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Ave Fenix

Las mujeres decentes de la 58

Ave Fenix

Mi nombre es Lorena, tengo veintinueve años y empecé en este trabajo a causa de un robo.

Trabajaba en un supermercado, y como un extra vendía alhajas, pero una persona se metió en mi casa y robó las alhajas, y eso me causo un problema, porque yo tenía que pagar el valor de las alhajas a la persona que me las comisionaba. Tuve que pagar ese dinero, porque es un dinero muy grande, por eso tuve que recurrir a este trabajo.

Trabajé cinco años. Pude haber sacado un préstamo, pero siempre sale igual, ¿cómo iba a pagarlo con el sueldo que ganaba en el supermercado?

Fue una decisión muy dura porque tuve que dejar un trabajo fijo y también perdí mi seguro social y la posibilidad de sacar una casa del gobierno. Pero me sentí obligada a devolver el dinero, y no encontré otra forma.

Yo al día tenía que sacar como 800 pesos. De ese dinero separaba 500 pesos para pagar la deuda, (que era de)120.000 pesos y 300 pesos para los gastos de mi día.

Empecé a dedicarme al sexoservicio por medio de una señora que conocí, ella me invitó a trabajar en una casa de masajes.

Cuando cerró la casa, me fui a trabajar en (el bario de) San Juan. Allí conocí a una muchacha que me invitó a trabajar en la calle 58. Y después de unos meses me fui a trabajar a la Av. Canek, en compañía de una sexoservidora extranjera. Ahí éramos las únicas mujeres, ya que esa es zona de travestis.

Mis papás fallecieron en un accidente cuando yo tenía 15 años y me pasé a vivir con una tía, que ya murió. Fui hija única y no tengo familia aquí. Los únicos que sabían de mi trabajo son mis cuñados y mi esposo. Mis cuñados me apoyaron con los niños cuando yo salía a trabajar. Tengo dos hijos, uno de tres años y otra de un año.

Y claro, mi esposo lo sabía. Pero él no lo aceptaba y se hacía la idea que yo era vigilante, porque como sólo en las noches salía, y por eso, según él, soy vigilante y tengo el turno de noche. Él se había mentalizado en esa forma, porque me ha comentado que para él es muy difícil saber que otro hombre me toca. Bueno, hay un detalle, porque él busca a otras mujeres, y es lo que he comentado a él. Obviamente a mi me da cosa que él está con otra mujer, porque lo quiero, y por lo tanto no me parece justo sus reclamos. Él lo hace por placer y yo por trabajo, allá está el detalle. Yo nunca me he acostado con otro hombre por gusto. Siempre me han pagado por un servicio. No he llegado al grado de enamorarme de otro hombre aunque que me gustan. He tenido clientes muy guapos, pero no sientes nada por ellos. Llegas a sentir una amistad y te conviertes en amiga de ellas, pero hasta allí. No logras cruzar la barrera que te enamoras.

Nunca pensé que me dedicaría a este oficio.

Estudié computación y un año de enfermería. Quería terminar mi carrera de enfermería y titularme. Pero no compaginaba mi trabajo con mis estudios, porque yo pagaba mis estudios. Por lo tanto me dediqué a trabajar y pensé más adelante seguir mis estudios de enfermería. Desgraciadamente no pude seguir con mis sueños.

Todo se truncó y tuve que recurrir al trabajo que hice por varios años. Siento que hasta cierto punto fue un tiempo perdido en cuestión de superación personal.

Hay personas que no tienen otro camino y ejercen el trabajo por años hasta que llegan a grandes.

Hay temporadas en que no trabajaba porque el estrés me sobrepasaba y tenía que hacer una pausa.

Mi primer embarazo fue por descuido, no estaba planeado. Me di cuenta de que estaba embarazada a los seis meses, pues en ese tiempo seguía viendo mi periodo.

Si me sacó un poco de onda saberlo pero ni modo, y no impidió que siguiera trabajando. En ese tiempo yo trabajaba en la calle 69 (por San Cristóbal). Me pasaba caminando en la calle en el sol, porque estaba trabajando en el día. Debido a que trabajaba caminando sin descanso y muchas veces en pleno sol, me enfermé. Fue gracias a uno de mis clientes que pude pagar los medicamentos ya que en ese tiempo el trabajo había decaído. Un día llegó a verme y me dijo:

– Te voy a comprar tu medicina y te voy a dar 600 pesos, y además quiero que te vayas a tu casa a descansar.

Esa fue una de las experiencias más hermosas, porque te das cuenta que los clientes se convierten en tus amigos y te apoyan cuando lo necesitas.

A veces pasaban y no había trabajado, entonces me decían:

– No voy a entrar contigo, pero toma 100, 200 pesos y ayúdate con eso. Ya es cuando entras en un contacto más allá del físico, es un contacto emocional.

La primera vez que entré con un cliente fue muy desagradable, realmente. Lo lloré porque nunca había yo estado con otra persona que no fuera mi pareja.

Fue muy desagradable, pero poco a poco te vas habituando, te vas psicoana-lizándote para no sentir. En mi caso ponía mi mente en blanco cuando estaba con un cliente. Poco a poco te vas habituando a la situación, y vas agarrando cierto nivel de control hacia tu cuerpo y ya no sientes asco, ya no sientes pena de desnudarte ante otra persona. ¡Ya no sientes vergüenza por lo que estás haciendo!

En mi trabajo llega un momento en que te gusta el trabajo en el sentido que a veces estas excitada o el cliente te sabe excitar de tal manera que logras incluso llegar al orgasmo. Algo que realmente una sexo servidora no debe de hacer. Se supone que te están pagando para dar placer y no para sentir placer. Pero con el tiempo acabas sintiendo placer.

Somos seres humanos y tenemos que sentir, aunque no lo queramos.

Casi siempre logré satisfacer a un cliente. Traté de hacerlo sentir que lo que yo expresaba era real. Llega un momento en que tienes que convertirte en una persona con la suficiente labia para convencer al cliente que lo que estás haciendo te causa placer, aun cuando no lo sientes. Normalmente no lo hacen todas las sexo servidoras. Son muy pocas que logran satisfacer plenamente al cliente.

Nunca me enamoré de un cliente, al revés, ellos se han enamorado de mí, pero les hice ver claramente que yo tenía pareja. Siempre marqué la diferencia entre la situación de un servicio de trabajo y lo que es una situación sentimental.
Ninguno de mis clientes supo jamás mi nombre, siempre use un alias.

Es parte de la profesión, quizás porque cuando entramos en este ambiente nos convertimos en otra persona. Esa persona va a satisfacer a los hombres, y regresando a nuestras casas volvemos a ser las madres y amas de casa. Nos convertimos en dos personas, una persona en la calle y otra en la casa.

Tuve muchos clientes fijos. Venían constantemente. Algunos semanalmente, quincenalmente o cada mes. Me hablaban por teléfono y nos poníamos de acuerdo. Había licenciados, maestros, doctores, ingenieros, y desde el rango mas alto como diputados, hasta el rango mas bajo. Como he mencionado, yo trabajaba también en la Av. Canek, sobre la calle 128. Allí el diputado mandaba a su chofer y yo iba a su casa, o a veces era a un apartamento. Después me regresaba con el chofer, o me pagaba un taxi.

Cuando terminé de pagar mi deuda, dejé el trabajo en las calles. Muchos de mis clientes se pusieron tristes pero se alegraron que dejara este trabajo para hacer uno menos riesgoso y estigmatizado. Algunos me dijeron:

– ¿Pero no puedes seguir haciéndolo solo con nosotros los que somos fijos?

No pude porque en realidad esa no era mi estilo de vida. Yo aspiraba a volver a ser la que fui antes de entrar en este medio.

El beso es tabú entre las sexo servidoras. Es una acción prohibida, es un sentimiento y cuando tú besas a alguien es una muestra de afecto. Se supone que no sientes afecto por un cliente, es una persona extraña. Es el motivo porque muchas mujeres no besan.

Yo besaba a mis clientes, porque veía a mis clientes más como amigos. Una sexo servidora tiene muchas profesiones. Es psicóloga, madre, amiga, esposa, hermana; una verdadera sexoservidora juega muchos papeles. Vienen unos clientes que dicen: – mira, no quiero estar contigo, solo quiero platicar de mis problemas y quiero que me aconsejes. Se crea un vínculo, y eso te permite sentir cierto afecto por esa persona.

Fue por eso que mis clientes se sintieron tristes cuando me retiré.

Ahora vivo sola porque me separé definitivamente de mi pareja, pero soy feliz así.

Vivo para mis hijos y me siento más relajada con lo que hago ahora.

¿A qué me dedico? Trabajo en una empresa y aparte estoy haciendo realidad uno de mis grandes sueños, que es escribir. ¡Estoy escribiendo mis memorias! [Con todo respeto, soy prostituta]

No me arrepiento de lo que hice y lejos de sentir vergüenza, me siento feliz de haber dejado un buen recuerdo en mis clientes.