Yo no estoy tan de acuerdo que aquí haya diferentes etnias, yo creo que somos una sola cosa, porque un yucateco, tanto un indio como un blanco, estamos conquistados por la tierra. Entonces somos hablantes de una lengua igual. Y nos identificamos entre nosotros, y creo que hay una fuerza de identidad que es lo mayor que tiene el yucateco, la identidad de ser eso extraño que es decir: yo soy yucateco. Y cuando lo decimos pareciera que sentimos y tenemos un gran orgullo de decirlo. Y creo que todo el mundo lo tiene. Es como cuando tú, Christian, hablas de Dinamarca, sientes un orgullo, y cuando dices la palabra: vikingo, estás diciendo algo que es orgulloso, hay cierta presunción. Y nosotros los yucatecos tenemos ese gran orgullo, esa gran presunción de ser algo que los otros juzgan como que nos creemos mucho. Yo no creo que creamos, creo que somos. Eso es la diferencia entre los que se creen mucho y los que sabemos que somos. Los yucatecos, y no lo digo por mí, somos completos. Tenemos un orgullo de serlo. Es una emoción común y universal de todos los habitantes, de todos los pueblos, los franceses, los griegos, los suecos, los belgas tiene ese orgullo de ser lo que son.
Los uaches no tiene esa misma raíz tan hondamente enraizada en la tierra. Por ejemplo, un nayarita no lo sabe bien y le importa un cacahuate si es nayarita o jalisciense, o si fuera poblano o veracruzano, o más todavía, en el centro de la república donde están todos desperdigados, no le importa si es de Hidalgo o Morelos. Pero el yucateco no. El yucateco tiene una especie de gloria, no, de vanagloria, de decir: yo soy yucateco.
Los valores yucatecos están en peligro, pero no estoy diciendo que se están desapareciendo. Porque la fuerza que tiene lo intrínsecamente yucateco, está construido para estar. Está hecho para permanecer. Y hay muchos síntomas de reforzamiento de esa identidad, en el sentido casi defensivo. Las razones de esa esencia de ser yucateco se refuerzan, hasta esa agresiva cuando se siente la presión de la nivelación que produce la comunicación, como radio y televisión, con su afán de borrar los acentos y convertir la lengua en una sola lengua, de hacer que desaparezcan estos rasgos esenciales. Al mismo tiempo se incitan a ser más fuertes. Es una defensa personal ante una agresión que se siente y percibe eminente. Hay gente que acepta esa situación, vamos a llamarlo malinche del extranjero, y entiéndase por extranjero al mexicano, al norteño, a esta gente que es distinta a nosotros. Esa presión que se hace, unos se la aceptan y se van con la moda, y otros se refuerzan en su interés de no ser modificado.
No existe un programa por la defensa de lo yucateco. No creo que se pueda organizar una defensa de las personalidades por decreto. Yo creo que es una acción natural que se está dando por la propia fuerza de la tierra. Sí debía existir un programa, por ejemplo de Radio Universidad, con más intencionalidad en defensa de los valores. Pero resulta que siempre cuando esas cosas huelen a programa, al estilo: Estamos unidos, Trabajemos por México, resulta contraproducente. La gente lo siente gobiernista, lo siente oficialista. Y no debemos hacer algo por el estilo, porque la gente no obedece, no somos manada. Cada uno de nosotros siente esa agresión en su léxico, o en sus maneras de vestir, o en sus maneras de comer. Y se defiende, agrediendo muchas veces, diciendo que “me choca que se coma mole poblano en mi casa”. Lo siento como una invasión. Es como si me invitas a comer unas hamburguesas en vez de unos tacos de cochinita. A lo mejor voy a comer unas hamburguesas, porque a mis nietas les gusta ir al McDonald, pero cuando yo vi un McDonald al lado de la Ópera en Viena, me encabroné, porque cómo se están metiendo aquí, donde debemos comer un Wiener-schnitzel, en vez de una cosa gringa.
Total, creo que no hay que tener tanto miedo, creo que nuestra personalidad está a salvo, porque cada uno de nosotros lo sabemos resguardar.
Los yucatecos sí hemos sido invadidos por los uaches, por invasiones políticas, por invasiones económicas, por invasiones ideológicas. Y existe una constante intención de hacer desaparecer esa fuerza que es nuestra. Pero está cabrón. En la lengua misma, mucha gente se siente amenazada; hay muchos muchachos que ya hablan con acento mexicano, cuando hablan van para arriba, pero es pose, porque cuando llegan a su casa hablan como debe ser. Pero hasta yo que vivo en México, estoy perdiendo la musicalidad del acento yucateco copiado de la lengua maya.
Nosotros somos yucatecos, además de otras cosas.
Conozco dos que tres características de los yucatecos que no me gusta, pero prefiero no decirlas, porque los quiero mucho a todos ellos, y si hay algo que no me gusta de ellos, me callo, no la digo.
Y de los uaches, qué no me gusta…
No, No es así tan simple, porque en todo el mundo hay buenos y malos. Hay gente tan linda, y a mí me gusta llevarme con gente linda. No me llevo con ningún pendejo que no es lindo. Por eso me llevo contigo. No tolero llevarme con gente que no es linda. Busco a la gente linda, y por eso los uaches también son lindos. Me gusta toda la gente, los gringos, los judíos, los turcos, ¡ah! Los turcos yucatecos. Me gusta decir turcos, porque los quieren, los turquitos, las turquitas. Es una riqueza cultural llamarlos así. Llegaron con pasaporte turco, y por eso decimos turco, y por qué decir otra cosa si no los estamos ofendiendo.