Menú

Jacinta | Las mujeres decentes de la 58

Jacinta

Las mujeres decentes de la 58

Jacinta

Tengo dos años aquí en este negocio. Tengo 48 años, entonces yo llegué tarde aquí… y mejor que no lo he conocido antes, porque aquí hay drogas y toda clase de vicios. ¿Vicios? Yo, por mi parte no. Ahora vengo aquí para trabajar meramente, y regreso luego, luego a mi casa. Vengo a las 8, 8 y media y regreso a la una de la tarde. Con dos o tres, con eso me conformo. Siempre he trabajado aquí, y no conozco otra parte… aquí una amiga me trajo y aquí estoy.

Yo vine aquí, porque en otros trabajos piden papeles, quieren estudiantes con preparación, secundaria o prepa… y yo ni sexto [de primaria] terminé. Así nadie me da trabajo en una maquiladora o algo. Al contrario, aquí [en la calle 58] estás libre de trabajar… y con uno, dos, tres [clientes] has ganado para tus gastos… y ¡hala! a tu casa. Está difícil ganar algo aquí, porque yo ya no soy joven… y los hombres que vienen, si ven una joven, la prefieren a ella aunque tengan que pagar más. Y a nosotras, no quieren pagar lo que pedimos. Pero afortunadamente tengo mis clientes, porque sin ellos yo no ganaría nada… pero mis clientes me dan un poco más, 150, 200 pesos.

Nunca he tenido problemas con mis clientes, afortunadamente. Si encontramos clientes difíciles, lo denunciamos, o el mismo dueño del hotel llama a la policía, y rápidamente vienen a resolver el problema. Vine aquí porque estoy divorciada de mi esposo desde hace 10 años. Yo ya estoy libre y no tengo un hombre que me está manejando. Vivo con mi hija que está estudiando, y lo que yo gano es para nosotras… pero está muy dura la vida, casi no hay para los gastos.

Cuando yo llegué por primera vez aquí a trabajar vi a mi hija… me sorprendió y le pregunté, ¿qué estás haciendo tú aquí? Y me contestó: ‘Me dejó mi marido y con dos niños tengo que trabajar, porque si no, ¿cómo?… Estuve trabajando en una pollería, pero las autoridades la cerraron y ni modo, tuve que venir aquí’. Nos vimos obligadas a venir aquí. Mi hija ya habló otra vez con las autoridades y ha podido abrir su pollería otra vez; esta vez en la puerta de su casa… Y lo bueno es que su marido regresó. Yo, si tuviera un marido, ni de chiste iba yo a venir aquí a trabajar… ¿para mantenerlo?, nada de eso. Uno se casa para que te mantengan… Si yo tuviera marido, no conocería estos lugares. Yo viví 20 años con mi marido y él me mantenía, aunque pobremente… él tomaba mucho, y nos separamos en paz, cada uno por su lado, no nos separamos peleados. Él a veces me habla… con relación a su hija, o me pasa un dinero para su mantenimiento. Por el alcohol lo dejé, porque tomaba mucho. Le dije, solita voy a salir adelante, aunque sea de puta… y parece que me cayó la maldición, porque ahora aquí estoy [dice con una carcajada]. Lo que dice uno… ahí cae uno… pero ni modo, mientras uno trabaje honradamente.

Bueno, voy a ver si ‘hago’ un cliente más, para que haya para la comida y algo más.