Nací en Dinamarca, pero he pasado la mayor parte de mi vida en México, y más de
30 años en Yucatán. Como antropólogo, he dedicado mi vida profesional a retratar, grabar, documentar y tratar de entender la cultura yucateca en todas sus facetas y expresiones. Me he ‘metido’ en la cultura urbana, de los descendientes de los españoles, los llamados dzules. Otra parte de mi trabajo ha sido documentar la cultura de la población originaria de Yucatán: los mayas, los macehuales.
Como mencioné, soy danés al ciento por ciento. Y nunca voy a entender al 100 la cultura yucateca y la maya. Puedo acercarme, pero hasta allá. Mi situación, creo, me ha dado ventajas de ver aspectos de la cultura yucateca que los propios nativos no observan o no dan importancia.
En el mundo cambiante de hoy, creo que es muy importante mantener y cultivar las raíces de cada cultura, de cada etnia. No para excluir o sentirse mejor, pero sí para intercambiar experiencias y así crear un mundo respetuoso y excitante lleno de variantes, que enriquece la vida de los hombres y mujeres de ese planeta.
Me fascina y aprecio vivir en México y, particularmente, en Yucatán. Aquí me han dado tanto y dudo que pueda devolver ni una fracción de lo por mí cosechado. ¡Pero trato!
Hay aspectos que no me gustan, que no entiendo y difícilmente acepto de Yucatán y de los yucatecos. Pero se escriben con minúsculas. Digo, lo mismo me pasa en Dinamarca. En la balanza de la escala de la vida pesó más Yucatán y aquí me he quedado por más de 40 años. ¡Por tierra y mar! Por eso me incluyo en la lista de Somos yucatecos. Aquí me van a enterrar, porque difícilmente pueda encontrar gente y ambiente mejor.