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Raúl Kemp

Raúl Kemp

Sacerdote (1935)
Lo que no me gusta en Yucatán es que hay mucha apatía. Pero no porque sea así, sino porque hay muchas frustraciones. Es entendible, porque si te frustra y te frustra y te frustra, ya viene al final la apatía. El alcoholismo es una consecuencia de ese estado. Y para remediarlo, es tarea de todos, la Iglesia, el gobierno, las instituciones privadas. No puede ser el trabajo de unos cuantos. El que quiere a Yucatán, tiene que dar lo mejor de sí.

Cuando tú eres auténtico y honesto contigo mismo tienes que valorar lo que
eres. Tienes que reconocer tu pasado. Tú haces algo en tu trabajo, pero es algo
que heredaste de tus padres, de tus abuelos, de los antiguos. No hiciste las cosas espontáneamente. Heredaste la cultura de tus antepasados. Entonces tienes que querer tu tierra, porque eres parte de esa tierra, porque allá tienes tus raíces. Nuestra tarea es continuar algo que ya fue iniciado por nuestros antepasados.

El yucateco es una persona autosuficiente, muy capaz. Eso lo digo porque en el tiempo antiguo los mayas fueron autosuficientes. Y en la época de la colonia también fueron muy autosuficientes. En el tiempo del porfiriano los abuelos fueron autosuficientes, tenían sus monedas, sus maneras de vivir, sus haciendas. Es algo muy especial del yucateco, algo laudable de ese pueblo que ha sido autosuficiente. Y a pesar de las crisis, siempre ha sabido de salir adelante. Además, es un pueblo que sabe vivir y disfruta de la vida. Hasta el más pobre aquí sabe comer, sabe vivir, sabe disfrutar la vida. Además, el yucateco es bohemio, le gusta la música, le gusta el arte, posiblemente por ese contacto con el mar. Yucatán ha sido cuna de muchos artistas, poetas, cantantes y compositores como Guty Cárdenas y Ricardo Palmerín, y posteriormente Armando Manzanero. En cuestión de pintura tenemos a Fernando Castro Pacheco y como historiadores tenemos últimamente a Víctor Suárez. En fin, es un pueblo que ha sobresalido. Hemos hecho cosas que luego no han hecho en otros estados.

A pesar de que Yucatán es un lugar tan pobre en cuanto a la tierra, pues aquí sólo hay laja, pero aquí la gente ha sabido arrancar de la pobreza de la tierra muchas cosas para vivir.

La Iglesia ha tomado muy en cuenta lo indigno, los frailes fueron los que más defendían a los indígenas. Pero hay que ponernos a la altura de hace 500 años para entender lo que pasó, y no es fácil. Los frailes llegaron para evangelizar, proteger y culturizar al indio. Ellos abrieron escuelas y hospitales, y por eso existe la influencia de la Iglesia tan grande entre el indígena. El español, al contrario, vino a conquistar y pisotear mientras los frailes protegieron. Los frailes quisieron cristianizar todas estas costumbres, las que ahora todavía existen. La Iglesia defendió al indígena. Los españoles vinieron a robarles todo. Se derrotó a los indios, porque les quitaron a los dioses en quienes ellos creían. Si a mí me quitan mi religión y mi Dios, ya no tiene sentido la vida.

Todavía la influencia de la Iglesia es grandísima en los pueblos. Al sacerdote se le dice Santo Yum Kin. Los indígenas tienen una idea muy clara de que Santo Yum Kin, el sol, el iluminado, es su sacerdote. Todavía tiene mucha importancia.

La religión es, en medio de las dificultades, una esperanza. Y si te quitan eso, ¿qué sentido tiene la vida? Dios es una esperanza para el ser humano. Negar a Dios es ir en contra de la esencia del ser humano. Dios es parte de nuestra esencia.

El indígena es más libre y más honesto. Él lo percibe más, porque él observa la naturaleza, y el que observa la naturaleza tiene que llegar a la idea de un poder superior. La naturaleza es un libro abierto donde encontramos a Dios. Pero el hombre actual, con tantas prisas, con tantas carreras, ya no se detiene a observar a la naturaleza. Y al no observar disminuye su fuerza espiritual y ya no encuentra a Dios. Los campesinos son contemplativos de la tierra, están en contacto con los animales, con las estrellas, con el agua y así pueden encontrar a Dios. En eso nos ganan a nosotros. Pueden ser analfabetas, pero sus sabidurías no se las quitan.

Un problema grandísimo que tenemos aquí en Yucatán es el alcoholismo. Un pueblo alcoholizado es un pueblo que no puede prosperar. Hay un aumento del alcoholismo en los últimos años. Antes no tomaba tanto la mujer, pero hoy sí. Si antes tomaba sólo el hombre y ahora también la mujer, entonces se destruye la familia. El alcoholismo destruye a la familia y se pierden las tradiciones por el alcoholismo, porque la familia es la que transmite la cultura. Por eso hay tanta separación, tanto divorcio. En un pueblo alcoholizado se detiene el progreso.

Alcohólicos Anónimos (AA), que es el sistema que nosotros usamos, entró en la República por Yucatán hace unos 35 años. Nosotros estamos organizados aquí según la idea del kibutz de Israel. La gente en Cottolengo está por su voluntad. Vino una persona que había estado en la peni en Tijuana, y le pregunto: ¿Qué te parece Cottolengo? y me contesto: ¡peor que la peni! Me quedé sorprendido, pero cuando siguió, le entendí: Sí, porque en la peni tienes que hacer las cosas por la fuerza, pero aquí no, aquí es autodisciplina, y eso es peor. Aquí el único compromiso es contigo mismo, y con Dios. Y lo expresó muy bien, porque aquí estás por convicción.

Las cosas no nacen por casualidad, sino por providencia. Yo empecé eso hace unos 10 años porque se me murió un alcohólico. Yo no sabía qué hacer con él o a dónde llevarlo. Y gracias a uno, siempre alguien tiene que morir para que se salve y se me vino a la cabeza, me iluminó. Así se empezó aquí, poco a poquito. Yo no soy psicólogo ni profesionista. Los alcohólicos me enseñaron lo que yo sé ahora. Son mis mejores maestros.

Lo que no me gusta de Yucatán es que hay mucha apatía. Pero no porque sea así sino porque hay muchas frustraciones. Es comprensible, porque si te frustra y te frustra y te frustra, al final viene la apatía. El alcoholismo es una consecuencia de ese estado. Y para remediarlo es tarea de todos, de la Iglesia, del gobierno, las instituciones privadas. No puede ser el trabajo de unos cuantos. El que quiere a Yucatán tiene que dar lo mejor de sí. Pero qué puedes tú hacer solo, pues nada. Ante tal magnitud tienes que trabajar coordinado para romper el círculo vicioso. En Cottolengo estamos tratando de hacer algo, estamos tratando de promover el hombre. Es lo que tratamos en relación con nuestro trabajo, y el pueblo yucateco quiere a Cottolengo y nos apoya.