Si me preguntas si yo creo en el destino, la divina providencia o un plan determinado para el futuro, debido a mi educación científica te respondería con un “no”. Pero en mi vida he tenido tantas experiencias, que debería contestar que “sí”.
Mi primera noche en México la pasé en Mérida en un hotel en la calle 62 por 59/61, y todo parece indicar que es también en Mérida donde voy a pasar mi última noche.
Los primeros años con Silvia los vivimos en la ciudad de México. Me fascina la ciudad – para visitar, pero no para vivir y trabajar. Una vez que Silvia regresó de un viaje a Yucatán me dijo:
– Ya sé, vamos a Yucatán. Hace un calor espantoso -era el mes de abril-, pero igual hay mucho calor humano
– Pues, vámonos-, le contesté.
Y aquí seguimos 38 años después. ¿El destino?
Empiezo creer que sí.