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Narcisa | Las mujeres decentes de la 58

Narcisa

Me llamo Narcisa y tengo 37 años. Empecé con mi trabajo como a los 17 años, por lo tanto, tengo ya 20 años trabajando aquí. Empecé porque me dejó mi esposo… y ni modo, soy madre soltera y tengo que mantener a mis hijos. Una niña de 20 y un chavo de 15 años que tiene ‘crisis convulsivas’. A él hay que darle su comida y cambiar sus pañales… toma biberón. El problema con mi hijo se presentó cuando tenía tres meses… estuvo en coma un tiempo, pero vivió. Yo fui a ver a su papá que estaba trabajando en Cancún para pedir su ayuda, pero él me dijo: ‘Es tu hijo, quédate tú con él, porque yo no voy a hacer nada por él’. Está bien, le dije, así lo voy a hacer, porque no es un perro que puedes tirar, es nuestro hijo. Y así lo he hecho hasta hoy… soy padre y madre. Hay personas que me han dicho, ¡intérnalo, intérnalo! No, no lo puedo hacer… es mi hijo, es un pedazo de mí. Si su papá no lo quiere reconocer, aquí estoy para cuidarlo. ¡Tengo mi dos manitas para trabajar y tengo un culo para vender! Para mi hijo soy ‘su puta madre’… pero tiene más madre que padre.

Vengo de un pueblo, Ixmul, cerca de las ruinas de Aké, en Tixkokob. Vine a Mérida para lavar y planchar, pero me enfermé mucho y mi doctor me dijo que debía cuidarme para no tener una pulmonía… y me aconsejó buscar otro trabajo donde no me mojara y no me cansara tanto. Entonces opté para trabajar, primero como mesera, luego fichera… y después de putañera.

Sí, puta, es la verdad, hay que decirlo así como es. Pero generalmente no vengo aquí a la calle 58, porque la verdad no es mi ramo, no me acostumbro. Yo soy fichera, mi trabajo es andar en las cantinas a tomar. Pero si sale una persona y me dice, vamos al cuarto, ¡vamos! Pero que yo me ponga aquí en la calle, no puedo, no es lo mío. Yo voy a tomar y sé que me van a dar una miseria, pero si convenzo a la persona… lo traigo aquí. Pobremente saco unos 100 pesos al día, pero hay días que saco 200, 300, 400 pesos.

Con los policías, gracias a Dios, no he tenido problemas. Al contrario, yo pido un favor y ellos me llevan a mi casa… les digo no tengo dinero y mi hijo está enfermito y si no llego va a llorar, entonces me contestan, vamos, te llevo, pero primero piden permiso a sus jefes, porque, me dicen, si te llevamos nomás así, nos van a multar y castigar.

Mi hijos saben de mi trabajo. Mi papá vive todavía… él como que no quiere enterarse y me dice, hija, ¡ten cuidado dónde andas! Claro, sí lo sabe de mi trabajo, pero qué me va a decir, soy adulta y lo hago por necesidad. Vivo sola con mis hijos… soy papá y mamá. Mi hija ganó una beca y está estudiando segundo año de prepa. Mi hijo, como está enfermo, no puede trabajar. Cuando yo salgo a trabajar, mi hija lo cuida.

No, mi hija no ha venido a trabajar aquí, pero yo no se lo puedo prohibir, porque, qué tal si a mis espaldas viene aquí. No, ella quiere seguir adelante con sus estudios. Una vez estaba llorando y me dijo: ‘¡Mamá, me das vergüenza!’. Pero, ¿qué puedo hacer?… tengo que sacar el dinero para ellos.