Menú

Olivia | Las mujeres decentes de la 58

Olivia

Las mujeres decentes de la 58

Olivia

Yo nací en Mérida, pero de chica me llevaron al pueblo de Sacalum, donde crecí. Mi papá nos llevó allí.

No sé si mi madre ya sabía que él era casado, pero así fue, y ella lo siguió allá. La verdad es que vivimos una vida muy dura y pobre. Él tenía su esposa con quien tenía dos hijos. Yo era su primera hija. Allí a mi mamá le puso casa… y empezaron a venir más niños. Pero mientras más niños había, menos comida había. Y lo que él ganaba lo gastaba en tomar y tomar… y para mi pobre mamá, pura ‘limpia’, o sea, la pegaba mucho.

A las 5 de la mañana yo tenía que venir a Mérida para vender limones en las calles. Salía en el primer camión… a las 7 de la mañana ya llegué a Mérida con mis cajitas y empiezo en el mercado. Como a la una ya debo haber vendido todo para regresar a mi pueblo. Pasaba por las cantinas por aquí y allá para vender mis limones en mi morral y mi plato: ‘¡Marchante, cómprame mis limones!’, lo andaba diciendo… anduve allá por El Venadito, y estaba lleno de cantinas en ese tiempo… iba allá con mis limones, porque en aquel tiempo vendían mucho marisco allá. Mi abuelita tenía un puesto en el mercado y ella siempre me invitaba a comer. Regresando a Sacalum teníamos que ir a jalar agua para los caballos… jalando y jalando porque eran cinco caballos. ¡Imagínate cuánta agua!… y el agua la teníamos que cargar del pozo hasta la casa… muy duro. Y luego, cuando llega mi papá de la milpa… a partir calabazas o desgranar mazorca. Y antes de que llegue mi papá, para los caballos teníamos que cortar el ramón… rápido subía al árbol y ta, ta, ta, a cortar, y mi mamá recogiendo las hojas. Así como ves, yo crecí bajo trabajo.

Allá vivimos y crecimos, pero también allá me desgraciaron, me jodieron. No mi papá, pero un muchacho del pueblo. Tenía yo 13 años y él me engañó, porque me decía que nos íbamos a casar… y yo quise salirme de mi casa porque mi papá y mi mamá me pegaban mucho, me pegaban por cualquier cosa. Me salí, íbamos a casarnos… no estaba yo embarazada, pero sí me había abierto el camino, me echó a perder, me engañó y me hizo de menos. Pero con el trabajo de los caballos, y todo el trabajo y mi papá que me pegaba, no quise regresar a mi casa, y además yo tenía miedo de decir lo que me había pasado con el muchacho. Entonces agarré un señor más grande, tenía 29 años y yo 13, no era viudo, era soltero. Se casó conmigo, vivimos juntos un año y nos casamos. Pero allá, su mamá me odiaba, porque yo era hija de mi mamá [que era la concubina] y de mi papá… nos odiaba su familia, un relajo. De último me mandó a trabajar con mi marido en la milpa, a desyerbar, y de regreso tenía yo que preparar la comida de mi marido. Semanal me daba dinero, y me daba cuatro huevos de patio para freír… eso teníamos para comer, y un pedazo de masa para hacer tortillas.

Como estábamos recién casados, él siempre me llevaba al centro del pueblo para pasear y comer panuchos. Pero un día salió solo, sin llevarme, y cuando regresó yo le dije: ‘Ah, saliste solo, ¿con quién saliste?’, le dije, pero de broma. Él se enojó, salió al patio sin decirme nada… y pum, pum, empezó a disparar una pistola. En eso salió su mamá gritando, ¡¿qué pasa?! Y a mí me dijo: ‘¡Si se mata mi hijo, prepárate, porque voy por ti!’. Toda la noche lo estuve reflexionando… imagínate si toda su familia viene sobre mí. ¿Sabes qué?, mejor me voy.

Con todo eso me fastidié, y cuando su mamá amenazó de matarme… ¡ya! Allí se terminó y me fui a mi casa. Vino él, mi marido, pero le dije, no regreso a la casa de tu mamá. Y me dijo: ‘Sabes qué, te doy 15 días para pensar, tienes un solar y allá nos hacemos una casa para vivir tranquilamente, aunque sea como un gallinero, pero vamos a vivir solos y tranquilos… ni yo con mi mamá, ni tú con la tuya, ¡vámonos!, 15 días te doy. Si quieres, si no, ni modo, aquí terminamos’.

A los 15 días él no vino, y entonces le dije a mi mamá: ‘Mamá, me voy a Mérida, voy a buscar trabajo’. Mi mamá tenía varias amigas en Mérida, donde nos refugiábamos cuando mi papá nos quería pegar. Entonces yo me fui con una de ellas. Yo me quedaba en su casa, y ella salía a trabajar aquí ‘por posta‘. Cuando regresa, ella saca mucho dinero de su chuchú [seno] así, sencillo [monedas] y de billetes. Como yo no estaba acostumbrada de ver tanto dinero así, le dije, tanto dinero, ¿de dónde sacas tanto?, oye, yo quiero ir a trabajar donde tú trabajas para ganar tanto dinero, para ayudar a mi mamá y mi familia, para que no sufran hambre. ‘¿Quieres ir a trabajar donde yo trabajo?’, me dice. ¡Sí!, le contesté. Está bien, me dijo. Pero yo no sabía qué trabajo hacía ella, no me explicó o tampoco me dijo búscate otro trabajo.

Y un día me dice: ‘Vístete bien’. Yo puse mis zapatos de hule y arreglé mi cabello en cola de caballo, como siempre lo usaba. Tomamos el camión y llegamos al centro, al mero portal. Allá estuvimos esperando, esperando y esperando, y yo pensé, cuándo vamos a trabajar, qué tipo de trabajo es eso, parada, parada, parada… y los hombres nos veían, porque yo era guapa de joven. Y me decían, ¿cuánto?, ¿cuánto? Y yo… yo no sabía nada. Entonces, un señor pregunta, pero como yo no dije nada, él le preguntó a una de las otras. Parece que se pusieron de acuerdo y le dieron el precio, y ella me dice: ‘Vamos, vamos a la 66 [la zona de tolerancia, entonces]’. Bueno, vamos, le contesté… y fuimos allá en Itzáes por el cementerio y nos metimos en una de las casas. Había muchos cuartitos allá, y dice la señora, entren allí… y veo que el señor estaba apurado para quitar su ropa, y a mí me dice: ‘¿Oye, no te vas a quitar tu ropa?’ Y yo, como era la primera vez, no sabía nada… No, yo no voy a quitar nada, le dije. Se molestó y me decía que ya lo había pagado… Pero yo abrí la puerta y salí corriendo. Y me pregunta la señora: ‘¿Qué hiciste?’. Pues, ¡nada!, le dije. ‘Pero si eso es el trabajo’, me contestó.

Para no hacer el cuento largo… allá [en el sexo servicio] estaba el dinero, y con eso pude ayudar a mis hermanitos y a mi mamá. Empecé entonces a trabajar aquí en Mérida, y [después] me fui a Cozumel. Cuando salí a Cozumel veo que mi mamá estaba embarazada con mi hermanito… y cuando regresé, llegué con mi maleta lleno de ropa y zapatos para mis hermanitos. Y desde ese tiempo, ya me gustó el trabajo. Tenía yo como 17 años.

Cuando yo llegué de Cozumel estaba muy mal mi mamá. Me dijeron, ya va a morir tu mamá con tu hermanito adentro, lo mató la comadrona al bebé. ¿Y cómo? ¿Dónde está el doctor? Él no quería usar las forzas [los fórceps] si no daba yo dinero. Afortunadamente yo tenía el dinero y fuimos a hablar con el doctor… y dijo: ‘Si quieres salvar a tu mamá, hay que sacar al bebé porque ya está muerto’. Y así lo hizo el doctor, y afortunadamente yo pude pagar al doctor y salvar la vida de mi mamá.

Así ha sido mi vida, trabajando para mantener a mis hermanitos. Y luego tuve yo cuatro hijos, y a mantenerlos a ellos. La verdad es que son con diferentes señores, pero ahora me rechazan mis hijos… dicen que yo quise más a un papá que al otro. Mi hija se la di [encomendé] a una mujer para que la cuidara, pero la señora me hizo una mala jugada… yo compraba la leche para la niña y yo pagaba todo, [pero] ella ponía piedritas en la mente de mi hija para que se pusiera en contra de mí. Cuando yo iba a ver a mi hija, huía de mí, y la escondían. Yo nunca la dejé, pero tenía que dedicarme a mi mamá y mi papá que eran enfermos, y por eso a la hora de su bautismo no pude llegar, pero no porque no quise. Estaba yo embarazada, pero tenía que salir a trabajar para mantener a mis papás. En ese tiempo no sabíamos cómo no embarazarnos, no había eso de anticonceptivos, no sabíamos nada, era un relajo. El que me defiende es el hijo que creció conmigo.

Ahora vivo con mi carnal, con mi hijo más chico de 9 años. Tengo un pequeño terrenito que me dio Cousey, pero no hay casa, más bien una casita que está disfrazada de puros trapos y un poco de cartón para que no entre el agua, y de techo, pura lona. Yo salgo a trabajar aquí en la calle 58, y a veces salgo con mi hijo a chatarrear… yo no quiero que él sufra lo que yo he sufrido… he sufrido mucha hambre, he vivido en la calle o dormido en una cueva. He sufrido mucho.

¿La policía? ¡Uh!… me han llevado muchas veces. ¿Enfermedades? No, la única enfermedad que he tenido es de mi riñón… me tuvieron que operar. ¿Las otras muchachas? Son buena gente, muy amables, nos respetamos, cada una con su vida y sus clientes.