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Basilia

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Las mujeres decentes de la 58

Basilia

Yo soy Leidy (como Basilia me conocen aquí). Tengo 27 años, y 6 años de casada. Tengo 2 hijos, la más grande es una niña, tiene 7 años, y el chico es un varón de 2 años. Vivo aquí en Mérida, en el fraccionamiento Francisco de Montejo.

Tengo 3 años como sexo servidora. Empecé, desgraciadamente por el desempleo de mi esposo… ya no había dinero. Yo empecé a trabajar como cajera, pero tú sabes que una cajera no gana muy bien, y yo tengo gastos en mi casa. Desafortunadamente te ves obligada a buscar el dinero, y ésta es la forma más fácil de encontrarlo, tal vez no la más agradable, pero es la más fácil. Como cajera son 9 horas parada y cada quincena cobras 1,100 [pesos] con todo y vales de despensa. No hay horas extra y si te quedas más tiempo, lo regalas al dueño, porque no te lo pagan. En cambio aquí [la calle 58] yo vengo a las ocho y media de la mañana y me voy a la una, una y media de la tarde, y cuando me voy llevo 700 o 1,000 pesos en un día… lo que vienes a sacar en 15 días como cajera. Así realmente vives cómoda.

Yo empecé aquí porque mi esposo no tenía trabajo. Y luego, por un problema, yo me quedé sola y me quedé envuelta en deudas, y por eso tuve que recurrir a la prostitución. Y con eso ya llevo tres años. No es para quejarme porque con eso puedo jalar adelante con mi vida y pagar los estudios de mis hijos. La casa la dio mi marido, pero tú sabes que hay tantos gastos, luz, teléfono, gas, comida. Son muchos los gastos.

Tuve problemas al principio, porque como eres joven, las otras compañeras te ven como competencia, podemos decir. Empiezan a hablar mal de ti a los clientes, dicen que tienes enfermedades: ‘A lo mejor tiene sida’, aunque no es cierto, simplemente por la competencia que puede haber con ellas. Pero ahorita no, me llevo bien con todas las compañeras. Con clientes no he tenido problemas, porque yo intento tratarlos bien, no ser grosera. Aquí en el hotel está seguro, nunca voy con una persona a un pueblo o algo, pero siempre hay que ser prudente, ser un poco inteligente. Yo por eso siempre vengo aquí.

Mis papás saben de mi trabajo, saben la razón por qué empecé aquí. Al principio mi papá pegó el grito al cielo, mi mamá se lo contó. Tuve que decir que ya no tengo dinero y no sé a quién recurrir. Y mi mamá me preguntó: ‘¿Y qué vas a hacer?’ Bueno, ni modo, a la prostitución, tengo dos hijos, tengo deudas, que más voy a hacer. Si lo tienes que hacer -me dijo-, hazlo bien. Y sí es como cualquier otro trabajo, si lo haces, ganas 100 pesos, pero hay unas de las muchachas que en su desesperación roban al cliente, pero corren el riesgo de que te corra el dueño del hotel, o el cliente te mete una demanda, es el riesgo que corres aquí, y por eso tienes que ser prudente y inteligente.

Enfermedades no he tenido, pero me he cuidado, he ido con médicos y solamente trabajo con condones, porque he oído de muchas enfermedades y yo tengo miedo, porque yo tengo dos hijos a mi cargo. Hay clientes que se quejan, que con el condón no se siente bien, pero ni modo, tiene que ser así, porque primero está mi vida. Una vez un cliente se quitó el condón y me quiso penetrar, pero yo le dije, así no, yo no sé si estás enfermo y con el condón me cuido y te cuidas a la vez. No -me dijo-, pero es que no se siente bien. Bueno, le dije, sabes que yo ya te serví y si no te gustó, búscate a otra. El cliente se quejó con el muchacho [el velador del hotel], pero yo le expliqué que el cliente se quitó el condón y yo no trabajo natural. Me entendió el muchacho, porque es la forma que trabajamos aquí.