Uno no escoge donde se nace. Somos productos del entorno donde nacimos. Yucatán nos hechiza en la medida que desarrollamos y enfrentamos nuestra cultura frente al resto del país. Uno se enamora más y toma conciencia de lo valioso que tiene.
Los mayas han sido uno de las culturas más importantes en el desarrollo de la humanidad, y uno descubre la enorme injusticia que significa la invasión europea a Yucatán. La marginación y exclusión que han hecho los invasores, que nos han impedido integrarnos en un auténtico mestizaje cultural para crecer. Hay que luchar para mejorar esta realidad.
Por la situación geográfica, con pocos recursos, los habitantes de acá se han desarrollado más con la imaginación. Yucatán no es una zona exuberante, y por eso el hombre se fija más en el hombre, para explotarlo, o para exaltarlo o conocerlo mejor. Aquí no cantamos al caballo, cantamos a la mujer, al amor.
Las condiciones nos han obligado a ser más inventivos. En lo prehispánico eso se llevó a una arquitectura exuberante. El desarrollo del henequén y sus máquinas es otro ejemplo de la imaginación de los yucatecos.
Entra el centralismo y eso lleva a la desarticulación de la sociedad y cultura yucatecas. Caemos en la mediocridad por la imposición del centralismo a partir de la Revolución Mexicana. Aquí no hubo revolución, pero sí imposición que desbarató una nación. Sí hubo avances, pero se mediocrizó el desarrollo de la región.
Todavía en Yucatán existe, en los diferentes niveles y clases sociales, el orgullo por lo nuestro. Pero con la Revolución Mexicana se ha levantado una clase media oportunista que ha servido de esquirol al Centro para imponerse. Los auténticos yucatecos preservaban una serie de valores importantes. Preservaban mucha tradición mestiza yucateca. Tenían una añoranza por lo que construyeron. Tomaron cosas de Europa, pero lo integraron en lo yucateco. Hay que hacer una reevaluación del papel de los hacendados, su espíritu por emprender. La leyenda negra del hacendado es la que hay que reevaluar.
Paralelamente existía, y existen, las clases populares, que han defendido su cultura por más de 500 años.
La cultura de los mayas sobrevive. Eso hace más interesante y urgente la tarea de integrar los valores filosóficos, éticos y culturales de esa cultura legendaria hacia nuestra formación, para crear una auténtica cultura mestiza en la sociedad actual. La espina dorsal en nuestra sociedad ha sido la clase popular. Es el futuro de México. Hay que hacer una reevaluación e integración de los valores de nuestra propia cultura.
El origen familiar me ha influenciado por lo que hago hoy, y lo que quiero hacer. Mis padres vienen del campo, no eran campesinos, pero tenían estrecho contacto con los campesinos. Yo nací en Mérida, pero pasé largos ratos en el campo. Los contactos con estas dos realidades, la ciudad y el campo, los dos Yucatán: el histórico urbano y el histórico rural me influyó, y he tratado de entender las dos realidades. Explicaciones convincentes para entender estas dos realidades no encontré entre los maestros ni en las escuelas donde estudié, o entre las personas ilustradas que encontré. Por eso me dediqué a buscarlos yo mismo. Sobre todo, a través de los libros. Allí siempre encontré conclusiones interesantes. Por eso me dediqué a difundir entre mis conciudadanos esa historia, esa realidad que se encuentra plasmada en los libros.
Mi interés original era ser autor, escribir las grandes novelas, para que el mundo pueda formar sus propias conclusiones. Pero la realidad me llevó a editar tantos libros como fue posible sobre Yucatán, de tantos autores. Todo con una actitud honesta, para que nuestra sociedad pueda conocer y formar su propio juicio.
¿Cuál yucateco admiras más?
De Yucatán me gusta todo, pero de los yucatecos… ya es otra cosa. No me gusta su incapacidad para desarrollar tareas en conjunto, o la envidia que demuestran cuando alguien supera esa situación o emprende alguna tarea y logra avanzar. En lugar de aliento y apoyo surge la envidia y pone más obstáculos para alcanzar sus objetivos. En el campo de la cultura, a quien más admiro es a Ermilo Abreu Gómez.
¿Qué es lo que menos te gusta de los yucatecos?
Bueno no voy a mencionar nombres, pero el prototipo que menos me gusta se encuentra en el llamado Teatro Regional. No dignifican a la imagen yucateca. Lo que proyectan es el yucateco idiota, tonto, homosexual, amanerado, el que siempre pierde, el que no tiene perspectivas. Y se burla de la forma con que se habla, con exagerado acento. Y el público sí se ríe, pero en vez de identificarse o solidarizarse con la persona en el estrado, se siente distante por la ridiculización. Se ríe del otro no de sí mismo, “porque yo no soy así, yo no hablo así”. Muy distinto, por ejemplo, de Cantinflas. Él es el héroe, parece tonto, pero él siempre se sale con la suya y resuelve los problemas. La gente se identifica con él y están orgullosos de él.
¿Qué significa para ti ser mexicano?
Pertenezco a México como república, pero pertenezco también a Yucatán. No me identifico con la imagen centralista que se proyecta de los mexicanos, como charros, bailando jarabe tapatío o cantando el Son de la Negra.
Por cuestiones históricas y políticas somos mexicanos, conformados en una república federal. Pero hay que tomar en cuenta las diferencias. Hay que reconocer la diversidad, sin embargo la imagen oficial no lo hace. Se proyecta una imagen centralista.
Hay que descentralizar la vida cultural, política y económica, y procurar que el gobierno federal sea un coordinador de actividades. Se tiene que liberar todo el potencial de cada región. Y a través de una política de comunicación social se puede aglutinar todo ese esfuerzo.
¿Cuál mexicano admiras más?
¡Benito Juárez! Tiene una presencia para unir al país en contra de la invasión. Claro, cada persona tiene muchas facetas, y no estoy de acuerdo con su alejamiento de su origen indígena. Pero en total, fue valioso su comportamiento.