Estudiar y entender esta vasta región con su gente y culturas diferentes, era el gran desafío al que me enfrentaba.
Mi comisión era producir en dos años una descripción etnográfica-antropológica de la zona. Pero, ¿cómo? Me parecía una tarea descomunal. Y más aún, con la nula o poca guía que recibí de la dirección del INI o de DANIDA. Nadie asesoró mi trabajo o me dio instrucciones de qué hacer. Como era patrocinado por la agencia danesa DANIDA, nadie en el INI cuestionó o intervino en mi trabajo. Y viceversa, en DANIDA segura-mente pensaron que el INI me supervisaría. Pero ni lo uno, ni lo otro. Aunque, claro, con mi entusiasmo, no consideraba imposible mi tarea.
Uno podría pensar que ese era un trabajo de ensueño. Y sí lo era. Pero hubiera sido más satisfactorio y todos hubieran recibido mayores provechos y resultados si alguien hubiera guiado y supervisado lo que hacía. Sin embargo, el único que checó mi trabajo fui yo mismo, un servidor.
Bueno, no es que no hiciera nada o pasara el tiempo leyendo novelas en mi hamaca a la sombra del aguacate. Por el contrario, sentí que me tiraba al agua más profunda sin salvavidas, aunque poco a poco aprendí nadar hacia la orilla.
El CC del INI de Ciudad Santos coordinaba a los maestros bilingües enviados a las escuelas retiradas en la sierra, o a donde todavía no había escuelas. Así que para obtener un conocimiento general de mi área, acompañé a los maestros a las escuelas. Salíamos caminando por las angostas brechas, subiendo y bajando montañas. En el INI me habían proporcionado un ayudante, un joven maestro bilingüe de nombre Santos, de quien he olvidado su apellido, pero gracias a su conocimiento lográbamos no perder el camino. Eran caminatas maravillosas. El paisaje en esta zona es muy hermoso, abundantemente verde y lleno de vegetación. Por las largas distancias muchas veces me quedé a dormir en los pueblos, en un aula improvisada, con un maestro o con una familia indígena. Esas experiencias me dieron un profundo conocimiento de la gente y su manera de vivir.