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Escrito por Gaspar Canul

En aquel tiempo, antes de Cristo, no había cenotes ni pozos. Cuando vino a la Tierra lo hizo todo.

Un día, andando en compañía de dos personas, Él, por delante, dijo:

–Aquí hay un cenote, sólo golpeas fuerte la tierra con el pie derecho, y brota el agua, y se convierte en cenote.

Y una de las personas que iba con Él, golpea la tierra con el pie derecho, diciendo:

–Aquí hay un cenote.

Pero en lugar de agua, sólo quedó una hondonada.

Y el otro que estaba de último dijo:

–Yo voy a hacer un cenote también.

Y golpea con todas sus fuerzas la tierra con el pie derecho, y luego vio que sólo se formó una sarteneja.

Dios caminó mucho por la Tierra e hizo muchos cenotes, y los que lo acompañaban no pudieron hacer ninguno. Por lo que dijo:

–Mis ayudantes no pudieron hacer un cenote, pero lo que resultó puede servir a mi gente.

Y de todas formas los bendijo: el cenote, la hondonada y la sarteneja. Con esto quedó el recuerdo del paso de Dios en el mundo. Él nos dio el cenote donde salió agua para nunca más desaparecer.

En la hondonada que hizo el hombre no salió agua, pero Dios dijo:

–Ésta servirá para sembrar plantas porque el fondo llegó hasta la tierra negra y húmeda, muy cerca del agua.

La persona que iba de tercero hizo una sarteneja, la que también fue bendito por Dios, pues dijo:

–Esta sarteneja servirá a mi gente porque cuando llueva se llenará con la lluvia, y de allá tomarán agua cuando caminen por el monte.

Y mucha gente toma agua de las sartenejas, y no se enferman porque está bendito por Dios.

Para el cuidado del cenote puso una persona, es el Kalan Sayab que vive hasta dentro del cenote, cuando lo nombró le dijo:

–Vas a quedarte bajo del cenote para cuidarlo; y cuando mi gente perfore un pozo, extiendes una vena de agua del sayab hasta allá, para que tenga agua.

Por eso, en cualquier sitio que se haga un pozo, siempre se llega al agua, pues el Kalan Sayab lo propicia. Si no fuera por el Kalan Sayab no tendríamos agua en los pozos. El Kalan Sayab era uno de los hombres que estaban con Dios. Como no pudo hacer el cenote lo pusieron para cuidar el sayab. Le dieron poder por Dios. Es como el viento que cruza por todos lados, pasa cuidando el sayab de los cenotes.

En todos los pozos que se perforan siempre sale agua, porque Kalan Sayab lleva una vena de agua del cenote por allá.

Al Kalan Sayab no se puede ver porque es viento y trabaja bajo tierra. Está encantado, pero vive y existe. Él escucha cuando se está haciendo un pozo porque siente a través de la piedra y ve todo lo que sucede.

Cuando los yuumtsilo’ob llegan a recoger agua del cenote para hacer llover sobre la tierra, el Kalan Sayab llega enseguida y grita: “¡Agua!”, y se llena el cenote porque tiene poder de Dios. Fue puesto ahí abajo por Él cuando bendijo la tierra y luego subió al cielo; lo puso como dueño de todas las cosas que hizo.

Hasta ahora existe, pero no se ve, porque anda como el aire y está siempre con nosotros.

Cuando se llega al agua en la perforación de un pozo hay que dar gracias al Kalan Sayab, porque gracias a él ya se logró tener agua. Lo que se debe hacer es poner nueve jícaras de sakab sobre el pozo, y pedir al Kalan Sayab que cuide el pozo y que no se agote el agua. No permita la entrada de los malos en el pozo ni ensuciar el agua que acaba de salir. Se le pide también que entren malos aires en las grietas del interior. Como por ejemplo, el tus iik’, que es un viento malo que llegan a tener ciertos pozos, y no permite el libre tránsito en el interior, porque cuando cruza uno donde fluye y se produce el tus iik’, se le acorta la respiración.

Por eso, de vez en cuando hay que ofrecer el sakab e invocar el nombre del Kalan Sayab, y se le pide que siga cuidando al pozo. Si el Kalan Sayab no recibe su ofrenda, pueden suceder muchas cosas en el pozo. A veces entran víboras a bañarse en el agua. Y hasta pájaros nocturnos llegan a dormir allá, y muchas cosas más.

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