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Este capítulo contiene información sobre ciertos elementos materiales –míticos o no–, y ciertas convicciones que nos explican por qué la gente de Xocén tiene una identidad maya poderosa y por qué ha tenido gran resistencia para ser conquistada por la cultura ‘blanca’ o ts’uul.

En Xocén existe la convicción, como ya mencionamos antes, de que Jesucristo anduvo en este pueblo, consagró la milpa, enseñó el ritual de Cháak y dejó su cruz allí. Incluso se dice que los fundadores del pueblo fueron José Xoc y María Cen. Si se cree que los padres de Jesús fueron fundadores de esta comunidad, cómo no imaginar que Dios leyó, firmó y dejó su testamento en el mismísimo Xocén, tal como lo atestigua la versión de don Celso Dzib (incluida aquí), quien agrega que el nombre de Xocén se lo puso Dios, porque allí “firmó Dios los documentos de la existencia de la Tierra”.

Existe también la idea de que en Xocén hubo un libro sagrado que fue robado por los blancos o conquistadores españoles, y que algún día regresará a Xocén, frente a la Santísima Cruz Tres Personas, de la que hablaremos un poco más adelante.

A veces parece que el testamento que dejó Jesús en Xocén y aquel libro sagrado son la misma cosa, sin embargo, también podrían ser dos documentos distintos. Este es un tema para investigar en Xocén. Lo cierto es que el Libro Sagrado de Xocén es muy famoso. Tanto que, en un momento dado, mereció que se pagara por su búsqueda, por órdenes del expresidente Carlos Salinas de Gortari, durante su mandato. Como ese libro ya es un mito (pues, entre otras cosas, está ‘vivo’, motivo por el que sus hojas se viran solas), difícilmente será encontrado, según académicos, aunque los xocenenses tienen la convicción de que algún día se encontrará. No obstante, existe una recopilación que una maestra, junto con los eruditos del pueblo, realizó entre los viejos xocenenses, para saber qué contenía ese libro, que se guarda celosamente en Xocén y que, eventualmente, ya al correr los años, podría sacralizarse.*

En el Libro Sagrado está escrito todo, hasta los inventos que ha producido la tecnología más avanzada. Por eso la gente de Xocén sospecha que los gringos (extranjeros blancos) lo robaron. Con tan importante información uno comprende por qué los xocenenses no quitan el dedo del renglón en lo relativo a este libro.

La Santísima Cruz Tres Personas, que se encuentra al sur de Xocén, es una cruz de piedra que nació de la tierra y que se encuentra en el Centro del Mundo (o Xocén). Es una cruz considerada maya y en cuyo santuario no puede oficiar un sacerdote, según dicen en Xocén. Aunque la cruz es un símbolo cristiano, se ha fundido con la cruz maya, asociada antiguamente al maíz y a la ceiba. Consideran que allí se va a reunir toda la raza maya cuando se acabe el agua en todo el mundo.

Hay un impresionante relato incluido en este capítulo (texto 4), que nos explica cómo el yaj kanul (espíritu) de la Santísima Cruz ayudó, en tiempos antiguos, a combatir a los tatiches y balames, que eran unos hombres malos, de acuerdo con esa versión, y que venían de pueblos lejanos a combatir a los xocenenses. Por consejo de esa Cruz hicieron un ejército de barro de ¡160 soldados!, los enterraron y la Cruz les dio vida con su yaj kanul. Desde entonces, el pueblo quedó protegido, porque aquel ejército combatía a los atacantes cada vez que entraban allí. Ésta es una importante función de la Santísima Cruz que no se conoce mucho.

Complementando estas narraciones, otro relato de las cruces que son dueñas y protectoras de los caminos nos ilustra aún más sobre las funciones de la Cruz y su asociación con las fuerzas buenas del mundo.

Si consideramos el texto que nos habla de la historia de los itzáes (texto 5), tenemos un recuento de objetos extraordinarios en Xocén. De la iglesia del centro del pueblo, que es supuestamente la iglesia católica, se dice que fue construida por los itzáes y que algún día va a ‘revivir’ y a tener techo. Adentro de este edificio hay una santa cruz labrada en una piedra que los abuelos dicen que es el Santo Cristo de los itzáes, y que tiene poder y milagro. En la misma iglesia hay tres campanas que según los xocenenses fueron hechas por los itzáes. También había un xtunk’ul** que tocaban los itzáes, y que fue robado; y una pila grande labrada que tam-bién fue construida por los itzáes.

Finalmente, se incluyen dos creencias sobre el rey de los mayas, de su repliegue y de su fu-turo triunfo sobre el rey de los españoles, así como de la expulsión de los españoles y el retor-no del reinado maya (textos 5, 6 y 7). En estas profecías se ve claramente que los xocenenses no han sido conquistados del todo y que ven el dominio español como un tiempo que pasará.

Si se vive en el Centro del Mundo, donde Je-sús consagró la milpa y dejó su cruz, que cubre un cenote que es la “llave del agua”; si Xocén es el pueblo donde Dios dejó su testamento en un Libro Sagrado que contiene todos los cono-cimientos; si Xocén es un sitio protegido por 160 soldados invencibles y en el que los itzáes dejaron una iglesia con una serie de objetos poderosos y milagrosos que resurgirán cuando los mismos itzáes regresen, ¿cómo no tener una fuerte identidad y una poderosa resistencia a ser diferente? Con esa herencia, difícilmente un xocenense se cambia por otro. Por eso esperan el retorno a los antiguos tiempos, aunque eso implique renunciar a las ‘ventajas’ de la civiliza-ción occidental.

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