempre, frente al K’at, y le habló así:
–Ahora tienes que hacer que llueva para que se moje la tierra, porque ya hice la siembra.
Efectivamente, después de la siembra comenzó a llover, se levantó un chubasco y cayó
sólo donde estaba su milpa. Luego el K’at acudió a los otros dioses de la lluvia, y les pidió
permiso y:
–Mi señor, présenme las herramientas que se usan para regar.
Pero le dicen:
–Pero, ¿tú vas a regar?
–Sí –contesta.
–Está bien –le aceptan.
Le dieron, entonces, una nube muy grande para que riegue sólo la milpa de su amo, y solamente
allá hizo llover a diario, hasta fuera de época. Cuando el dueño de la milpa llegó, observó que sola-
mente llovía en su milpa y no avanzaba más de un mecate fuera de su milpa, por decir 20 metros.
El Alux estaba realizando su trabajo sólo en la milpa del señor, todo lo que había sembrado estaba
quedando muy bien.
Esto motivó a que creyeran en la existencia y el poder del Alux, que no es cualquier cosa, sino
un dios, y es bueno. El señor sembró, además del maíz, tomate, sandía, ibes, frijoles y otras cosas
más. De repente pasaron unos campesinos, compañeros milperos, y quedaron asombrados al ver
que estaban produciendo los sembrados. Y se dijeron:
–Parece que no está el dueño, vamos a cosechar algo.
En eso, uno entró a la milpa y se puso a bajar una hermosa sandía. Al inclinarse, sintió que le ti-
raran con una piedra. Era el Alux. Apenas le roza la cabeza, y cayó en el suelo. Se paró rápidamente
y comienza a buscar quién lo tiró, y no vio a nadie, y dejó en el suelo la sandía que había bajado. Se
aleja inmediatamente de allí y no llevó la sandía. Llega a la orilla de la milpa y se topa con muchas
matas de ibes repletos de vainas. Lo vio y se dijo:
–No agarré la sandía, pero voy a bajar los ibes.
Abre su sabucán y comienza a llenarlo, pero enseguida escuchó unos ruidos: “¡ba, ba, ba, ba!”.
Estaban golpeando los troncos de los árboles muy cerca de donde se encontraba. Con presteza
asienta los ibes y de nuevo busca quién es el que lo asustaba. No vio a nadie otra vez, y molesto deja
los ibes y se retiraron de la milpa.
Esto que sucedió, es por el poder que tiene el Alux sobre la milpa. No permite que roben lo
que cuida, lo que riega, está pendiente desde donde se encuentra, está cuidando la milpa del
señor. El milpero, al bajar los primeros frutos debe hacer la ofrenda* al K’at. Después ya puede
bajar lo que quiera y cuanto necesite para su consumo. El Alux demuestra su poder con hechos
como éste.
Como vio que el campesino tenía intenciones de robar no lo dejó ir en paz, ya de último le hizo
mal. Estaba caminando, caminando cuando el pobre de repente siguió otro camino y quedó bien
perdido. El Alux le perdió la vista y lo confundió de camino. Ya cansado después de tanto caminar
se siente y se duerme, fue el K’at que lo recogió y lo comió.
Cuando llegó el milpero, como siempre, fue corriendo frente al altar donde se encuentra el
Alux, allá donde sabe que lo adora y se llevó un susto, porque allí se encontraba la cabeza de la
persona que intentó robar en la milpa. Y le pregunta:
–Oiga, mi dios, ¿qué ha pasado aquí?
El dueño se pone a hablar solo, parecía un loco: ¡Ay, mi dios!, ¿qué te pasó ahora, Alux-K’at?,
¿cómo es que llegó esta cabeza aquí?
Luego fue a donde estaban la sandía y los ibes. Los ibes estaban amontonados en el suelo, la
sandía que bajó está tirado allí, porque no lo pudo llevar.
–Lo estuve asustando, le tiré con una piedra pero no le di, apenas rocé su cabeza. Sólo por eso
no llevó la sandía. Después lo encontré otra vez bajando los ibes y le toqué los troncos de las matas
y tampoco hizo caso, siguió robando. Y como ya me había fastidiado de su terquedad, le perdí la
vista y me lo comí. Te dejé la cabeza como testigo. Esto es para que veas que llegó un ladrón en tu
milpa –dijo el Alux.
Entonces, el señor comprendió que de veras tiene mucho poder y dijo:
–Desde ahora veo que eres terco, tienes razón, padre. Tú eres Dios, así vas a seguir cuidando
mis cosas.
Entonces, fue y cosechó las cosas para ponerlo en el altar donde se encuentra el K’at. Pero él no
lo come, sólo absorbe la esencia de todo lo que se le ofrece de los primeros frutos como agrade-
cimiento de los humanos. Al buen rato, el dueño baja una parte y lo lleva a su casa. Cuando llegó,
llevaba sandía, ibes y muchas cosas más. El Alux es como un dios, pero solamente es un K’at, pero
también dicen que es malo.
Él también da dolor de cabeza, porque tiene poder, afecta con su viento, infunde miedo. Él hace
muchas maldades que deja muy mal a la persona. Te deja con males o te come, pero por lo general
siempre te lastima con su mal viento*.