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4. El dueño del monte: Yuum Balam y Juan del Monte

Escrito por Gaspar Canul

El dueño de todo el monte es Yuum Balam, y Máakil K’áax es Juan del Monte. A los ancianos se les dice en maya nukuch máako’ob; ellos narran la historia de la existencia de la tierra, cuando Dios fue al cielo. Ellos dicen que Dios puso dueño a cada cosa en este mundo, los abuelos dicen “montaña” al monte porque antes eran árboles muy altos, y daba miedo caminar debajo porque había animales que atacaban a las personas y víboras muy venenosas.

Entonces, el Yuum Balam y Juan de Monte son los cuidadores del monte. Los yuum balamo’ob los pusieron a cuidar el monte día y noche para proteger de los malos a las personas que pasan por allí. Pues a veces se pierde uno en el monte y el malo lo desaparece.

Hay ocasiones en que las personas se lastiman, porque el monte está vivo; pero también hay árboles y yerbas que curan. Por eso los ancianos dicen que el monte está vivo, si no fuera así, no haría nada.

Cuando se cortan muchos árboles o yerbas, el monte empieza a llorar porque lo sienten, así dicen los abuelos. Y un descuido hacen que se produzca una herida en el pie o en la mano o también que caiga un árbol encima de uno. Hay árboles bravos, que cuando se sube en las ramas se quiebra y ocasiona un accidente.

Dicen que los árboles están castigando a las personas para que sientan también lo que les hacen.

Entonces, los yuum balamo’ob les dicen a los árboles que no lo tomen como una agresión, sino que los chinabo’ob (que así denominan a las personas) les cortan para que queden jóvenes y bonitos, porque retoñan y crecen de nuevo; les dicen: “Mira tus ramas ya quedaron muy viejos, casi se mueren, te cortan y quedas como nuevo.” Los árboles cuando oyen esto se ríen, y quedan contentos, pero no quiere decir que ya no habrá ningún peligro.

Cuando uno va a un lugar del monte que no lo conoce, neutraliza la vista y se pierde o se desorienta, será cuando los yuum balamo’ob se acercan a la persona para cuidarla y que no se le acerquen los malos. Cuando quieren hacerle algo, los yuum balamo’ob empiezan a chiflar, a producir el canto de los pájaros para que el malo no se acerque; de esa manera piensan que está amaneciendo y se van. Todos los malos y animales bravos la quieren comer; pero ellos, o los asustan o les dan un pensamiento de resistencia para afrontar su situación de miedo. Una persona perdida en el monte no puede encontrar su camino porque el malo del monte lo deja encantado. Pero los yuum balamo’ob acuden en auxilio, la atienden para que no le suceda nada, ellos hacen que no sienta sed ni hambre y, además, que no piense en nada, no se desespere, de tal manera que no ve que pasen los días y las noches.

Pero cuando los parientes ven que aquella persona no regresa, se preocupan y van en busca de un sacerdote maya, el jmen, para que se haga cargo de su búsqueda; para eso, él hace trece trabajos de síiskunaj óol, que es el ofrecimiento del sakab, para pedirle a Dios y a los yuum balamo’ob que lo desencanten y le muestren el camino de regreso a su casa. El jmen invoca a los yuum balamo’ob por sus nombres y les entrega el ofrecimiento; después ellos van al monte y rescatan la persona del malo que lo tiene guardado y la sacan inmediatamente al camino, y enseguida se dirige rumbo a su casa.

Hay personas que se han perdido hasta por diez días, pero cuando los encuentran dicen que solamente se perdieron y luego no encontraron cómo regresar, pero cuando le preguntan dónde estuvo dicen que sólo se perdieron, y lo que recuerdan sólo fue de un día entero, y que en la noche escucharon chiflidos y pláticas de personas cerca donde estuvo, y que no sintió sed ni hambre; para ella sólo fue poco tiempo a pesar de que fueron diez días.

El jmen dice que los yuum balamo’ob cuidan mucho a los hombres cuando se encuentran en el monte porque es de ellos. Por eso hay que respetarlos. Cuando se duerme en el monte solo o entre varios, no se debe hacer ruido de noche porque no le conviene a los yuum balamo’ob. Si empieza uno a gritar, a reír y a conversar recio después de la medianoche, ellos avisan con un chiflido fuerte para que se calle y se duerma, y si no se hace calma, se fastidian y asustan y pueden hasta causar el mal viento a los revoltosos. Cuando esto sucede, tiene que intervenir el jmen para que haga el looj o el k’eex, para que quede bien el afectado.

El ruido, muy de noche, en el monte perjudica las labores nocturnas de los yuum balamo’ob, porque le puede confundir con el ruido de los malos que gritan de noche; pues cuando oyen un ruido, rápido van a ver qué sucede; ellos investigan todo ruido.

Si alguien duerme en una casa y no hace ruido y el malo quiere atacar, los mismos árboles avisan a sus dueños y enseguida acuden al lugar con sus vientos fuertes como remolino, y alzan al malo que estaba queriendo perjudicar y lo llevan a botar hasta al centro del mar y de allá no vuelve a salir.

Si por casualidad pasa uno por la ruta donde está cruzando la escolta al transportar el mal, puede ser afectado por los vientos malos de los caminantes y se enferma.

Los yuum balamo’ob atrapan hasta la serpiente, rey de los malos. El día 15 de septiembre de cada año, amarran al K’u’uk’um Kaan y lo sacan a pasear a las doce de la noche, es la hora que acostumbran salir los malos, y cuando lo están llevando por los aires empieza a forcejear para que escape y vaya a comer a la gente abajo; y en los movimientos bruscos se caen los pelos y plumas, y se convierten en venados y otros animales.

Tiempo después, cuando los señores van de cacería al monte matan muchos venados porque abundan, sólo que tienen la carne muy roja, cosa anormal, pues la carne del venado, después de cocido es blancuzca.

En algunas ocasiones los cazadores se accidentan, de repente ven a un venado y lo tiran, pero cuando cae, se dan cuenta que es un compañero de cacería.

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