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La capacitación en el campo del bordado ha sido prácticamente inexistente. Sabemos que en la década de los setenta, se realizaron capacitaciones en bordado de máquina, en el área de Valladolid, por parte del INI, cuando se fomentó el costurero de Dzitnup.

En el campo del bordado de mano, nunca hemos escuchado de capacitaciones a las bordadoras rurales. No ha existido un cuerpo técnico de especialistas -equivalentes a los cuadros que provienen de las escuelas agrícolas- que capacite a las bordadoras en todos los niveles que lo requieren: teórico, informativo y técnico para conocer aspectos como la historia del bordado maya yucateco y de otras partes de Mesoamérica y del mundo; los diseños y la simbología relacionada con los mismos; el papel cultural del bordado a través del tiempo y en distintas sociedades; su aplicación a través del tiempo y del espacio; los problemas organizativos y de comercialización; su relación con el sistema de género; la mejora de la calidad de su bordado mediante el aprendizaje de nuevas puntadas, de nuevos diseños, de nuevas aplicaciones y de nuevos productos; el aprendizaje del diseño en sí mismo; el costeo de los productos y el manejo contable de la producción; así como la organización para la producción.

Si consideramos que el bordado se ha realizado en el ámbito doméstico para satisfacer necesidades familiares, es explicable que no hubiese un desarrollo profesional del mismo. Sin embargo, en la actualidad nada justifica que no se impulse la profesionalización de la actividad, dado su creciente carácter comercial.

En el campo de la costura, las promotoras del DIF, de la SRA, del Banrural y de la SARH, han realizado, a través del tiempo, cursos de capacitación de corte y confección básica y ello es lo que ha favorecido el desarrollo de la “ropa típica”. Sin embargo, este tipo de cursos los han tomado, mayormente, mujeres “de vestido” y las “mestizas” no manejan este tipo de conocimientos. Esto se debe a que dichos cursos se toman básicamente con fines de autoconsumo y, obviamente, las “de vestido” son las que principalmente aprenden corte y confección, ya que ni los hipiles ni los justanes requieren de un conocimiento complejo de costura porque se elaboran sólo con costura recta, sin pliegues, ni pinzas.

Aunque a veces los grupos de bordadoras han recibido cursos de administración o de organización, éstos no sirven de mucho debido a que, por un lado, se administran como paquetes sin tomar en cuenta las necesidades específicas de cada grupo y, por otro lado, dado que los grupos realmente no tienen un sustento productivo y comercial de tipo orgánico, las nociones de administración, que están hechas para empresas sociales, no sirven para la experiencia productiva y comercial atomizada que viven las bordadoras.

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