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Rosario | Las mujeres decentes de la 58

Rosario

Me llamó Rosario. Es con el nombre con que la mayoría de los hombres a quien doy servicio me conocen. Rosario es mi nombre artístico, de batalla, se puede decir.

Tengo 23 años y nací el 6 de septiembre de 86. Sí, soy chavita, pero me trata mal la vida y por eso parezco la abuela de Matusalén… pero ahí vamos, ahí vamos. Tengo cuatro hijos y si Dios me bendice busco un quinto bebé. ¿Qué si lo quiero con el príncipe azul? Bueno, se puede decir que lo encontraré, que después de 70 sapos debe salir… antiguamente el sapo se convirtió en un príncipe, pero hoy, más bien es al revés, y el príncipe se convierte en sapo. Ahorita, temporalmente mantengo una relación sentimental con una persona desde hace tres meses y me gustaría formar una familia con él. Él trata de entender la situación que yo vivo y trata de apoyarme lo máximo, hasta donde él puede. Él es panadero… hasta hace todavía dos meses ganaba 250 pesos por turno al día, pero le bajaron su sueldo a 130 pesos. Ha buscado otros trabajos, pero hay que ser franco… cuando a ti te gusta un trabajo, aunque sea como barrendero, ¡te gusta!

¿Qué si me gusta el trabajo de servidora sexual? Bueno, sí, se puede decir que tal vez me gusta el hecho de conocer personas, el hecho de tener amigos, de no sentirte tan sola, de -tal vez erróneamente- sentir que tienes el control de tu vida… aunque a veces no es así y la vida tiene el control de ti. Pero ahí se va… todo tiene su pro y su contra.

Empecé en este negocio… bueno, la historia es larga. Yo tengo un padrastro que desde mis 7 años hasta mis 14 años abusaba de mí. Y cuando yo quise escapar de mi casa, mi mamá me cachó con mis maletas y ropa. Mi mamá no lo sabía, porque este señor siempre ha sido muy agresivo… y para ser franca, a los siete años, ¿qué puedes tú decir, cuando ves cómo le parten la madre a tu mamá? ¿Cómo iba a decir algo a mi mamá? ¿Qué vas a decir? Yo me callé, hasta que llegó el momento que ya no toleras más… y ¡ya! Sí, desde los siete años me hizo todo… me penetró. Gracias a Dios yo ya lo asimilé, pero me costó algo de trabajo, y creo que por eso he tenido tantos fracasos con mis parejas… pero, bueno, ya es harina de otro costal.

Cuando yo salí de mi casa le dije a mi mamá lo que me había pasado. Ella corrió a mi padrastro de la casa y venimos juntas a vivir aquí en Mérida… y allá nos vino a perseguir este hombre. Lo he perdonado a este hombre y no puedo tenerle rencor ni resentimientos, porque como dicen ‘el diablo es diablo’, y hasta el hombre más tranquilo se le puede retentar la cabeza. Trato de entenderlo… y pensándolo bien, porque créame, comida y ropa nunca me faltó, me dio una educación y tuve estudios hasta que pudieron económicamente. No lo juzgo, yo a esta altura del partido no estoy en posición de juzgar, Dios me libre que yo juzgue, porque, créame, yo he hecho tantas cosas…

Venimos aquí a Mérida porque tenemos familia por parte de mi mamá aquí. Habíamos venido por vacaciones con mi padrastro -y por lo tanto tampoco podemos juzgarlo completamente-, bueno, venimos aquí y nos pareció un lugar bonito para terminar de crecernos como herma-nos y para mi madre educarnos. El chiste es que un tres de enero de 2001 pisamos tierra de Mérida. Yo seguí estudiando, pero tuve que empezar de nuevo.

En [la ciudad de] México yo había estudiado hasta quinto semestre de prepa, pero le corté, porque tuve problemas allá en México. No solamente del abuso de mi padrastro, en México hay mucha drogadicción, mucho de todo… pero sí, la prostitución yo la vengo conociendo desde mis nueve años, porque, cuando yo escapaba por las noches cuando el señor abusaba de mí, yo salía por una ventana… en la esquina de mi casa, en una tiendita se reunían una bolita de mariconcitos que se drogaban, fumaban y tomaban, y habían unas muchachas allá que yo en ese tiempo no sabía a qué se dedicaban. Una noche que escapamos -vámonos, vá-monos-, conocí un centro nocturno… tenía yo nueve años entonces. Es cuando yo conocí lo que es un sexoservidor. Yo me empezaba a drogar y tomar. En el grupo había también travestis y homosexuales y participar era una forma de sentirme aceptada. Tal vez erróneamente, pero yo me sentía aceptada, no me sentía relegada o que sólo a mí se me caía el mundo. Entonces así empecé a girar. En mi casa yo era la niña modelo… estudiaba, ayudaba a mi mamá a lavar trastes, cocinar y lavar ropa. En la noche era la transformación… daban las 10 de la noche y todos estaban dormidos… pasaban y chiflaban las bandas, y vas para afuera… por un árbol afuera de mi ventana bajaba. Sí, era yo terrible.

La primera vez que me prostituí tenía yo 12 o 13 años. Yo seguía viniendo al centro nocturno, porque me invitaron a fichar… porque sí fichaba, como dicen acá, ‘la copa’, pero no tenía yo relaciones sexuales. Pero una noche salí con una amiga, Fernanda, que salía con un co-mandante de la policía. Estábamos paradas en una calle -tipo Itzáes-, y se para un carro con un hombre, pero en eso viene la patrulla con todas las luces prendidas, como que nos iban a detener. ‘Ah, ¿y esas pinches viejas?’… hicieron como que nos iban a arrestar. Le bajaron unos billetes al bato [al hombre del carro] y nos fuimos a la michigan [repartirse a la mitad el dinero].

Así aprendí yo, creciendo en este ambiente, desde los nueve años empecé a moverme en ese ambiente. El comandante de la patrulla, Rodrigo, no me acuerdo su apellido, pero su nombre sí es Rodrigo, él traía un secuaz que se llamaba Samuel y fue con quien yo me metí. Estos mu-chachos andaban tomados esos días… fuimos a un cerro, no se dónde, para conseguir piedra o crack… y después que se pusieron hasta la madre, fuimos a un motel y cada pareja en su cuarto. El muchacho pidió servicio sexual… sí, ponte condón. Se puede suponer que fue mi primer acto sexual o complacencia sexual. Sí me pagaron… 300 pesos en aquel tiempo, que era una lanita, un billetote. Yo me acuerdo mucho de esa muchacha Fernanda, muy esbelta, no tenía mucho pecho, pero se ponía unos brassiers con relleno, y como tampoco tenía nalgas se ponía unos calzones con esponja, ja, ja, ja, y se ponía un pantalón y otro pantalón y otro pantalón para que pareciera con unas piernotas y nalgotas. No se me olvida, y claro, cuando uno es chamaca, todo es novedad. ¡Era mi mundo!

Cuando vine a Mérida, vine con la idea de cambiar mi vida y de formar una familia. Yo [me] robé al que es mi esposo todavía, porque no nos hemos divorciado… yo no sé de pedir la mano, fui a avisar a mi suegro que estaba llevando a su hijo, él vino conmigo y nos casamos por [lo] civil en Kanasín. Fue una fiesta para llorar, porque se dio la casualidad que mi mamá se casó con el señor, mi padrastro, el mentecato, cinco días anteriormente, el día de su cum-pleaños. Porque decía mi mamá que tenemos la fábrica de plástico en México -que trabajaba mi padrastro, pero más bien mi mamá la había levantado, allí ella trabajando día y noche-, entonces se casó para dar un patrimonio a mis hermanos.

Aquí me casé, me embaracé… y no fue muy agradable que digamos, porque yo vi, estando embarazada, cómo el hombre que supuestamente era mi esposo empezó a pasear con una muchacha de 14 años, ¡puta madre!, enfrente de mi cara… cuando yo estaba lavando o trabajando. Yo aguanté, hasta que nació mi bebé. Fuimos a México, supuestamente de vacaciones, pero allá lo dejé y yo me regresé con mi bebé… mi primera niña, una señorita que va a cumplir ocho años el 2 de octubre.

Después empecé a estudiar y trabajar. Como había salido de la ‘prepa’ en México, no me revalidaron mis estudios aquí y tuve que empezar de nuevo. Pero jamás terminé mi prepa, siempre empiezo mi tarea y la dejo a la mitad de camino, porque me embarazo. En Kanasín entré como bailarina en un lugar nocturno que se llama El Gran Escondite, porque el ambiente ya viene de largo. Yo salí de la casa donde vivía con mi mamá en Kanasín, porque yo no quería tener problemas con ella, porque mi padrastro siguió con sus insinuaciones. Una vez que mi mamá había viajado a México, se me acercó y empezó a hablarme: ‘Hija, yo creo que empezamos las cosas con el pie izquierdo, pero podemos cambiar las cosas’. En un momento me dijo: ‘Hija, ¿te puedo decir una cosa?’. Claro que sí… porque yo pensé que me iba a ayudar o sugerirme cambiar una cosa de mi vestido, pero cuando me dice: ‘¡Quiero estar contigo!’. Hijo de tu puta madre… para qué te cuento lo que le dije. Cuando entendí sus intenciones, me fui a dormir a mi cuarto con mis hermanos… los quité de su recámara, porque pensé, si me puede hacer eso a mí, qué no puede hacer con mis hermanos que son más chicos. Los llevé a mi recamara y cerré la puerta.

Cuando regresó mi mamá le dije, ahí nos vemos, aquí yo no puedo vivir. Empecé a rentar un departamento en El Vergel, muy bonito, donde vivía con mi hijita. Empecé a trabajar en un bar, La Negrita, aquí por Francisco Madero. Luego fui a trabajar en un bar en Progreso llamado New Play, allá empecé a trabajar como bailarina. No fue difícil mover el culo, el ‘pedo’ fue pararme en los zapatotes… ¡no manches!, con unos pinches tacones así, que dices, ¡ay, güey agárrame, así y echan paja! Pero salía y yo ganaba una buena lana, pero, claro, yo pesaba unos 25 kilos menos. Trabajaba en El Escondite en la tarde y en el New Play en la noche… y en la mañana veía a mi hija. Luego trabajé en El Jabín, en Frontier, en Climas, lo que antiguamente era Men’s Club. Trabajé en El Jaguar, lo que hoy es Milk.

Allá en El Jaguar encontré otro señor que me prometió el sol, la luna y las estrellas y me llevó a trabajar en Playa [del Carmen] en un bar que se llama Las Velitas. ¡A puerta cerrada, papá, por contrato! No puedes salir, no puedes hacer nada, encerrada. Las 24 horas del día tenías que trabajar. Si tenías sueño o estabas borracha, te ibas a tu cuarto que compartías con varias chavas, te dormías, te despertabas, te bañabas, te arreglabas y te salías otra vez a putear. ¡Así!

Cuando salí al fin, me revisaron todo mi equipaje. ¿Y por qué?, les pregunté. ‘Para ver si no llevas cosas de las otras muchachas’. ¡Ay Dios, qué iba yo a llevar de ellas! Como no encontraron nada, me preguntaron: ‘¿Y tu dinero?’. ‘Mi dinero, eso lo giré ayer, ya lo había dicho’. Pero, ¿sabes dónde tenía mi dinero? ¡Aquí, entre mis piernas! Lo enrollé, lo hice kotz, lo metí en un condón y lo puse en mi vagina.

Gané buen dinero por seis meses de trabajo, pero hice la estupidez de sacarme el dinero e ir de compras como loca… para mis hermanos, para mi hija. En un taxi fui de una tienda a otra porque no podía cargar todo… pero para hacer corta esta larga y dolorosa historia, el taxista y unos cuates me quitaron mis regalos, me quitaron mi dinero y me dieron un ‘reventón’ de la puta madre… un muchacho desconocido me levantó y me llevó al hospital. Me dejaron sin un puto peso… 97,000 pesos me quitaron. Era un 24 diciembre y yo venía para ver a mi hija, pero por la magnitud de mis golpes, no pude llegar hasta entrando enero.
Regresando entré en una compañía de seguridad privada. Allá conocí al padre de mi segunda niña. Mi mamá había hablado muy bien de él… y tal vez por eso, desde la primera vez que lo conocí me metí con él… ¡y me quedé embarazada! ¡La primera vez, qué horror! Y no lo sabía ni él, ni yo. Él era muy posesivo y muy sentimental, y a mí me chocaba, yo estaba acostumbrada a mi vida. Bueno, hoy no puedo decir que fue contraproducente, porque mi hija vive, está conmigo y es una señorita de 4 años.

De allí mi mamá puso un negocio de seguridad privada y estuvimos trabajando allá, ella y yo. Pero se fue a la quiebra. Yo, teniendo a mi bebecita regresé a bailar en un bar, y al mismo tiempo a trabajar en la policía de Kanasín. Como había entrenado box, me metieron en el grupo de antimotines… y allá a los golpes y los pleitos. Una vez me metieron un cuchillo en mi pierna… todavía me molesta algo. Sí me gustó el trabajo de policía, pero no pienso regresar, porque, te digo una cosa, la policía está peor que la prostitución. Ahi creen los compañeros que una compañera es la puta de la comandancia, pero discúlpame, para que me traten de puta allá, prefiero estar de puta acá. Gano acá y aquí decido que hago o no hago, esa es la diferencia.

La policía aquí… la policía municipal se pasan de camote. Paran en su ronda y nos exigen 20 pesos por dejarnos trabajar acá. Imagínate, casi somos 70 viejas. No te digo que venimos en el mismo momento, pero venimos… hay quien viene en la mañana, unas en la tarde y otras en la noche, pero ahí estamos, y multiplica 20 x 70 cada día, es una lanota. Pero luego no eran 20 en total… eran 20 para una patrulla y pasaba otra y otra, ¡y a cada una 20! Y luego, ya no eran 20, ya lo subieron a 50.

Mi tercer bebé lo tuve con un cabrón de la policía… un señor casado, pero su esposa había fallecido. Él tenía una niña de 14 o 15 años, que se quedó con su abuela. Yo me enamoré mucho de él y quise formar una familia con él… él tenía muchos gastos y yo traté de ayudarlo con lo que ganaba en El Escondite. No, él no me aprovechó… lo que yo he hecho en toda mi vida, lo he hecho de corazón, lo que yo di, no lo reprocho. Bueno, yo me quedé embarazada de él, pero a la hora de la hora, cuando mis compañeros fueron a felicitarlo, él se rajó diciendo: ‘A ver a quién se parece el chamaco, porque yo me he hecho la vasectomía’. Y el hijo de su puta madre, se atrevió a decirlo enfrente de toda la tropa de la policía. Imagínate como me sentí yo. A las dos semanas vino a mi casa a felicitarme porque íbamos a ser padres. Y tú, ¿quién dice que tú eres el padre?, le contesté… y lo corrí de mi casa ¡así! Desde ese día no lo he vuelto a ver más que de lejos, pasando en combi. Nació mi bebé, es un varoncito y va a cumplir 3 años.

Mi cuarto bebé lo tuve con un señor que conocí cuando tenía tres meses de mi tercer bebé. Me conoció donde yo trabajaba como bailarina. Guapo no es, tiene una cara como los gorilas que están en los aparadores de ropa. El vio nacer a mi hijito… y luego yo me embaracé de él y tuve una hijita que ya va a cumplir dos años. Claro, yo sé cómo cuidarme, pero quise darle un hijo. Después que nació nuestro hijo vinieron problemas económicos muy fuertes y a él lo demandaron por varias cosas. Por eso yo empecé a trabajar en un bar como mesera, luego vine acá a trabajar, para ayudarlo. Pero cuando él se enteró de que yo trabajaba, me corrió de su casa. Yo no quería irme, porque lo quería y era la primera pareja con que había durado tiempo. Mi primer esposo, con quien me casé, fue de 11 meses; el papá de mi segunda hija, creo que estuvimos juntos dos meses; y con el tercero, Parra, acaso estuvimos seis meses juntos. Pero con Eugenio, con él tuve tres años viviendo. Yo sabía que él no iba a aceptar mi trabajo, y por eso no le dije nada, pero lo hice por él, para ayudarlo, porque lo que él ganaba no nos alcanzaba. Yo siempre le dije, yo no soy la mujer que tú tienes que mantener, soy tu compañera y quiero que juntos enfrentemos los problemas y los gastos, para el bien y para el mal. Pero él no se deja ayudar. Un día me dice: ‘O sacas tus cosas o yo las saco’. Busqué una renta [un hospedaje]… y a pesar de que yo ya no tenía mis cosas en su casa, regresé a dormir allá con la estúpida esperanza que él me perdonara. Yo sé que tal vez no fue lo más prudente, se puede decir, pero yo te puedo decir que yo no lo engañé… porque la carne es un pinche estuche, pero el amor que yo sentía y tal vez todavía siento por él, eso lo llevo aquí, en mi pecho, en mi corazón. Yo no le engañé. Si yo vengo aquí para trabajar, es por dinero, no para tener una relación amorosa con alguien, pero él no lo entendió. Ya tiene tres meses, entendí que ya había perdido la batalla y tiré la toalla, acepto mi dolor, acepto mi dolor.

Ahora trabajo aquí en la calle en la noche… y a las dos de la mañana entro a trabajar como panadera. Allá encontré un compañero, apenas tiene 20 años… es mi ‘bebé’. Yo salí con él por la necesidad de arrancarme la herida que sentía en mi corazón, y la verdad es que me gusta mucho. Tenía la necesidad de sentirme como mujer deseada y que no se me va a acabar el mundo… que hay infinidad de hombres que me están buscando. Y la prueba es que allá estaba este muchacho de 20 años que me deseaba. ¿Por qué iba él a buscar a una mujer fea, vieja, gorda con 4 hijos, pudiendo buscar a una chica de 20 años como él o de 16 años? Tiene un pene bonito y lo sabe usar. Me dice que se quiere casar, pero yo quiero que se desarrollen calmadamente las cosas.

La respuesta a la pregunta con que empezaste esta conversación, es que ya llevo 11 meses trabajando acá. Y me he topado con todo tipo de señores. Desde el señor que llega [eyacula] en mis manos antes de ponerle el condón, y sale felizmente pagándome 400 pesos en vez de los 100 que cobramos por un servicio. El servicio de 100 es de cintura para abajo y a coger, nomás levantas tu falda y bajas tus calzones y ya. Pero hay güeyes que dicen: ya te di 100 y tienes que empelotarme y mamarme y voy a hacer… ¡Está pendejo! Es como con los albañiles, no es el mismo precio colar un cimiento y levantar un muro que pagar por el trabajo completo. Cobramos por separado. Tú vienes para coger, si quieres de cintura para abajo es 100, si quieres desnudo completo son 200, si quieres sexo oral, depende cómo, si es para ti son 200 más. Pero siempre hay cabrones que quieren todo, y en el calor prometen… luego te pago. Pero a la hora de la hora no quieren pagar más de los pinches 100 pesos.

Espero que no voy a trabajar aquí el resto de mi vida. He hablado con mi pareja, el panadero, y queremos ver si podemos poner una panadería. Quiero entrar en una escuela para aprender bien la panadería y repostería. ¡A ver!

Hay una moral pendeja entre los adultos sobre las sexo servidoras. Pueden decir, ay, pinches viejas putas, pero el marido viene y gasta con nosotras lo que iba a dar a su esposa. Y la esposa va al carnicero, al repostero, al lechero, al panadero, al de la luz y del gas y pide para que el marido pueda comer, pero con los 200 pesos que [el marido] deja a la semana, ¿cómo va a pagar todo eso? La respuesta es: ¡ya pasó el carnicero por mí! Es una moral pendeja.

A veces me voy con unas amigas a una cantina para ver si hay chamba, pero si está ‘fría’, te quedas… y la verdad, a veces quieres olvidarte de tus responsabilidades, reír, gritar con tus amigas, brincar como si tuvieras tus 14 años.