Somos extranjeros en nuestra propia tierra. El indigenismo es un estrato social marginado, devaluado, menospreciado. Pero el día que volvamos nuestra cabeza para ver nuestra herencia, tal vez ya se haya perdido para siempre. Aunque creo que todavía se puede rescatar mucho de eso.
Yo desde un principio pertenecía a ese círculo de ignorantes de nuestro pasado y nuestra cultura.
Empiezo con la danza por el placer y gusto de bailar. Pero como bailarín yo era malo, porque empecé muy tarde. Entonces pensé que con mi formación como maestro pudiera lograr algo con la danza en otra dirección, en la enseñanza de danza, y fue cuando empecé con el Ballet Folclórico de la Universidad. Comencé a investigar y a descubrir el trasfondo de la danza. La danza no solamente como una recreación social, sino como la expresión cultural de un pueblo, y sentí que era imprescindible conservarlos.
Y las danzas que presenta el ballet están construidas a base de investigaciones sociales e históricas, para así tratar de enseñar a la gente su historia a través de la danza. Es el caso con las danzas del programa Yucatán y sus Raíces. Allá se puede ver la transición de nuestra historia por más de 450 años, es una manera objetiva y una forma placentera de conocer ésta, sin tener que leer tantas enciclopedias.
Hay que respetar nuestra cultura, porque es la herencia de miles y millones de personas, que ha traspasado por medio de la historia. Presentar una jarana sólo por mostrarla no tiene un gran valor. Pero mostrarla a la gente con todo un sustento histórico, de dónde viene, cómo se formó y por qué se baila es para mí lo interesante, lo que da un valor al bailable.
Vivimos en un estado donde por fortuna todavía conservamos muchas raíces vivas. Pero es increíble que todos los estudios válidos y reconocidos sobre las raíces culturales hayan sido hechos por extranjeros y no por gente nativa.
Los yucatecos siempre hemos sido calificados como separatistas, un poco sui generis. A veces nos dicen que somos más yucatecos que mexicanos, pero no es cierto, somos mexicanos y no queremos ser otra cosa. La historia de alguna forma se hizo que fuimos una vez un país independiente por un tiempo breve. El trasfondo de todo eso es una combinación de factores históricos y naturales. La cultura yucateca fue una cultura bastante floreciente. Y por su aislamiento, el desarrollo en Yucatán se hizo diferente que en el resto del país.
Hasta hace unos 50 años, la comunicación con el resto del país prácticamente era nula. Trasladarse a Cuba o Europa era mucho más fácil que ir al resto de la República. Y dada la situación económica en ese periodo, que fuera muy floreciente, de mucha bonanza, entonces los viajes e influencias vinieron de Europa vía Cuba y Estados Unidos. El desarrollo de Yucatán fue dado en otra manera. Tal vez a un mejor nivel, con otra visión, combinado con el aporte cultural que ya teníamos, más lo que nos llegó con los españoles. Toda esa combinación logró un desarrollo muy singular. Existe en Yucatán una sensibilidad artística muy profunda. Hay una cultura muy pacífica. Yo he vivido en otras partes de la república, y allá Yucatán es un pueblo admirado, en cuanto a su historia, su hospitalidad y su paz.
El problema es que no hemos logrado conservar lo que teníamos entre las manos. Personas y amigos míos que han venido de otras partes del país, cerca de la frontera con EE UU, donde las cosas se desarrollan diferente, han comentado sobre el abandono y deterioro de las cosas históricas que se encuentran aquí en Yucatán. Y me dijeron: si esos estuvieran en manos de los gringos, estuviera brillante, ¿por qué tanta apatía a su cultura? Pero es culpa de los mismos yucatecos, no podemos culpar a otros. Siempre culpamos al gobierno, a las autoridades federales, a los uaches. Y todo eso se debe a que somos individualistas. No somos una comunidad que sepamos trabajar en equipo.
Se dice que el peor enemigo de un yucateco es otro yucateco. No podemos ver triunfar a un congénere yucateco porque en seguida tenemos envidia. No hemos podido aglutinar fuerzas para hacer algo verdaderamente importante. Lo vemos en las artes plásticas, en la danza. Como esa persona no se lleva con aquella, no hacemos nada. Los yucatecos que han triunfado han tenido que salir de Yucatán, o, mejor dicho, han tenido que salir para luego regresar. Ha sido el caso en la música con Armando Manzanero. ¿Quién era Armando Manzanero antes de salir de Yucatán? Ya era una persona talentosa, pero nadie lo reconocía. Es el caso con Marrufo, que es uno de los mejores violinistas de Jalapa, y de muchos otros. Hay valiosos yucatecos regados por todo el mundo, a quienes aquí no se da su valor.
Hay muchas actividades artísticas aquí en Yucatán, es cierto, y más que en otros estados. Pero creo que muchas de las actividades corresponden a intereses políticos, y que no hay una actividad cultural a fondo. Creo que se puede hacer mucho más. Y las actividades culturales que hay se realizan prácticamente en la ciudad de Mérida. En las otras ciudades no hay nada. No estamos hablando de las comunidades marginadas, pero sí de los municipios grandes. Vete a Progreso, a Valladolid, a Tizimín, y el movimiento cultural es cero. Difícilmente tienen una biblioteca o una casa de cultura, y mucho menos un espectáculo o un movimiento cultural profundo. Nos hemos dedicado a hacer una cultura de escritorio, una cultura comercial, vendible para el turismo. Pero atrás no hay nada, es una escenografía que por dentro se maravilla, pero al fondo no hay nada. El gobierno, y no estoy hablando de una persona, porque al fin y al cabo el gobierno es el pueblo, somos todos, pero las instancias gubernamentales no tienen una estrategia seria de rescate y preservación de nuestra cultura. Por ejemplo, no entiendo por qué en las escuelas primarias no se establece la enseñanza obligatoria de la lengua maya y el cultivo de nuestros valores culturales. El estado de Yucatán presume de estos valores, pero en realidad no los cultivan. Y llegará el momento en que estos valores se pierdan, y cuando un país pierde sus valores, pierde su soberanía. Porque ya es un territorio vacío hueco, no hay un espíritu o filosofía que una a la gente.
Yucatán es uno de los pocos estados en México, junto con Chiapas y Oaxaca, que todavía, por su población indígena, conserva un buen acervo de valores. Pero al indígena le da pena llamarse Pech o Cauich, y busca cambiar su apellido. No hay un apoyo a la cultura indígena. Lo que viene de afuera es lo valioso, según piensan.
El gran problema en Yucatán es la falta de un nacionalismo verdadero y por eso no hemos podido crecer, no hemos podido realizar un trabajo colectivo, coherente, que tenga la camiseta bien puesta por Yucatán. El yucateco común prefiere irse antes a Miami que a la Sierra Puuc, donde está su cultura maya. Somos malos turistas en nuestra tierra. Estoy seguro de que si se hace un censo aquí en Mérida, hay más gente que conoce Disney World que Chichén Itzá. Bueno, antes, porque con el tipo de cambio ya es difícil, pero antes, había gente que cada semana hacía sus compras en Miami.
En México hemos perdido el nacionalismo y para mí el nacionalismo es una coraza, una armadura de hierro que protege a una sociedad, y cuando ese nacionalismo se diluye nos volvemos vulnerables a cualquier influencia. Afortunadamente, todavía tenemos algo que nos une y es la religión, la Virgen de Guadalupe, porque en realidad somos 32 estados muy diferentes unidos en uno. ¿Y qué tenemos nosotros en común con una persona que vive al lado de la frontera con Estados Unidos? La religión, y si no tuviéramos eso, tal vez estuviéramos peleados, como en Yugoslavia hoy.