Los cambios que se han dado desde los años setenta obedecen a la crisis de productividad agrícola del henequén y del maíz (Villanueva, 1996), provocada por la competencia de fibras sintéticas en combinación con la ineficiencia debida a la corrupción oficial, en el caso del henequén; en el caso del maíz se derivan de la población creciente, la menor disponibilidad de montes y la sobrexplotación de los existentes.
La crisis agrícola ha obligado a las familias campesinas a reorientar el papel relativo de sus estrategias, aunque éstas no hayan cambiado en esencia, pues siguen siendo diversas, integrales y familiares. Este proceso adaptativo se ha realizado de diferentes formas en las distintas regiones productivas del estado.
En la zona frutícola del sur, los únicos suelos profundos del estado, se favoreció la sustitución de la milpa -el elemento más dinámico del sistema productivo tradicional- por la parcela frutícola comercial cultivada bajo riego, que derivó del huerto familiar tradicional (Rosales, 1988). La mujer, como en el Istmo de Tehuantepec, es quien sale a vender los productos agrícolas de las parcelas. Estos cambios han provocado un reordenamiento en los roles familiares de género y en las actividades del sistema (Pacheco y Lugo, 1995) que, sin embargo, continúa teniendo una estrategia diversa, integral y familiar.
En el oriente milpero la apicultura se ha colocado en el centro del sistema productivo tradicional y los otros elementos productivos se han reorganizado a su alrededor. Sin embargo, esta situación no ha sido duradera porque los huracanes, la sequía, las plagas y enfermedades acaban con las colmenas. Por otra parte, la migración laboral hacia la zona turística caribeña ha sido uno de los caminos de los milperos para conseguir el dinero cada vez más necesario para comprar maíz.
Pese a estos movimientos no se pierde la integralidad y diversidad del sistema, y la familia sigue siendo la unidad productiva, características que han favorecido la adaptación del sistema productivo tradicional ante crisis de todo tipo.
Es importante observar que, en cada caso, la milpa ha sido desplazada de su papel predominante por alguna actividad del sistema de autoconsumo en su variante tradicional (como la fruticultura o la apicultura); dichas actividades se han transformado en actividades comerciales debido a las limitantes o posibilidades ambientales en que se desenvuelven. Los desarrollos mencionados se han originado a partir de las propias posibilidades del sistema milpero, por lo que favorecen el autoempleo y evitan la migración.
La milpa, por su parte, está dejando de ser intinerante dada la poca disponibilidad de montes, a la vez que se transforma en una milpa permanente, intensiva y orgánica, con el apoyo de grupos gubernamentales o de ONG que trabajan para favorecer la conservación y el desarrollo sustentable. Estas milpas no podrán volver a ser el eje del sistema productivo campesino, pero sí pueden favorecer la autosustentabilidad alimentaria.
Sólo en la zona ex-henequenera las modificaciones del sistema milpero han sido más drásticas; desde el desarrollo de las estancias maicero-ganaderas coloniales al auge henequero, en esa región la milpa sobrevivió, aunque reducida a su mínima expresión y con ella varias de las actividades que se le articulan como la cría de animales, el cultivo del solar y ciertas actividades artesanales como el bordado.
Ante la crisis del henequén en esta zona, que carece de recursos edáficos y forestales importantes, muchos campesinos se habían orientado hacia la explotación pecuaria; sin embargo, la mayoría de las empresas de este ramo han quebrado ante el avance de monopolios (representados en el campo avícola por empresas como Campi y Sanjo; y en el terreno porcícola, por consorcios como Kekén). Otra alternativa fomentada por el gobierno para los ejidatarios fue la transformación de plantíos henequeneros en parcelas frutícolas, lo cual perjudicó dos zonas económicas al colocar a la zona frutícola henequenera en competencia con la zona citrícola del sur, inundando de naranjas el estado y abatiendo los precios sin favorecer a los campesinos ex henequeneros.
La entrada de maquiladoras ha sido una fuente de empleo importante en los últimos años, sobre todo porque la mano de obra principal es femenina. Las maquiladoras tienen la desventaja de no representar una opción de empleo autónomo para el sector campesino, pero han sido una alternativa importante de trabajo ante la incapacidad de los capitales nacionales de generar empleos.
Estos procesos se vinculan con el papel creciente del ingreso monetario. Aunque el dinero puede provenir tanto de la venta de mano de obra como de la reorientación de alguna actividad de autoconsumo a comercial -como el cultivo del huerto o como la apicultura, la mayoría de las veces proviene de la venta de la fuerza de trabajo que, en el caso de las comunidades del sur y del oriente, se dirige sobre todo al corredor turístico del Caribe y al vecino país del norte. Las migraciones causan pérdida cultural, desintegración familiar y no siempre ayudan a elevar la calidad de vida de las familias campesinas.
El problema con actividades como la cría de puercos, aves y hortalizas es que si no se venden a tiempo implican grandes pérdidas por ser productos perecederos. Por otra parte, los campesinos y las campesinas producen en desventaja frente a los empresarios por lo que son desplazados del mercado. Las artesanías son todavía una actividad dominada por los y las campesinas y ello les confiere una ventaja relativa en el mercado.
El carácter predominantemente doméstico de la artesanía, en combinación con su naturaleza manual, la convierten en una actividad poco rentable para los empresarios porque no admite innovaciones tecnológicas significativas. Aun organizándose de forma colectiva para hacerla más eficiente, en tanto sólo pueda registrar un crecimiento mediante el empleo de más gente, la artesanía resulta inviable para las empresas y sólo resulta conveniente a microempresas de carácter social.
En cambio, para los y las campesinas la artesanía sí es una alternativa viable. Es una forma de tener un trabajo que conserva la importante y tradicional integralidad y diversidad del sistema campesino a la vez que favorece a la familia, aunque para ser eficiente requiere una organización en forma de oficios.
Creemos que el potencial e importancia de las artesanías, particularmente en la zona ex-henequenera pero también en otras regiones, reside en que pueden jugar un papel dinamizador de la economía campesina como generadoras de ingreso monetario y como respuesta a las limitantes ambientales de muchas regiones para desarrollar actividades agropecuarias.